La virgen de agosto: todavía, tengo tiempo, todavía estoy aquí
Una de las cosas más hermosas que me pasó en el 2019 fue tener la oportunidad de filmar una película. Para la mayoría de los que intentamos hacer cine, más aun en Argentina, la película del presente siempre es la más importante. Nunca se sabe cuándo vendrá la siguiente o si es que algún día vendrá la siguiente.
Una de las cosas más tristes que me pasó en 2019 está relacionada de forma directa con lo anterior y es no haber podido viajar a Mar del Plata para el festival de cine por estar en pleno rodaje. No tanto por la ciudad o por el festival, lugares que son pilares para mi vida, sino por el hecho de perderme una película de Jonás Trueba en el cine.
Hace algunos años, en un BAFICI allá por el 2013, una película me cambió la vida. Los ilusos era algo que nunca había visto y que no creía que se pudiese hacer. Por supuesto, hay infinidades de películas sobre el cine dentro del cine, sobre los procesos de rodaje y mil cosas meta más, pero nada me había llegado como el opus 2 del madrileño. Si existe algo como el amor a primera vista, eso fue lo que me pasó. La forma de hablar de los personajes, la manera en la que la película irrumpía en la propia película, la gran interpretación de Francesco Carril y Vito Sanz, todo me interpelaba de una forma que pocas veces me había ocurrido en el cine. La única vez que había vivido algo similar fue cuando vi Un lugar en el mundo y Los 400 golpes por primera vez.
Inmediatamente después de eso, Los ilusos se volvió un faro y una guía para mí. Busqué Todas las canciones hablan de mí, pero no la encontré, por lo que tuve que esperar dos años para reencontrarme con una película de Jonás. Fue en 2015, en el estreno de Los exiliados románticos, cuando entendí que lo que me había pasado no era una casualidad. En esa película se retomaba un mundo en el que habitaban los personajes de Trueba pero ahora se llamaban de otro modo y tenían otros conflictos. Lo mismo, pero diferente. Ya no era algo azaroso, esa forma de hacer películas estaba relacionada de manera íntima con un cine que para ese entonces podía relacionar mejor: Truffaut, Rohmer, Renoir, Cassavettes, entre otros. El cine que ya no era solo el que me gustaba, sino el que intentaba e intento todavía emular.
No sabía que Jonás había venido a Buenos Aires para el festival y no pude hacer el intento de conocerlo. Recién en 2016, ya después de incluso haber filmado una película que para mí es una carta de amor a su cine –mal escrita, es verdad, pero carta de amor al fin– creí que iba a tener la oportunidad de estrecharle la mano (¿se acuerdan? Hubo un tiempo en el que eso se podía hacer). Mandé mail de prensa para asegurarme una entrevista y todo pero el director se enfermó a último momento y no pudo venir. Toda esa decepción pasó a un segundo plano cuando vi La reconquista proyectada en ese hermoso lugar que es el Teatro Auditorium, la sala de cine improvisada para albergar una infinidad de gente en las funciones de la competencia internacional del festival más importante de América Latina.
No había dudas, había encontrado un amigo. Alguien que sin conocerlo me hablaba y representaba en imágenes todo eso que siento, y que me es imposible transmitir o expresar. La nostalgia, la sensibilidad, el apego a lo emocional, la humanidad que impregna a los personajes, los chistes y la presencia constante del cine como un catalizador.
Si llegaron hasta acá entenderán por qué para mí es una tragedia no haber visto La virgen de agosto en el cine. También por el rodaje me perdí la posibilidad de asistir a las proyecciones de Quién lo impide, que organizó el programa de arte de la Universidad Torcuato Di Tella en noviembre, luego del festival, y que quizá haya sido la única oportunidad de ver esa tetralogía de películas que Trueba filmó en el marco de un proyecto personal de abordaje y acercamiento al cine con adolescentes y jóvenes.[1]
Entrando ahora sí en la película, La virgen de agosto es la obra más errática pero al mismo tiempo la más arriesgada de toda la filmografía de Trueba, más incluso que Los ilusos. Está protagonizada y co-escrita por Itsaso Arana, la pareja del director y co-protagonista de La reconquista.
