Los ilusos #4: documentales sobre rodajes, un barquito por la Segunda Guerra Mundial, un avión tomado y los allanamientos en el INCAA

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Hola, ¿cómo están? Sí, qué sé yo, esto se puso ecléctico y más cambiante. Pero bueno, mi columna, mis reglas.

Ojo, la cuarentena también hace un poco lo que quiere. En AMBA ya todo se parece más a una suerte de “elige tu propia fase” o, como me dijo un amigo, cada uno se maneja según sus niveles propios de autopercepción de fases. Y vos ¿en qué fase te autopercibís?

Mientras tanto, Twitter más que nunca es un antro de epidemiólogos, estadistas y sanitaristas. Todos saben lo que hay que hacer y, en parte, esto se debe a la falta de mensajes claros de la dirigencia política. A Kubrick le atribuyen una frase que parece haber sido acuñada como un mantra por el periodismo en tiempos de pandemia: If you can talk brilliantly enough about a subject you can create the consoling illusion it has been mastered.

La única opinión que me permito, basada en los números, es que resulta bastante poco razonable no cuidarse cuando uno está en la posición de hacerlo. Está a la vista que no es el momento de hacer de cuenta que todo pasó.

Y bueno, sí, mejor pasemos a las películas.

No, no me voy a poner a darles consejos sobre cómo dormir más mejora la salud. Tampoco vamos a hablar sobre los intercambios non sanctos que se dan en las ambulancias de José C. Paz. Sobre justicia por mano propia quizá sí, pero no hoy, van a tener que esperar unos días.

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Así se hacen las películas

Ese es el nombre de un libro del maravilloso Sidney Lumet en el que brinda su método para dirigir y tira varias herramientas para quienes quieran adentrarse en el mundo del cine, que la verdad no es tan glamoroso como nos quieren hacer creer que es.

Por lo general, hay bastante idealización con relación a qué es un rodaje de una película y cómo funciona. Quienes hacemos cine con bajo presupuesto siempre nos preguntamos cómo se hace a niveles más altos de recursos, pero lo cierto es que al final del día la cosa no es tan diferente. Sí, cambian ciertos elementos técnicos y algunas cuestiones que facilitan la producción, pero en determinado momento el diferencial pasa a ser otro. Nada le gana a la preproducción y a saber organizar un grupo de gente. La industria cinematográfica, como toda industria, está inflada por completo de gastos. Los presupuestos son exorbitantes, pero eso no tiene tanta correspondencia con el costo real de filmar y pagarle a la gente por su trabajo, sino más bien con la necesidad de generar gastos satélites que son los que les terminan llenando los bolsillos a los estudios.

¿Por qué me detengo en esto? Básicamente por el hecho de que existe la fantasía de que hacer una película conlleva una serie de rituales y elementos cuya ausencia sirve como justificación y liberación para los jóvenes cineastas que no logran los resultados buscados. La plata y el tiempo nunca alcanzan y al final del día todo depende del proyecto. La película puede ser espantosa pero el rodaje puede ser una experiencia de aprendizaje perfecta. La película puede ser buenísima y el rodaje puede ser desastroso. Ahora bien, el rodaje nunca falla por la plata o el tiempo, lo único que falla es la preproducción, y si esto sale perfecto, el problema entonces son tus decisiones realizativas o un mal guion.

La otra vez tuve una conversación en Twitter por una película muy mala a la que se la justificaba por presuntas condiciones imposibles de producción. Ahora bien, esa película había costado más de cinco palos, todos cobraron por hacerla, y quien la dirigió eligió esas condiciones de producción. Bajo ningún punto de vista esto debe ser tenido en consideración al momento de analizar algo fallido. Todos los problemas que esa película pudo haber tenido saltaban a la vista en la preproducción y, sin embargo, decidieron seguir adelante, a llorar al campito.

A partir de cierto esquema de organización, la plata y el tiempo pasan a ser situaciones manejables. Si tenés 5 mil dólares podés hacer una película razonable con tus amigos. El tema es que tenés que ser una persona razonable y tener una idea razonable. En las escuelas de cine y entre los jóvenes cineastas la razonabilidad es un bien escaso.

Lo que pasa cuando no sos una persona razonable es que necesitás mucha plata. No tenés amigos que quieran ayudarte y tus delirios de artista incomprendido te hacen perder tiempo, preproducir mal y gastar más y mal.

