No quiero prender fuego al mundo, sobre Fallout

La nota que están a punto de leer, estimadas lectoras y estimados lectores, lleva el título traducido de una canción del grupo The Ink Spots, que es una de las principales que integran la banda sonora de los juegos de Fallout, y también puede escucharse en el tráiler y en el segundo episodio de la serie homónima. Aunque cueste creerlo, todos los temas elegidos para acompañar a los protagonistas de las aventuras son de los años 40 y 50 y, aunque no se pensaron como temas alegóricos del apocalipsis, en alguno de sus versos pueden encontrarse relaciones con el fin del mundo conocido que se muestra a lo largo de esta narración. Escuchar al cantante mencionar que “no quiere prender fuego al mundo y sólo quiere encender una llama en el corazón de su amada”, mientras caen bombas atómicas u ocurre una lucha sin cuartel entre dos facciones enemigas por el dominio de un yermo árido, genera, en quienes le dan una oportunidad a esta historia, una emoción indescriptible; lo mismo ocurre con los demás temas que acompañan esta producción que abarca una saga entera de videojuegos y, a partir de abril del 2024, una serie que esperamos se extienda por varias temporadas. Pero no solo de temas enlatados se conforma la música de la serie Fallout, la música instrumental, compuesta por Ramin Djawadi, acompaña y profundiza la ambientación, el suspenso y la intriga a lo largo de los ocho episodios; estos temas están inspirados en la banda sonora original de los juegos que estuviera a cargo del músico Inon Zur.

La ambientación y la trama de la serie presentan una ucronía, es decir, una reconstrucción de la historia a partir de una línea de tiempo alternativa. El mundo ha evolucionado hacia el futuro que se imaginaban los artistas y autores de ciencia ficción a partir de las décadas del 30 al 50; que se hace presente en la pantalla por medio de una estética conocida como retro futuro. La historia es un claro ejemplo de lo que en narrativa se llama desenlace regresivo; comienza con un hecho catastrófico como es la caída de una lluvia de bombas atómicas en el territorio de los Estados Unidos y, a medida que avanzan los capítulos, el espectador va descubriendo los motivos y consecuencias de una trama compleja hasta llegar a esclarecer el punto de partida. Sin interiorizarme en una línea de tiempo que se generó a partir de los diversos materiales que componen toda la saga, puesto que puede consultarse en varios lugares con mucho mayor detalle, daré un poco de contexto para aquellas personas que no conocen de qué van los hechos descritos en la serie. Luego de la II Guerra Mundial y tras el comienzo de la Guerra Fría, la sociedad vive con un gran temor a la guerra atómica. Por ese motivo, un grupo de empresas liderado por Vault-Tec comienza la construcción de una serie de refugios antiatómicos a lo largo de todo Estados Unidos, con la intención de vender un lugar a todos aquellos que pudiesen comprarlo. Aquí aparece el gran fantasma que sobrevuela toda la serie, el capitalismo feroz que lucra con la vida y desgracia de las personas, tema que irá desarrollándose a lo largo de todos los episodios. Finalmente, el 23 de octubre del año 2077, para sorpresa y horror de todo el mundo, comienza la guerra nuclear; sólo dos horas son suficientes para destruir el mundo conocido y transformarlo en un yermo desierto y contaminado por cientos de años. Pero la radiación tiene consecuencias inesperadas y muchos de aquellos que no pudieron conseguir una plaza dentro de un refugio logran sobrevivir por algún motivo y comenzar la conquista del páramo. De esta manera, aquellas especies que se consideran plaga mutan para repoblar la Tierra, diversos insectos gigantes, mamíferos con varias cabezas y extremidades, animales acuáticos y, por encima de todos ellos la Humanidad, cuyos representantes se agrupan en facciones o vagan en solitario luchando por conseguir un lugar en el nuevo mundo. A lo largo de los distintos capítulos aparecerán hombres y mujeres con cambios explícitos en su fisonomía, pero también habrá otros que no podrán distinguirse con facilidad, ya que serán mucho más sutiles, la moral y la cordura entrarán en juego y sorprenderán a más de un espectador.