Itsaso da vida a Eva, una mujer de unos treinta y pocos años que decide pasar agosto en Madrid cuidando la casa de un conocido. Según comenta el director, agosto es un mes en el que los madrileños suelen querer huir de la ciudad, el verano y las altas temperaturas son proclives a que las urbes se vacíen y los lugareños buscan refugio en las playas o los ríos de España. El filme sigue entonces a Eva en este deambular turístico por una ciudad que aparece redescubierta en una época del año muy particular.
A diferencia de sus otras películas, en La virgen de agosto aparece una decisión de acercarse con mayor intimidad a los personajes. Siempre fue una intención en las películas de Trueba pero acá hay una sola protagonista, un solo personaje que mueve la acción y que deambula por el espacio. En los otros filmes del realizador esto era diferente, ya fuera por la estructura narrativa o por la forma en la que interactuaban los personajes, siempre había un mayor dinamismo y la atención no terminaba de recaer por completo en el peso absoluto del tiempo en la interpretación. Eva camina y la cámara la sigue, interactúa con gente y va haciéndose de compañeros de aventuras, ella marca siempre el pulso de la acción. No es la estructura, no son varios personajes. Es ella sola, y a veces se toma su propio tiempo.
Itsaso enmarca la película. Le da un encuadre y la deja fluir. La estructura narrativa con el paso de los días en el calendario va dosificando de forma muy efectiva la información sobre Eva, quién es y qué le pasa, actuando como un complemento perfecto sin ser lo que guía el relato. Y en eso Jonás demuestra que es capaz de innovar. Se preocupa menos por contener a la película y le da mayor libertad a su protagonista, consiguiendo meterse más y más en sus emociones y dejando que el espectador se sumerja en ese mundo sin miedo.
Los temas de las películas y su abordaje son decisión de la actriz. Ella escribe el guion y lo ejecuta, define qué mira Eva cuando mira y qué dice cuando habla. La interpretación de Itsaso Arana es emotiva y maravillosa. Perfecta. El director acompaña eso de la mejor manera en que lo sabe hacer, a través de esos planos medios conjuntos brillantes donde la acción se desarrolla sin la necesidad de recurrir a la multiplicidad de cortes. Hay también una suerte de registro documental que completa el diagrama de los escenarios por los cuales transita Eva con individuos que forman parte de una película y no lo saben.
El viaje que hace Eva por Madrid en verano es un viaje interno, donde se pregunta quién es, qué quiere y cómo seguirá su vida. La música juega un papel fundamental y es parte del relato y la narración. La canción de Soleá Morente, Todavía, que acompaña fragmentos de la película, evoca de manera directa lo que le pasa al personaje. Esto es algo que ya ha hecho Trueba con artistas como Tulsa o el recientemente fallecido Rafael Berrio.
La canción se pregunta ¿quién dirige el universo? ¿quién me escucha a mí? Pero en esa duda, que es la misma duda de Eva, también reconoce su presencia en todo ese juego y afirma todavía, tengo tiempo, todavía estoy aquí. Y esto es central. Eva tiene miedo, pero ese miedo la desafía y la motoriza. La impulsa a responderse preguntas, y en ese impulso se da su interrelación con los personajes de la fauna del director que vuelven una y otra vez para hacer lo mismo pero diferente: Isabelle Stoffel, Francesco Carril y Vito Sanz.
En varias entrevistas Trueba sostuvo que para él hacer una película es hacer filosofía. Esto, que el realizador entiende y es consciente que puede sonar grandilocuente, se vuelve más sencillo si pensamos la filosofía como el ejercicio de hacerse preguntas. En mi caso el cine de Jonás me obliga a hacerme preguntas y por eso lo considero un amigo. Y, al igual que la canción de Soleá Morente, me gustaría cruzarlo alguna vez y decirle cuéntame cómo lo haces. Por suerte todavía yo también tengo tiempo.
[1] https://www.losilusosfilms.com/quien-lo-impide
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