Por otro lado, hay una suerte de confusión de qué ocurre en un rodaje. Pareciera que se piensa a las filmaciones como un lugar donde el director es un tipo histriónico que va revoloteando y creando sobre la marcha, junto con un montón de personas muy estresadas y concentradas en seguirle el hilo a este ególatra de la creatividad. Nada de eso es así. Un buen rodaje es aquel en que lo que se planificó se hizo, todos rieron, se fumaron un pucho, se tomaron un cafecito, y mañana será otro día. La presunta creatividad no es ni más ni menos que la necesidad de tener que solucionar problemas sobre la marcha que no estaban previstos. Y no conozco a nadie que haga películas al que le guste atravesar por una situación así. Estos problemas, cuando no tenés plata, siempre existen, pero, siendo razonable, se pueden mitigar.

Hacer una película siempre es una negociación con la imaginación. Eso que pensabas y no se corresponde con lo real lo tenés que adaptar. Si no lo adaptás no existe, si no existe no hay película. La obsesión de la perfección kubrickeana es eso, una obsesión, solamente tolerable para gente como Kubrick y Kubrick había uno solo, y al parecer no era un buen tipo.

Un profesor de teatro nos decía que “todos quieren ser Cassavetes, pero Cassavetes se levantaba todas las mañanas y se desayunaba dos vasos de whisky”. Hay que bancarse vivir así también.

Pues bien, hacer cine es una cosa y filmar Apocalypse Now es algo muy diferente. No sé muy bien qué es, pero les aseguro que no tiene nada que ver con realizar una película.

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Si el film es increíble, el documental sobre cómo se hizo es demencial. Hearts of Darkness: A Filmmaker’s Apocalypse (1991) está montado a partir del registro de archivo de Eleanor Coppola, documentalista y esposa de Francis Ford, y narra toda la peripecia que fue llevar este delirio inimaginable a la pantalla grande. Nada ni nadie les pueden enseñar a filmar una película así, créanme.

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Sacrificio o Directed by Andrei Tarkovsky es un documental de 1988, dirigido por el polaco Michał Leszczyłowski, que sigue al querido cineasta ruso durante el rodaje de Offret, su última película. El film fue realizado en Suecia con el apoyo de varios colaboradores habituales de Ingmar Bergman, entre ellos Sven Nykvist como director de fotografía. Andrei falleció unos meses después del estreno de la película en el festival de Cannes. El documental no solo muestra a Tarkovsky durante el rodaje, sino que además es una prueba muy concreta de esto que les decía respecto a que una filmación, en cierto nivel, es bastante parecida a cualquiera más allá del dinero que se tenga. El diferencial es su director, por supuesto. Algo interesante de esta película es que aparece ilustrada con algunos pasajes de Esculpir en el tiempo y varias de las reflexiones que Tarkovsky hace allí.

Ambas películas pueden verlas en MUBI.

La semana pasada le pegué a Lucrecia, así que esta vez, como la quiero mucho, voy a reivindicarme un poco pidiéndoles por enésima vez que vean Años luz, el documental de Manuel Abramovich sobre el rodaje de Zama. Soy un poco rebuscado quizá, es probable, pero verán, para mí este documental es tanto sobre el trabajo de Martel como el de Fabiana Tiscornia, una de las mejores asistentes de dirección que tiene el cine nacional. El film es compacto y está focalizado en la directora, pero lo que ocurre en el off, al igual que en Zama, es muy importante. Insisto, si quieren saber qué hace un buen asistente de dirección, es su película. Se ve en Contar.

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Amistades disparatadas hay muchas en la historia del cine, ya les conté mi favorita, la de Richard Linklater y James Benning. Una que yo no conocía y también es muy bonita era la del lituano Jonas Mekas y Martin Scorsese. Al parecer Jonas quedó en visitar a su amigo Marty unos días mientras este filmaba The Departed, y le cayó con su pibe y unas cámaras a filmar el rodaje. El resultado es Notes on an American Film Director at Work: Martin Scorsese, una joya que humaniza y al mismo tiempo agiganta la figura del director de Taxi Driver. Estaba gratis en Vimeo cuando arrancó la cuarentena, lo pusieron privado y ahora lo sacaron, pero alguien llegó a subirlo a Youtube.

