The Night House: allí no hay nada (lo sé)

1

Desde 2007, David Bruckner venía escribiendo y dirigiendo cortos de terror que integraron las antologías The Signal (2007), V/H/S (2012) y Southbound (2015). A partir de 2017, su nombre comenzó a resonar con mayor fuerza cuando se estrenó The Ritual, largometraje inspirado en la novela homónima del escritor británico Adam Nevill —autor de la novela No One Gets Out Alive que también se ha adaptado al cine y estrenado en Netflix—. The Ritual cuenta la historia de un grupo de amigos que deciden embarcarse en una excursión a un bosque en Suecia. El relato arranca con una tragedia que alimenta tensiones entre ellos. Sin embargo, cuando llegan al paraje remoto, los amigos deben sobrevivir a una fuerza extraña que los acecha, cuyos únicos indicios son amuletos y signos ligados a algún ritual misterioso. En The Ritual persiste cierto estilo de cinta de clase B propio de los primeros cortometrajes de Bruckner. Pero también se anticipa algo que define en gran medida el tono de The Night House: la necesidad de tramitar con lo indecible de las situaciones trágicas.

2

The Night House (2020) —estrenada en Argentina como La casa oscura— tuvo su première en el festival de Sundance a principios de 2020. A causa de la pandemia, los productores aplazaron su estreno en salas hasta septiembre de este año. La larga espera se alimentó con las buenas expectativas generadas por los comentarios positivos de la crítica. La película cuenta la historia de Beth (Rebecca Hall), quien debe enfrentar el duelo por la muerte de su esposo Owen (Evan Jonigkeit). Beth es maestra de escuela y vive en una hermosa casa a la orilla de un lago, diseñada y construida por Owen. Beth se muestra reacia a expresar su tristeza. Su amiga Claire (Sara Goldberg) trata de estimularla a preservar los mejores recuerdos de Owen. Sin embargo, Beth solo manifiesta rabia e impotencia. Por las noches, Beth no logra conciliar el sueño. A veces siente una presencia que no sabe definir si es producto de la vigilia o de su propia imaginación. Beth entonces comienza a revisar las pertenencias de Owen y encuentra indicios de una vida secreta. ¿Será que Owen le ocultaba cosas a Beth? A medida que su pesquisa avanza, la presencia de la casa se torna más activa, más enigmática, más siniestra. ¿Es esa presencia el fantasma de Owen? ¿O todo eso no es más que un síntoma del duelo?

3

Para ver The Night House, lo más recomendable es que sepan lo menos posible sobre la trama. Por eso me estoy limitando a mencionar solo minucias del argumento. Gran parte del filme se sostiene sobre lo que vamos descubriendo poco a poco junto a Beth. En este sentido, The Night House apela mucho más a los recursos del thriller que a los del terror. La historia se configura lentamente, con gran estilo, siguiendo el ritmo pausado de ciertos trazos que van esbozando una imagen. La trama de The Night House imita el proceso de revelado de una fotografía. Por eso, quizá no sea apta para quien anda en busca de sustos constantes y crecientes. En The Night House abunda la intriga y escasean los jump scares.

4

El otro pilar sobre el cual se sostiene el relato es la soberbia actuación de Rebecca Hall. La actriz británica compone magistralmente a un personaje atravesado por la rabia, la impotencia, el dolor. Si nos interesan todos esos indicios imprecisos que Beth encuentra, es porque conectamos con esa obsesión suya que asume dimensiones descabelladas. Su silencio, su melancolía, su furor frente a lo imposible nos impulsa a acompañarla hasta los confines de su pesquisa trágica.

5

El juego que The Night House propone se halla en consonancia con el que plantean filmes como The Babadook (Jennifer Kent, 2014), The Monster (Bryan Bertino, 2016) o Relic (Natalie Erika James, 2020): la traducción de lo indecible al lenguaje del terror. En el caso de The Night House, la muerte de Owen se convierte para Beth en un enigma que ella intenta resolver con piezas sueltas, dispersas, condenadas a no integrarse nunca. Beth insistirá en reunir esos fragmentos para tratar de hallarles un sentido. Sin embargo, ese rompecabezas inconcluso mostrará siempre lo mismo: nada. El camino de la aceptación de la ausencia de un ser querido casi nunca se escribe en línea recta. Sigue más bien una espiral laberíntica donde la nada acecha como un fantasma. Beth sabe que allí no hay nada: es el dolor —o el terror— lo que le impide decirlo.