Los ilusos #6: lindos estrenos, sigue el tole-tole en el INCAA y un recuerdo de Bielinsky
Hola, ¿cómo están?, ¿tomaron su dosis diaria de CDS como Viviana?, ¿pasearon por Palermo Covid?, ¿hicieron una fiesta el martes como mi vecina?, ¿quieren que deje de hacer estos chistes de mierda? Bueno, está bien.
Esta semana que pasó Netflix no ofendió a mucha gente por suerte, de hecho los tuvo a todos mirando un documental sobre el fanatismo de los rusos por Natalia Oreiro. Tampoco salieron a colgarse en Twitter de alguna declaración perdida de Martel. Podemos decir que fue un éxito.
Donde sí siguió movido el asunto es en el expediente de la denuncia que esta delirante productora le metió al INCAA, vamos a hablar más adelante del asunto, pero me quedo con algo que escuché por ahí y que me pareció muy atinado: cuántos quilombos se hubiese ahorrado el cine nacional si Gerardo Romano le hacía la denuncia por acoso.
En fin, les dejo esto y empezamos.
Novedades: la nueva del discípulo de Sokurov, una para ver sin tomar ácido, una para ver de ácido y un gran rockumental
Una aclaración previa, no vamos a hablar hoy, aquí, de The Hater, esa gran película polaca de Jan Komasa. La semana que viene sí, y no solo eso, la vamos a poner en contexto y en comparación con el decálogo de Kieslowski y un poco de historia de la escuela de Łódź. Estén atentos también al próximo podcast de La 24, algo se va a comentar allí.
El nuevo estreno de Mubi es Beanpole, de Kantemir Balagov. A pesar de su nombre, Kantemir no es el centrojás del Rubín Kazán o un aguerrido defensor del Spartak de Moscú, es el discípulo de Alexander Sokurov, el cineasta ruso más importante de los 90 a esta parte. La figurita fácil de Alexander es El arca rusa, esa increíble película del 2002, filmada en una toma única, en la que se recorre toda la historia de Rusia (o eso creo) en un paseo por las diferentes salas del Hermitage. Sin hacer esto muy extenso, uno podría decir que lo más valeroso de este realizador es el hecho de haber podido efectuar una suerte de síntesis entre la tradición formalista rusa y un cine mucho más “despojado” de esto como lo era el de Tarkovsky. Así como Olivier Assayas o Christian Petzold hacen lo suyo actualizando y dándole una cierta continuidad al espíritu de la nouvelle vague y al nuevo cine alemán, Sokurov rescata la vieja tradición rusa y la pone en cierta armonía con la ruptura del director de Stalker. En esa línea, y con esa progresión en mente, es que Beanpole se erige y articula como una película notable, profunda, compleja, repleta de arte e impensada para los tiempos que corren, y menos que menos para un cineasta que tiene 29 años. Si ustedes piensan que hacen cine, están equivocados. Cine hace el amigo Kantemir, nosotros no sé qué hacemos, pero no es eso.
La película cuenta la historia de dos amigas que vuelven del frente de batalla en la Segunda Guerra Mundial, poco antes de que se termine el conflicto bélico. Todo lo relativo a la tradición rusa de la entrega, el sufrimiento y la trascendencia del ser aparece con mucha firmeza en esta película que, sin caer en golpes bajos, construye escenas terribles e impactantes. De verdad, no puedo creer que la haya filmado un pibe que tiene 29 años. Véanla, es de lo mejor que nos va a llegar de Europa en este año.
Otra de las esperaditas en estas últimas semanas es She Dies Tomorrow, la segunda película de la actriz Amy Seimetz. Es medio imposible no asociar a la directora de esta película con Shane Carruth, no solo fue la protagonista de su opus nro.2, Upstream Color, sino que además fue su pareja durante varios años. Días antes del estreno de She Dies Tomorrow se hizo conocida una denuncia que Seimetz le hizo a Carruth por violencia de género, el propio cineasta hizo pública “sin querer” una orden de restricción en su cuenta de Twitter. Lo que pasó después es todo un espiral tóxico horrible: Carruth amenazó gente por redes sociales y hasta bromeó con que le seguiría pegando a las mujeres. Un horror y una muestra cabal del mundo espantoso en el que vivimos. Cada vez se salva menos gente.