Quiero cerrar con un mediometraje chileno que se llama Como me da la gana, un documental del enorme documentalista Ignacio Agüero, en el que interrumpe una serie de rodajes en el país trasandino durante la dictadura de Pinochet para reflexionar sobre la idea de qué importancia tiene hacer una película en aquel momento. Hay una secuela, o una suerte de remake, que se llama Como me da la gana II, en la que Agüero reinterpreta este material rodado en 1985 y lo pone en contexto con la producción chilena contemporánea. Solo logré encontrar online la primera parte de momento, la pueden ver acá.

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Hay muchos otros documentales sobre rodajes, de seguro toquemos el tópico en algún otro momento. Me quedaron afuera dos que me gustan mucho: A.K., de Chris Marker y El teorema de Santiago, de Ignacio Masllorens y Estanislao Buisel.

Novedades: Greyhound y 7500, el regreso de la premisa

En el último podcast tradicional de La 24 hablamos un poco sobre Greyhound y el atractivo de las películas que inician sobre el final del primer acto, el famoso empieza y empezó. No me quiero extender mucho más sobre eso, tampoco repetirme hablando sobre esta película escrita y protagonizada por Tom Hanks. Me parece que es un buen ejemplo de un estilo de cine industrial de costo medio que ya casi no existe y que, al menos en esencia, es posible que regrese con presupuestos más modestos. La película cuenta la historia de un comandante (Hanks) que tiene a su cargo un buque destructor de la marina estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. Su misión será evitar que la flota alemana destruya los navíos mercantes norteamericanos que llevan suministros a los aliados en Gran Bretaña. Una situación muy concreta, donde la narración está puesta por completo al servicio del montaje, la música y la interpretación del bueno de Tom. La pandemia retrasó su estreno en cines y por eso la compró para distribuirla en todo el mundo Apple TV, si usan stremio o son asiduos visitantes de la Bahía Pirata se consigue con mucha facilidad.

En esa misma línea camina 7500, ópera prima del alemán Patrick Vollrath, protagonizada por uno de mis actores favoritos: Joseph Gordon Levitt. Esta película, que se estrenó en el festival de Locarno del 2019, narra la historia de Tobias Ellis (Levitt), un copiloto de un vuelo comercial que va de Berlín a París y que es asaltado por una serie de extremistas musulmanes. Lo más interesante de la película es que no está basada en una historia real y que no intenta hacer una politización del hecho. Digamos que solo toma el contexto –que no es para nada inverosímil– y a partir de allí decide construir un thriller de encierro cuya principal locación es la cabina del avión. El montaje, la utilización del fuera de campo y la interpretación de JGL son claves para generar la tensión que es muy efectiva, sobre todo durante la primera hora. La película la compró para su distribución Amazon, así que se puede ver ahí. Y si no, ya saben, los mismos kiosquitos habituales.

Un poco de polémica no hace daño: nuevos y no tan nuevos allanamientos al INCAA

La mañana del viernes arrancó un poco sorprendida con la novedad de un nuevo allanamiento al INCAA, no es el primero en su historia, e intuyo que no será el último. La denuncia y quien la promueve, tampoco son una novedad.

Sobre quien denuncia prefiero no hablar. Es una suerte de efecto Olmedo, si se la nombra se le da entidad y cobra relevancia. Si la evitamos, sigue ahí, rapiñando algún momento de gloria en el olvido.

Yo no voy a ponerme acá a hacer una declaración a favor sobre la transparencia del Instituto. Escribí en esta misma columna sobre la inequidad del sistema y lo cierto es que todos los que estamos en esto sabemos que, si bien no hay irregularidades muy manifiestas, existen cuestiones que no son de las más transparentes. Ahora bien, lo que uno debería pensar al momento de entender este tipo de operaciones mediáticas es qué persiguen y con qué finalidad.

Quienes suelen tener detrás de su agenda la demonización del sistema público de financiamiento cinematográfico nunca persiguen su mejora, sino su destrucción. No se atacan ciertos papeles que están un poco flojos, sino que se quiere destruir el fondo de fomento y que la producción audiovisual pase a ser más concentrada de lo que ya es.