Llegados a este punto, la acción se desarrollará 200 años después del Fallout (caída) y es llevada adelante por un triunvirato de personajes principales, que representan los arquetipos más icónicos de los juegos. Las vidas de estos tres individuos, cada uno con sus propios conflictos y objetivos, se verán entrelazadas de tal forma que se necesitarán unos a otros en distintos momentos de la trama para poder continuar avanzando hasta el final. Lucy MacLean, interpretada por la actriz Ella Purnell, es una habitante del refugio 33, uno de los silos antiatómicos construidos por Vault-Tec; la desgracia caerá sobre los habitantes de este lugar y Lucy deberá salir al mundo exterior, en una clara representación de la Alegoría de la Caverna de Platón, en busca de la verdad. La segunda arista de este triángulo se encuentra a cargo de Maximus, el actor Aaron Moten, un joven que de niño ha sobrevivido a la masacre de Shady Sands, su pueblo, y que decidió ingresar a las filas de la Hermandad del Acero, una facción militarizada cuyos integrantes más veteranos portan gigantescas armaduras emulando a los antiguos caballeros medievales. El actor Walton Goggins cierra este trío interpretando a Cooper Howard, un antiguo actor convertido en necrófago; seres humanos que sobrevivieron a la radiación consiguiendo una vida casi eterna a costa de tener todo su cuerpo quemado y lucir como zombis; con el tiempo el sistema nervioso de estos seres comienza a deteriorarse y los necrófagos se tornan salvajes y completamente faltos de conciencia, estos efectos pueden ralentizarse por medio del consumo periódico de una droga. Cada personaje cumple una función narrativa específica dentro de la trama, siendo Lucy la que va develando una realidad sorprendente y violenta a la que debe sobrevivir paso a paso para conseguir su objetivo y regresar al refugio. Maximus es quien, a modo de guía turístico, lleva a Lucy y al espectador, por diversos lugares y presenta algunos momentos de la historia más reciente del yermo, mientras intenta por todos los medios convertirse en un caballero de la Hermandad. A su vez, Cooper, sobreviviente de la lluvia de bombas y, por lo tanto, habitante del antiguo mundo, es quien nos muestra por medio de flashbacks, las verdaderas razones de la Guerra, mientras busca desesperadamente respuestas a una realidad angustiante y terrible.

Pero Fallout no podría ser la gran narración que es si no contase con una serie de personajes secundarios y terciarios que aportan profundidad, ambientación, y sirven también como reveladores de información de una trama muy fragmentada y compleja. Los habitantes del refugio 33 también presentan sus propios conflictos y son representativos de una sociedad ordenada y dominada por el control moral y las buenas costumbres. A medida que la vida en este lugar va desarrollándose, vamos tomando conciencia de que las cosas no son tan perfectas como se pretende hacer creer y los refugios encierran un secreto desolador. Los aspirantes, soldados, caballeros y líderes de la Hermandad del Acero muestran una faceta dura y militarizada, muy acorde con el antiguo fascismo de mediados del siglo XX. Los distintos habitantes del yermo se dividen en facciones, algunas pacíficas que intentan reconstruir la sociedad y otras violentas que desean establecer su poder; el idealismo más altruista y la megalomanía más nociva conviven en un mundo que, a pesar de todo, intenta seguir funcionando.

En conclusión, gracias a su profundidad temática, una trama fragmentada, compleja y bien narrada, sin necesidad de dar explicaciones forzadas por miedo a que los espectadores no comprendan lo que están viendo; un grupo de personajes principales y secundarios con diversos matices, secretos y objetivos, estamos frente a una gran candidata a ser la mejor serie del año. Fallout “sólo quiere encender una llama en nuestros corazones”, y lo logra con creces.