No me parecía correcto hablar de la película sin poner esto en contexto, porque, en parte, algo de su trama tiene que ver con la toxicidad y un virus de la muerte que se transmite sin saber bien cómo. She Dies Tomorrow es también uno de esos relatos que comienzan sobre el final del primer acto, un tema que nos viene siendo recurrente en la columna. Una de las protagonistas, Amy (Kate Lyn Sheil), le dice a su amiga Jane (Jane Adams) que va a morir mañana. Su amiga no entiende, parece perturbada, pero luego, ya en otra conversación con otros amigos, también confiesa que ella va a morir al otro día. La enfermedad se propaga y todos los personajes de esta película comienzan a pensar con mucha calma cómo serán sus últimas horas de vida. She Dies Tomorrow es lisérgica, muchas imágenes increíbles y una más de esas maravillosas películas donde el clima está por encima del relato, y en las que el extrañamiento hace lo suyo de una forma virtuosa. Además, tiene un cameo de James Benning. Bravo por Amy Seimetz, ojalá filmé prontito de nuevo. Si hacía falta aclarar, esta es la que les decía que no vean ni en pedo bajo el efecto de drogas psicotrópicas, pueden tener un mal viaje.
Nasha Natasha es un documental de 2016 en el que Martín Sastre (Miss Tacuarembó) sigue a Natalia Oreiro en un tour musical por, literalmente, toda Rusia. Si no estaban muy enterados, los rusos fliparon en su momento con Muñeca brava y Natalia Oreiro es un símbolo cultural del país. Si esto les parece exagerado, imaginen que yo sabía que esto era así y el documental me sorprendió muchísimo. Realmente no tenía la dimensión correcta de lo que Natalia Oreiro significa para ellos. A la película yo le compré todo, hasta esas ínfulas de querer parecer un documental artie profundo, con esa voz en off tarkovsquiana de la B. Es corto, es divertido y funciona. Esta quizá sí vale la pena verla bajo el efecto de alguna sustancia o bebida espirituosa.
La última novedad para recomendar es Los Knacks: déjame en el pasado, un rockumental de Gabriel y Mariano Nesci que se proyectó en el último festival de Mar del Plata, y que luego de un discreto estreno en el Malba llega a CineAr. La película cuenta la historia de uno de los primeros y más populares grupos musicales argentinos formados al calor e influencia de los Beatles, que después de sacar su primer disco desapareció en el ostracismo por casi 50 años. Entrados los dos mil, viendo que eran una suerte de banda de culto en el pasado de la escena nacional, con copias de su LP circulando por varias ciudades del mundo, los músicos se reencontraron y decidieron probar suerte una vez más, un último intento para alcanzar la gloria. El documental es magnífico, los hermanos Nesci se mueven en el terreno que mejor conocen y manejan, y relatan una historia muy parecida a la que ya habían contado en esa gran serie que era Todos contra Juan. Gente que podría haber sido exitosa, que no lo fue. Me resultó un poco inevitable no pensar en mí como cineasta en comparación con Los Knacks. Jamás jugaremos las grandes ligas, pero lo seguiremos intentando, con los amigos al costado y por el placer de saber que es lo único que se puede hacer para seguir vivo. Una película hermosa y de lo mejor para ver en la plataforma nacional.
Un poco de polémica no hace daño: lo del INCAA no para y cada vez es más delirante
Hablamos ya en otra entrega de esta columna sobre el incidente INCAA y la denuncia que recayó sobre el presidente y vicepresidente del instituto por supuestos favorecimientos a las productoras que integraban hasta pasar a la gestión. Recordarán también que en aquella oportunidad hablamos un poquito de su denunciante y que incluso ligamos la operación a lo que ya había ocurrido con Cacetta en el año 2017.
La cosa escaló un poco más en las últimas semanas, porque el incidente tuvo unas consecuencias de las más disparatadas. El allanamiento concedido por el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nro. 7, a cargo de Sebastián Casanello terminó, como sabíamos, con el secuestro de 377 expedientes del instituto, básicamente todas las películas que están en trámite ante el ente oficial. Algunas de estas películas ya se filmaron, otras están en eso y muchas aguardan el subsidio por medios electrónicos (el que corresponde por el estreno y la venta de entradas), lo hilarante del asunto es que como en el marco de la causa judicial se requiere analizar caso por caso y pago por pago, el INCAA no podrá hacer, en principio, ningún movimiento sobre ninguna de esas películas. Esto quiere decir lo que están leyendo, casi la totalidad del cine nacional presentado a la fecha, con crédito otorgado ante el instituto, está paralizado, y solo recién una vez que se analicen los expedientes podrán continuar con su trámite. La pandemia en este sentido ayuda a que todo esto no sea más disparatado de lo que ya es, pero es ridículo. En especial, cuando todo está digitalizado o, llegado el caso, la justicia debería encontrar alguna forma de limitar el alcance de la medida y asegurar el funcionamiento del instituto.
