Los ilusos #43: es solo el fin del mundo

Hola, ¿cómo están? Ya sé, no me contesten. Hay pocas opciones. O están atragantades con vitel toné, o se fueron de vacaciones o son contacto estrecho. No hay muchas más opciones.
Se termina un 2021 que en realidad se siente como una continuación infinita del 2020. Un loop interminable de home office y trabajar hasta cualquier hora. Un día de la marmota que no tiene de entrañable. Sí, este fin de año nos pegó a todes peor que Cotto a Maravilla.
Pero bueno, acá estamos. Para la columna no estuvo tan mal. Nos escribimos bastante seguido, y hasta algune de ustedes la compartió cada tanto y me escribió para charlar sobre las cuestiones que fuimos abordando. Pero eso no es todo, para La 24 la cosa no estuvo mal. Sacamos dos números y, por fin, ¡publicamos nuestro primer libro! Que dicho sea de paso, ya pueden aquirir aquí en preventa.
Hoy prometo hacerla corta. Les propongo hacer dos top 10. Uno de las películas que más me gustaron en el año y otro de pendientes, esas cosas que tenemos que tratar de ver sí o sí en los próximos días.
Por supuesto, también tengo una polémica. Y, para no ser menos, un libro para cerrar.
Arranquemos entonces, que ya están todes muy quemades y cuesta mantener su atención durante más de 10 minutos.
Top 10 de las películas que más me gustaron en este 2021
Durante los últimos días volvió toda una discusión, a partir del estreno de la última Spider-Man, sobre que el cine había muerto, lo malas que son las películas y la mar en coche. Contrario a lo que opina la mayoría, yo creo que el cine no está en un mal momento. Por supuesto, la industria cultural atraviesa los mismos problemas de producción, consumo y distribución que cualquier empresa en esta fase voraz de capitalismo salvaje en que vivimos. Todo es ya, rápido, deglutible y efímero. No estoy diciendo nada nuevo.
Más allá de eso, creo que la tecnología ha generado espacios para que más películas y cineastas vayan encontrando su lugar en el medio y logren producir lo que desean. Creo entonces que el problema no es que “no existen películas buenas” o que «las de antes eran mejores», sino que hay tanta oferta, que cuesta encontrar lo que vale la pena. Este año hubo muchas películas esperadas. De todo tipo. Industriales, indies, pequeñas, grandes, franquicias. Todo, para todos los gustos. La pandemia hizo que en 2020 muchas cosas se acumularan y en este 2021 la convivencia con el virus fue diferente y posibilitó cierto regreso a los cines y la reactivación de rodajes de todo tipo. No soy un pesimista en este aspecto.
En esta lista, como verán, hay de todo. Películas más grandes y más pequeñas, más y menos conocidas, de cineastas nuevos y viejos. En fin de todo un poco. Ojalá que les sirva como recomendación.
10. Responsabilidad empresarial, Jonathan Perel
9. The Card Counter, Paul Schrader.
8. Last Night in Soho, Edgar Wright.
7. Pig, Michael Sarnoski
5. The Kid Detective, Evan Morgan.
4. Jesús López, Maximiliano Schonfeld.
3. Quién lo impide, Jonás Trueba.
2. The Last Duel, Ridley Scott,
1. Fue la mano de Dios, Paolo Sorrentino.
Menciones especiales: Kajillionaire, Censor, Val, Malignant, Cry Macho, Run Hide Fight, Shithouse y Memoria.
Top 10 de películas que debería haber visto y todavía no lo hice
10. Benedetta, Paul Verhoeven.
9. The French Dispatch, Wes Anderson.
8. C’mon C’mon, Mike Mills.
7. Petite Maman, Celine Sciamma.
6. The Worst Person in the World, Joachim Trier.
5. Zeros and Ones, Abel Ferrara.
4. El apego, Valentín Diment.
3. Bad Luck Banging or Loony Porn, Radu Jude.
2. Mass, Franz Katz.
1. Licorice Pizza, Paul Thomas Anderson.
Menciones especiales: The Sparks Brothers, Azor, The Medium y Annette
Un poco de polémica no hace daño: qué pasa con las salas y la exhibición cinematográfica en Argentina.
El estreno de Spider-Man: No Way Home, el último tanque de Disney y Marvel, volvió a poner en discusión el problema del acceso a las salas y la exhibición cinematográfica en Argentina, anque del mundo.
Es que el asunto es claro y evidente. Las salas de cine, en su mayoría, son grandes complejos. 3 o 4 multinacionales y algún que otro independiente acaparan todos los espacios de exhibición en el país. Las salas negocian a su vez con las distribuidoras, que son quienes representan a los estudios y llevan sus películas. Estas distribuidoras en su mayoría son subempresas de los grandes estudios de hollywood y tampoco son muchas. Lo mismo, tres o cuatro grandes y un par más independientes. Al momento de negociar, las distribuidoras, que, como decía, representan y pertenecen a las majors (nombre con el que se llama a los pocos grandes estudios que quedan en Hollywood) se ponen de acuerdo entre sí respecto a los calendarios de estrenos, para no pisarse y tratar de distribuir de modo salomónico las pantallas. A su vez, juntas, ejercen presión sobre la cantidad de salas que necesitan y los términos bajos los cuales las cadenas de exhibición tienen que responder a los estrenos. De nuevo, son cuatro o cinco jugadores grandes en cada etapa de la distribución, y esos cuatro o cinco jugadores están presentes en la mayoría de los países.
Así, Cinépolis, por poner un nombre, no puede negociar lo que quiere con Disney. El arreglo y las axigencias son particulares y generales. Nacionales e internacionales.
