Nocebo: la terapia capitalista y sus efectos secundarios

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Lorcan Finnegan es un director irlandés que comenzó a ganar renombre con Vivarium(2019), su segundo largometraje. Con Nocebo (2022), su filme más reciente, viene a consolidarse como uno de los directores más potentes en el género del terror de estos últimos años. Me atrevo a afirmar esto porque Lorcan Finnegan es uno de esos pocos cineastas que exploran lo raro e inquietante que subyace en los mecanismos de explotación de nuestro capitalismo tardío. Así como ocurre con Vivarium, el simbolismo que aporta el título de esta nueva cinta no se trata de una simple coincidencia. Se llama nocebo al efecto pernicioso que deriva no de la terapia o de la medicación, sino de la mala expectativa que el propio paciente posee en relación con el tratamiento que está afrontando. Nocebo, por lo tanto, es antónimo de placebo. Y esta oposición plantea de entrada un juego intrigante.

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Nocebo contó con el financiamiento de las agencias estatales de Irlanda y Filipinas, además del apoyo de productoras independientes como RLJE Films, XYZ Films, y el aporte de Lovely Production, el propio estudio de Lorcan Finnegan. Nocebo representa también la tercera colaboración del cineasta con el guionista Garret Shanley. Se estrenó a fines de noviembre de 2022 en cines y Shudder entre otras plataformas de streaming. Nocebo relata los síntomas físicos y psicológicos que padece Christine (Eva Green), una exitosa diseñadora de ropa infantil, luego de un hecho traumático que nadie de su entorno se atreve a nombrar. Sin embargo, un día se aparece a su puerta Diana (Chai Fonacier), una mujer de origen filipino que alega haber respondido a su llamado para asistirla. Poco a poco, entre Christine y Diana se establece una relación de dependencia creciente, fundada en ciertas prácticas de medicina no convencional que Diana le propone a Christine para curarse. Este vínculo despierta la suspicacia de Felix (Mark Strong), el esposo de Christine. De esta manera, el conflicto estalla. Y lo que surge es el miedo a lo que acecha más allá de las fronteras de la seguridad burguesa.

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Nocebo construye el suspenso a partir de lo que no puede pronunciarse. Christine no quiere hablar de lo que le ha sucedido. A su alrededor todas las personas conocen este hecho, pero tampoco lo mencionan. El cuerpo de Christine, no obstante, declara por ella y por todos los demás: formula dolores imaginarios (una quemazón en la piel), manías inexplicables (dormir con una máscara de oxígeno), alucinaciones feroces (un perro devorado por garrapatas). Felix, por su parte, no se atreve a cuestionar la relación entre Diana y Christine porque sabe que bordea un territorio peligroso que franquea los límites de lo políticamente correcto. En su desconfianza, habita una profunda xenofobia a la que rodea con subterfugios de europeo blanco bien educado y muy adinerado. La única persona que quizá consigue expresarse sin tapujos es Bobs (Billie Gadsdon), la hija de Christine y Felix. Al principio, Bobs expresa su rechazo hacia Diana. No obstante, ese abierto repudio es lo que, de manera paradójica, le permite franquearse con la extranjera. Si bien es cierto que ningún miembro de la familia escapa a la caída, por lo menos la parte que le toca a Bobs asume un matiz ambiguo. Bobs recibe un don que implica tanto una bendición como una desgracia. Implica perder buena parte de su identidad occidental y burguesa pero, al mismo tiempo, le permite asumir lo extraño (eso que nadie a su alrededor tampoco se atreve a nombrar) como parte de su naturaleza. En otras palabras, mediante el don recibido, Bobs abre una línea de mestizaje.

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La génesis de Nocebo nos aporta claves de interpretación muy valiosas. En una entrevista, Lorcan Finnegan comentó que él y el guionista Garret Shanley partieron de la idea de recuperar las historias folclóricas de las llamadas wise women —término que nosotros podríamos traducir como curanderas— cuya tradición fue erradicada por el cristianismo. En esa búsqueda, se toparon con las babaylán de las Islas Filipinas, sacerdotisas que, con la llegada de los españoles, padecieron un destino similar a las wise women de Irlanda. Sin embargo, además de los numerosos puntos en común entre el folclore filipino e irlandés, Finnegan y Shanley notaron también coincidencias en el desarrollo de una cultura del consumo y la explotación derivada del colonialismo. Un caso evidente ocurrió el 13 de mayo de 2015 con el incendio de Kentex Manufacturing, una fábrica de ojotas en donde 74 personas quedaron atrapadas en un segundo piso, con ventanas cubiertas con barrotes y sin escaleras de evacuación. Sobre este hecho, Lorcan Finnegan comentó lo siguiente: “En esencia, esto fue el resultado de personas que no aplicaron las normas de seguridad solo por abaratar costos. [Nocebo] se inspira en ello, en el surgimiento de la moda rápida, y en esa suerte de explotación neocolonial que ocurre hoy, en el que una empresa puede residir en los Estados Unidos y toda su producción fabril desarrollarse en Filipinas, Vietnam u otro país. De esta forma, después esos tipos se lavan las manos y se libran de toda culpa si sucede algo nefasto, puesto que no es su territorio. Algo que es ilegal en los Estados Unidos, en otro país puede ser legal o directamente se puede fingir que no pasa nada si se hace eso.”

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En Nocebo, Lorcan Finnegan no se limita solo a mostrar el miedo a lo que acecha más allá de las fronteras de la seguridad burguesa, sino que también, con exquisita maestría, lo denuncia como un síntoma pernicioso —o efecto nocebo— de nuestro presente capitalista. Al capitalismo le encanta fabricar monstruos e historias de horror que habitan fuera de su área de cobertura. Pero lo cierto es al revés: el capitalismo es el verdadero monstruo, la verdadera historia de horror.