Dicho esto, comienzan los matices. La polémica tiene varias aristas, algunas ya tradicionales e históricas en las gestiones del INCAA. Como comentábamos en la otra columna, es habitual que quien ostenta un alto cargo en la gestión del instituto, antes de eso haya estado del otro lado de la ventanilla. Las formas en las que se hacen los pagos de los proyectos vuelven habitual el hecho de que las películas estén entre dos o tres años, como mínimo, dando vueltas por la burocracia estatal para terminar de recibir el dinero que les corresponden. No es ilógico que Puenzo o Batlle “se deban” plata a sí mismos por films antiguos que realizaron antes de ocupar la conducción del INCAA. La cuestión preocupante, para cualquiera que esté más o menos involucrado en el tema, es que los mecanismos de transparencia nunca han sido el fuerte del órgano oficial y esto exime a cualquier bandera política que gobierne. Siempre hay alguien que facilita un subsidio o mueve un expediente de lugar, forma parte de la avivada tolerable por todos, incluso los mismos cineastas. Todos conocemos a algún productor en la Argentina que solo vive de jugar el rol de facilitador.
Lo novedoso de esta denuncia es que, según circula con mucha firmeza, parece ser más una suerte de fuego amigo al interior de la coalición del Frente de Todos, que no está muy contento con que sea Puenzo quien lidere el organismo. En el medio, como siempre, los trabajadores. Y la justicia, bueno, un tema a parte. Como exempleado judicial recuperado para vivir en sociedad, lamento decirles que no se puede esperar nada muy racional de Comodoro Py.
Recomiendo leer este artículo de La Política Online, este de El Cohete a la Luna y las diferentes comunicaciones del propio instituto, para entender un poco mejor el asunto y sus actores.
¿Qué estoy leyendo?: El fulgor, ideas sobre Fabian Bielinsky
En las próximas semanas se cumplen 20 años del estreno de Nueve reinas, la película argentina que lo cambió todo. Fabián Bielinsky, su director, venía de hacer publicidad y era tan detallista y perfeccionista que no se animó a dar el salto al cine hasta que estuvo seguro de que podía hacerlo bien. Y vaya si lo hizo.
Nueve reinas fue una trompada en la cara para el nuevo cine argentino que veía en el cine de género el peor de los males. La película fue, a la vez, una visión premonitoria de un país a punto de derrumbarse. Extremadamente realista y narrativa. Uno de los mejores guiones del cine argentino, ejecutado a la perfección. Bielinsky vino a decir que era posible hacer otra cosa en el país, que podíamos tener una industria seria y artística. Ese bendito cine de costo medio que tanto anhelamos desde este espacio.
Su temprana muerte, luego de realizar su segunda película, El aura, fue una de las cosas más tristes e inexplicables que sufrió nuestro cine. Se discuten muchas cosas, pero nadie contradice que todo habría sido diferente si Bielinsky hubiese seguido entre nosotros. Con solo dos películas cacheteó a toda una industria, imaginen si hubiera seguido filmando.
A propósito del décimo aniversario de su muerte, allá por el 2016, el BAFICI editó un pequeño libro para homenajearlo y acompañar a las proyecciones de sus dos películas programadas en aquella edición del festival. Se llama El fulgor, ideas sobre Fabián Bielinsky y tiene entrevistas, testimonios y hasta notas del cineasta. Pueden leerlo en PDF, acá.
Si les interesa conocer más sobre la gestación de Nueve reinas y El aura, o sobre la manera de pensar el cine de Bielinsky, es por ahí sin dudas.
Crunchy, ‘elaborado en Grecia’. Este país se va a la mierda.
¡Eso fue todo, gente! Nos vemos la semana que viene.
Pingback: Los ilusos #32: el huevo o la gallina | REVISTA 24 CUADROS
Pingback: Los ilusos #20: felicidades | REVISTA 24 CUADROS
Pingback: Los ilusos #20: felicidades | REVISTA 24 CUADROS
Pingback: Los ilusos #19: el largo Halloween del INCAA | REVISTA 24 CUADROS