Hasta acá, nada nuevo. El problema de tener monopolios en un mundo librado al azar del libre mercado. Lo que interesa pensar es cómo esto fue avanzando y qué consecuencias trae, para buscar opciones o instancias superadoras.
A mí me causó mucha gracia ver a millennials llorando porque la última película de Spielberg, SÍ SPIELBERG, se quedó sin salas debido a Spider-Man. Hace 20 años, el villano que dejaba sin salas al cine local era el mismísimo tío Steven que hoy sufre los males del medio que ayudó a crear con el New Hollywood de los 70 y el cine de tanques que apareció luego. Si algo pone de manifiesto este caso es que el capitalismo salvaje no perdona, a nadie, ni siquiera a los propios creadores del modelo.
No me interesa entrar de lleno en el caso del fenómeno de Spider-Man, porque tiene sus propias particularidades. Es una película muy bien «vendida», popular y con un gigantezco interés de las masas por verla. Era inevitable que acaparara muchas pantallas.
El asunto es ¿qué sucede con todo lo que no entra dentro de esos canónes?, ¿en qué salas se mira? La principal respuesta a esto suele ser pedir el cumplimiento de la cuota de pantalla que exige la Ley de Cine. Para no hacerlo tan extenso y técnico, consiste en una cuota mínima de pantallas que deben reservar las salas para estrenos nacionales y que, en caso de incumplimiento, conlleva una multa. Como la multa es ínfima y el cálculo del negocio hace que sea más rentable no cumplir con la ley, la cuota de pantalla no se respeta y el Estado tampoco hace demasiado por exigirla, digamos todo.
A mi modo de ver las cosas, la discusión sobre el cumplimiento de la cuota de pantalla no es el eje central de la problemática. Desde la diplomacia es una bandera que no se puede bajar, pero nadie con un poco de raciocinio puede creer que esto va a colaborar en solucionar el problema.
Para entender qué hacer hay que pensar el problema en su complejidad. Que se vean poco las películas argentinas no tiene que ver con que sean “malas”, pero tampoco se acaba con la ausencia de pantallas para verlas. Además, no tenemos un público popular formado y expectante por nuestro cine.
En parte esto se debe a que quienes hacen las películas hace muchos años que no piensan en que sus estas se vean y en cómo se deberían ver. El sistema de producción está diseñado para que te seleccionen, filmes, cobres el cheque del subsidio y pasemos a lo que sigue. Formar espectadores, como un objetivo primordial, debería ser una política pública y de los sectores profesionales del cine, y para ello debería mejorarse el acceso al cine nacional desde plataformas como CineAr y desde las salas de cine. Ni hablar de la puesta en marcha de la cinemateca y el mejor vínculo con las escuelas de cine. Pero de eso ya hablamos largo y tendido.
Pero, ¿cómo se logra entonces esto? Bueno, yo creo que es con un Estado que potencie un circuito alternativo más amplio que el actual, con una mayor cantidad de salas, que programe muchas películas, durante más tiempo, y no 3 o 4 cuatro obras por semana en 5 funciones diarias. Estirar los perídos de exhibición, hacerlos convivr con el streaming y que el Estado tenga o fomente emprendimientos que amplien la cantidad de pantallas existentes.
Esto, para cumplirse, tiene un problema y una autocrítica pendiente. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires posee un circuito más o menos interesante de lugares alternativos para ver películas. El Gaumont, el Centro Cultural San Martín, La sala Leopoldo Lugones, el MALBA, el Cine Lorca y algunos cineclubes. Podemos discutir si es mucho o poco, pero lo esencial es que a la mayoría de esos lugares ni siquiera vamos nosotros. No son espacios populares, cuando, a partir de los gritos en las redes sociales, uno pensaría que sacar una entrada para cualquiera de estas salas sería una misión imposible. Es para seguir pensando si no se trata de otro caso donde la proclama parece ser más ruidosa que la cantidad de personas que de verdad están preocupadas por lo que ocurre.
¿Qué estoy leyendo? Compendium, lo mejor de la Revista 24 Cuadros.
Y sí, esto no se va a terminar sin un chivo. Como saben, lanzamos la preventa del primer libro de La 24, se trata de un compendio de notas publicadas en la web y en los especiales a lo largo de los casi 15 años de vida de este proyecto. El libro, que tiene más de 250 páginas, se agrupa bajo cuatro ejes: Temáticas, sobre aspectos particulares del cine o los géneros; Películas, reseñas o análisis de obras específicas; Series, porque fuimos de los primeros en ver venir y en analizar el fenómeno; y Artesanos, con notas dedicadas a cineastas que queremos mucho, de los que más aprendimos, pero que no siempre son los más celebrados.
Esperamos que Compendium sea el primero de muchos más. Por suerte, cómo no hacemos esto por la plata. Solo necesitamos que la edición pague los costos para seguir produciendo. Lo que viene, solo el destino lo sabe. Esperamos que algunos números en PDF más y más libros. Quién dice, a lo mejor con notas originales y exclusivas en ellos.

Por el momento, vayamos a lo real. Pueden comprar de forma anticipada el libro, que estará disponible a partir del 10 de enero, acá y acá. Si no usan mercado pago o algo de eso, también nos pueden contactar y lo solucionamos. Habrá envíos a todo el país y el libro irá donde ustedes quieran que vaya. No se preocupen.
Y así, como quien no quiere la cosa, se termina otro año más de intercambios epistolares en esta columna. Ahora se vienen unas no tan merecidas vacaciones. Capaz escribo algo en el medio, pero es probable que recién vuelva por acá los últimos días de febrero.
Que terminen bien el año. Cuídense, ustedes y a los suyos, no tiren pirotecnia y coman como si no hubiera un mañana. Porque la verdad es que no lo hay.
¡Hasta la próxima!