The Assistant: lo importante está en el encuadre y en los detalles

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Leves spoilers sobre el desarrollo de la trama.

Desde el estallido del Me Too en octubre de 2017, Hollywood ha intentado dos cosas: por un lado lavar su imagen, evitar que continúen los escándalos y mostrarse hacia la sociedad como una industria renovada; por otro lado, capitalizar económicamente el escándalo.

Esto último no es nuevo, es la respuesta capitalista a cualquier conflicto social y se corresponde con esa mirada bastante sin matices que existe sobre el modo de supervivencia que tiene este sistema de organización social. Cada vez que aparece algo cuestionador al modelo, este intenta tomarlo, insertarlo en su contexto, vaciarlo de contenido y reproducirlo como un producto. Son las famosas remeras del Che, las camisetas de fútbol de la Unión Soviética, etc. No estoy diciendo nada demasiado nuevo ni inteligente. Es la famosa sociedad del espectáculo que describiera Guy Debord en su manifiesto de 1967.

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También se vincula con algo que ya hemos hablado en otros artículos sobre la definición de verdad como un concepto dinámico en el marco de una relación de poder.[1] Lo que se instala como cierto en un determinado tiempo puede luego pasar a ser falso. En 2002 Hollywood ovacionó, premió y reivindicó a Roman Polanski en una ceremonia de los Oscar que pedía a gritos el indulto y el retorno del cineasta exiliado en Europa luego de una violación a una niña de 13 años en 1977. Apenas unos años más tarde, Polanski es mirado de costado en Estados Unidos y repudiado por un gran sector de la industria cinematográfica francesa en la última entrega de los premios César. No, en todos estos años no cambió nada. El hecho es el mismo y todos lo conocían antes y después. Lo que cambió, para bien, es el discurso imperante en esa tensión. No me interesa en absoluto entrar a opinar sobre si hay que ver o no películas de Polanski y la obra y el artista, esa polémica para mí ya fue saldada con mucha lucidez por Lucrecia Martel en Venecia.[2]

En ese afán de querer deglutir cualquier cosa que sea cuestionadora y sacarle plata, Hollywood ha desarrollado en muy poco tiempo una filmografía del Me Too. Bombshell, The Morning Show, Glow, The Deuce son los ejemplos más concretos que se me ocurren, pero además hay un sinfín de películas y series que incorporaron el discurso a su desarrollo original. Que quede claro que no hablo de obras con impronta feminista, sino de aquellas que ponen el eje en el rol de la mujer en la industria audiovisual.

Estos productos no son malos necesariamente, de hecho algunos son notables, en especial los que no están creados o dirigidos por hombres, pero rara vez utilizan la potencia del discurso en sentido narrativo. Por lo menos, la primera vez que yo vi una obra que lo hiciera con esa lucidez fue con la película en cuestión de este artículo, The Assistant, la opera prima de ficción de Kitty Green, quien ya venía de dirigir algunos documentales (el notable Casting JonBenet por ejemplo, que está en Netflix para ver).

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The Assistant es lo que llamaría una película de encuadre, toda la puesta en escena y los movimientos internos y externos están definidos a partir de la elección del cuadro. Pareciera que esto es siempre así en el cine, pero no; de hecho, todo lo contrario. En la mayoría de las películas el encuadre es utilitario a la narración (algo que debemos ver o prestar atención porque es información relevante) o a los movimientos de los personajes (el cuadro se demarca en función de determinada acción que deben realizar los personajes y busca captarla de la mejor manera). Rara vez el cuadro manda y los restantes elementos de la puesta se adecúan a él. Cuando esto pasa lo notamos. No hace falta saber mucho de cine, pero cuando una película pone todo en la forma de encuadrar se siente. Si vieron Columbus, de Kogonada; Retrato de una mujer en llamas, de Céline Sciamma; Zama, de Lucrecia Martel o Jauja, de Lisandro Alonso, solo por mencionar algunas que tengo frescas, podrán advertirlo con claridad.

Es a partir entonces del encuadre que Green define el segundo elemento central de la película que tiene una correlación directa con lo anterior, el fuera de campo. Al delimitar con mucha firmeza qué vemos, la realizadora enfatiza el espacio off y todo aquello que será enunciado pero jamás mostrado en la historia. A su vez, el sonido que ingresa desde el off también pasa a ser algo fundamental.

Ahora bien, ¿de qué va todo esto? Jane (Julia Garner, maravillosa actriz que quizá tengan de Ozark) es una asistente de un poderoso ejecutivo en una compañía de la industria audiovisual hollywoodense. A lo largo de toda la película la seguimos a ella en un día de su trabajo, de inicio a fin. Eso es todo. ¿Suena aburrido? Podría serlo, si no fuera con lo bien que trabaja la película en dos aspectos que la vuelven muy dinámica: el manejo del tiempo y los reveladores de información.

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La directora se toma su tiempo para narrar el día de Jane, pero no abusa y la obra dura casi 90 minutos. Esa duración le permite plagarla de múltiples acciones y sucesos breves que no cansan al espectador y que le dan ritmo visual a la película. Al ser un film donde el encuadre es lo central, no hay un abuso en la fragmentación, es necesario dejar la imagen por el tiempo necesario para que produzca el efecto buscado, es por eso que el dinamismo debe provenir de la sucesión de secuencias. A su vez, cada una de estas secuencias va revelando pequeños detalles del mundo de Jane, sin diálogos explicativos o elementos muy forzados. Desde su lugar de trabajo hasta los abusos que se muestran en esa oficina, todo es representado con mucha sutileza y atención de los detalles. Las acciones de los personajes, los pequeños diálogos, los elementos que aparecen en el cuadro, todo es narrativo.

Que la película se arme a partir del encuadre y que este no sea utilitario también nos obliga a seguir a nuestra protagonista y concentrarnos en su mundo. El resto de los personajes que aparecen en pantalla son casi un decorado. La figura del jefe temerario, que nunca vemos, también se construye a partir de las propias acciones y reacciones del personaje de Julia Garner.

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Hay una escena puntual, que no quisiera spoilear, sobre la que me gustaría investigar más. Esa oficina a la que acude para entrevistarse Jane en el clímax del relato… juego plata que es un espacio institucional creado en las grandes corporaciones a partir del Me Too para evitar nuevas denuncias. Como está de moda decir hoy en día: no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas.

Si ven la película y conocen el caso de Harvey Weinstein, la comparación es inevitable. El tono de la voz del jefe, los hoteles, los cheques, que la historia transcurra en Tribeca, todo hace suponer un vínculo ahí. Más allá de eso, forma parte del anecdotario y no es central para poder entender la película, lo cual es otro gran triunfo del guion.

Vale mucho la pena ver y recomendar The Assistant. Me animó a afirmar que es la primera gran película post Me Too que se anima a abordar el tema con la seriedad, la complejidad y la sutileza que este merece. Además, por fuera de su temática, es una película notable y un ejemplo de cómo organizar toda la puesta en escena a partir de la elección de los encuadres.

 

[1] https://revista24cuadros.com/2017/07/04/eastwood-y-la-construccion-de-la-verdad-analisis-de-banderas-de-nuestros-padres-y-cartas-de-iwo-jima/

https://revista24cuadros.com/2018/08/29/mentira-la-verdad-sobre-the-staircase-y-el-docu-thriller/

[2] https://www.infobae.com/america/cultura-america/2019/08/30/lucrecia-martel-con-infobae-en-venecia-yo-no-escrache-a-polanski-jamas-prohibiria-la-obra-de-un-artista-es-una-barbaridad/