Esta denuncia va un poco en esa línea, del mismo modo que lo fue el carpetazo contra Cacetta allá por 2017 y que terminó con su salida.

En esta oportunidad, la denuncia que tiene el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nro. 7, a cargo de Sebastián Casanello, versaría sobre un posible favorecimiento de fondos que habrían hecho el presidente del INCAA, Luis Puenzo, y el vicepresidente del organismo, Nicolás Batlle, a sus antiguas productoras.

El propio comunicado del INCAA explica, y creo que con mucha razón, que todo lo que buscaba el juez se puede consultar públicamente mediante el sistema online del Instituto. Si Magoya Films o alguna productora asociada a Puenzo recibieron dinero que no les correspondía, allí se puede verificar con mucha facilidad.

Algo que debe comprender quien lea esto y no esté muy interiorizado en el asunto es el hecho de que el INCAA siempre paga una parte de la cuota, a veces mucho más, del subsidio cuando la película ya está terminada. Esto hace que proyectos que se filmaron en 2018 o 2019 todavía no hayan recibido el dinero que les prometió el Instituto a pesar de haber cumplido con los procedimientos administrativos exigidos. No sería para nada llamativo que alguna productora asociada al presidente del INCAA o su vicepresidente aún tuvieran pagos pendientes de proyectos previos a que se los nombrara autoridades. Y ni siquiera hablamos de un dinero que iría a sus bolsillos, sino de salarios u otros gastos ya comprometidos por estos rodajes que deben saldarse.

Por supuesto, y aquí me permito ponerme el traje de abogado para opinar con conocimiento de causa, en el mundo en el que vivimos un allanamiento es motivo suficiente para que una denuncia se convierta en real y el revuelo público alcance para generar la presión política que se busca. Las verdaderas pesquisas poco importan. Ninguna denuncia contra el Instituto terminó nunca en algo serio, ni siquiera aquellas que podrían tener cierta razonabilidad.

Tampoco se trata de poner las manos en el fuego por ninguna gestión. Insisto, quienes estamos en el tema sabemos que los favores que existen y existirán, y que lo peor de todo es que se disimulan en aparente legalidad y con mucha transparencia, porque al final del día la discusión es la misma sobre la que ya debatimos aquí: una necesaria y profunda transformación del Plan de Fomento para robustecerlo y volverlo más democrático.

Hay, por supuesto, algunos errores de esta administración que son un poco extraños y que no puedo dejar de mencionar. Premiar al vicepresidente de la peor gestión de la historia del INCAA con un nombramiento como flamante presidente del Festival Internacional de Mar del Plata es cuanto menos llamativo.

No tengo nada personal en contra de Fernando Juan Lima. No lo conozco, no lo he leído y tampoco escucho su programa de radio, pero ni siquiera se ha expresado de forma pública sobre la gestión de la que fue parte y que subejecutó el presupuesto del Instituto durante 2018 y 2019. Su cargo era político y, como mínimo, uno esperaría un análisis de ese tenor en lo relativo a una administración en la que fue uno de los principales artífices, por lo menos en los papeles. Nada de eso ha ocurrido.

¿Qué estoy leyendo?

Para seguir con la temática anterior, les recomiendo uno de mis artículos favoritos de internet. Se llama “Nuestros años felices y lo escribió Marcelo Alderete para Encerrados afuera. Repasa toda una serie de intercambios entre Jean-Luc Godard y François Truffaut, una amistad que no terminó bien.

Hace unos meses, al inicio de la pandemia, en una discusión epistolar me acusaron de de ser amigo de la policía. De forma inmediata recordé un fragmento de este artículo que me parece muy elocuente y que describe un poco mi manera de pensar:

Anne Wiazemsky (actriz de Au hazard Baltazhar y mujer de Godard en ese entonces) recuerda una discusión muy violenta aquel verano, durante la cual Godard trató de convencer a Truffaut para que prestara su apoyo a la campaña para clausurar el festival de cine de Aviñon. Truffaut se negó, no sólo invocando su amistad con Jean Vilar, el director del festival, sino también dejando en claro que si tuviera que escoger entre apoyar un motín proletario de la policía y otro de niños ricos ebrios de revolución, se pondría al lado de la policía.

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Bueno, eso fue todo por esta entrega. Cuídense y quién sabe, quizá nos veamos la semana que viene.