Devs ex machina

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Luego de Ex_Machina (2014) y de Annihilation (2018), Alex Garland se ha convertido en uno de los directores de ciencia ficción más fascinantes de los últimos años. Su oficio de guionista sin embargo es anterior y constituye uno de los pilares de su cinematografía. En efecto, si hay algo que define el estilo de Garland es precisamente su extraordinaria condición para traducir conceptos en imágenes. Devs —la miniserie de ocho capítulos escrita y dirigida por este cineasta que se estrenó recientemente en la plataforma Hulu— viene a ratificar esta definición.

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Lily (Sonoya Mizuno) y Sergei (Karl Glusman) viven juntos. Son empleados de Amaya, una empresa dedicada a la investigación y desarrollo de proyectos informáticos. Lily trabaja en sistemas de encriptación. Sergei lleva adelante un proyecto de predicción de decisiones en inteligencias artificiales. Sus hallazgos atraen el interés de Forest (Nick Offerman), el excéntrico fundador de Amaya y supremo gurú en el mundo de la computación. Más aún, Forest se muestra tan satisfecho con los avances de Sergei que lo invita a unirse a Devs, un equipo selecto de desarrolladores involucrados en un proyecto ultrasecreto. Lo poco que se sabe es que los integrantes de Devs tienen acceso a una computadora cuántica con una capacidad de procesamiento infinitamente superior a las computadoras convencionales más avanzadas. Para Sergei y Lily, la noticia representa un sueño hecho realidad. Sin embargo, esta alegría no resulta duradera. Luego del primer día en Devs, Sergei no regresa a casa. Poco después un video de vigilancia lo registra cometiendo suicidio. ¿Por qué motivo Sergei habría tomado esa decisión? Lily tratará de resolver esta incógnita que, por cierto, se halla ligada al enigma de lo que Devs significa verdaderamente.

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Tomando como punto de partida la estructura del thriller, Devs desarrolla una historia de ciencia ficción cuyo meollo es la especulación filosófica. Como en Black Mirror (Charlie Brooker, 2011-2019), circula en Devs la sospecha constante de que algo huele a podrido bajo esa burbuja de arquitectura brutalista, de máquinas que no producen ruido ni contaminación, de personas sosegadas y afables que viven el crunch time como una tardecita de picnic. En efecto, Forest [Bosque] es un arquetipo de lo que Musk [Almizcle] o Jobs [Trabajos] o Gates [Puertas] representan: la figura del gurú, esa criatura mitológica constituida con cerebro de discurso tecnológico y lengua de palabrerío profético. Pero a esta capa de crítica política y social Devs le añade un sustrato de conjetura metafísica. A partir de este punto es donde Garland se distancia de Brooker para acercarse a Borges y, desde entonces, Devs coquetea con una larga serie de teorías de la física, de la teología, de la antropología, de la historia. Entre ellas, la multiplicidad de universos (o los jardines de senderos que se bifurcan) y la posibilidad de capturar el infinito en un punto (o el Aleph).

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Devs no escapa a ciertos desaciertos, justificables no obstante por tratarse de una miniserie que no teme aventurarse en territorio extraño. Maneja un tempo sumamente pausado. Hay capítulos que se diluyen en paneos minuciosos de objetos, de paisajes, de personajes estáticos, acompañados, eso sí, con la excelente música producida por Geoff Barrow y Ben Salisbury (quienes compusieron la banda sonora de Ex_Machina y Annihilation) y por The Insects, dúo experimental conformado por Bob Locke y Tim Norfolk. Hay también en Devs una insistencia sistemática por exponer conceptos matemáticos y filosóficos en desmedro de la acción. Los personajes son cerebrales, monolíticos. Funcionan como piezas de ajedrez abstractas, inexpresivas, sujetas a reglas de movimiento muy estrictas. El único que quizá escapa a esta fatalidad es Kenton (Zach Grenier), una criatura imprevisible, hecha de pura impulsividad. A lo mejor estos elementos agoten en algún momento la paciencia del espectador. El mejor remedio para este problema tal vez sea hacer bing-watching. Por mi parte, no tuve más opción que ir viendo un capítulo por semana y debo confesar que hubo episodios que me dejaron sabor a poco. De todas maneras, el capítulo final me demostró que estos elementos, en gran medida, formaban parte de un juego premeditado: en esa demora y esa impavidez aparentes subyace una travesura borgiana parecida a la de La muerte y la brújula.

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En el célebre cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Borges escribió: “Los metafísicos de Tlön no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica”. Garland demuestra una vez más su audacia al ejecutar una faena similar a la de los metafísicos de aquel misterioso territorio borgiano: con Devs no solo consigue concitar el asombro sino que también convierte la filosofía en una rama de la ciencia ficción cinematográfica.