The Unholy: rascando la olla en Banfield (Massachusetts)

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Hace unos días, en su columna Fabio nos contaba que los cines y los servicios de streaming parecían estar rascando la olla porque no quedaba mucho ya de las películas producidas en 2019 y 2020. En ese sentido, The Unholy (Evan Spiliotopoulos, 2021) me parece la mejor prueba de esta aseveración: es la parte que se quema en el fondo de la cacerola después de recalentar un guiso varias veces.

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La película es una adaptación muy lavada de Shrine —que, si mal no recuerdo, acá se llamó Santuario— una novela escrita por James Herbert, publicada en 1983. Herbert fue parte de una estela de escritores de terror bestseller que, entre otros, incluía a Frank De Felitta, John Saul, William Peter Blatty, William Hjortsberg y al mismísimo Stephen King. Retomando la metáfora culinaria, se nota que los productores de esta película también venían ya de rascar otra olla: la del guiso recalentado del terror de los años 80. Como sea, la cosa pintaba más o menos bien. Habían convencido a Jeffrey Dean Morgan para que aceptara el papel protagónico, además de contar con los veteranos William Sadler y Cary Elwes. Para febrero de 2020 tenían todo preparado para iniciar el rodaje. Sin embargo, a una semana de arrancar, debieron suspender la producción por la pandemia. Lo que pasó después es de lo más previsible: terminaron la película a los ponchazos. No hace falta investigar mucho para darse cuenta de esto: basta con ver el resultado.

(L to R) Jeffrey Dean Morgan and Katie Aselton in Screen Gems THE UNHOLY

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Gerald Fenn (Jeffrey Dean Morgan) es un periodista caído en desgracia. Su carrera se arruinó cuando se descubrió que fraguaba noticias. Desde entonces, vive de la venta de noticias truculentas a medios marginales. Por un puñado de dólares, Fenn llega al pueblo de Banfield, Massachusetts, donde un granjero declara que su ganado ha sufrido mutilaciones misteriosas. Fenn entrevista al granjero y pronto comprende que a la historia le falta gancho para convertirse en una noticia atractiva. Mientras busca cómo maquillar el relato, en el hueco de un árbol seco encuentra una muñeca de 1845 (tiene una etiqueta de su año de origen igual que las marcas de jeans). El granjero le explica que son talismanes que los antiguos pobladores solían enterrar para atraer suerte. Fenn ve ahí el germen de una historia. Decide romper la muñeca para justificar que las mutilaciones de su noticia son producto de un maleficio. Menos mal. Si a Fenn se le hubiera ocurrido investigar esa costumbre peculiar o procurar vender la muñeca en una casa de antigüedades, nos hubiéramos quedado sin película. La cuestión es que, al partir de Banfield por la noche, Fenn se cruza con una muchacha en medio de la ruta. Se tira a la banquina para no chocarla. Baja de su Jeep último modelo —¿qué periodista caído en desgracia no tiene un Jeep último modelo?— para ayudarla. Entonces ve que la muchacha camina hasta el árbol seco donde él había encontrado la muñeca. La muchacha murmura cosas. Más tarde, Fenn se entera de que esa muchacha se llama Alice (Cricket Brown). Es la sobrina de Hagan (William Sadler), el sacerdote del pueblo. Lo sorprendente del caso es que la muchacha es hipoacúsica. Alice, no obstante, pronto revela que ha recuperado el habla para transmitir el mensaje de María. El milagro provoca un revuelo que atrae al obispo Gyles (Cary Elwes) y a monseñor Delgarde (Diogo Morgado), un investigador enviado por el Vaticano. Fenn trata de recuperar su reputación exigiendo el acceso exclusivo a la información. En medio del alboroto mediático y el fervor de los creyentes, sin embargo, de a poco surgen indicios de que una fuerza maligna se oculta tras el fenómeno sobrenatural.

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Creo que uno de los mayores desaciertos de esta película es comenzar revelando el verdadero origen de los milagros. Después de eso, lo que ocurre en la historia carece de suspenso. Para colmo, la historia sigue los procedimientos convencionales de una historia de terror sobrenatural. De principio a fin, la cinta no nos depara una sola sorpresa. Tampoco gana cuerpo con proponer una tibia crítica a la explotación de los fenómenos religiosos por parte de la iglesia y de los medios de comunicación. Técnicamente, lo que más destaca es la fotografía. Los planos de espacios abiertos logran componer cierto aire gótico sobre todo al principio. Pero gran parte de la película transcurre en espacios cerrados, imagino que a causa de las restricciones por la pandemia. En esas escenas, la imagen decae al punto de parecer un telefilm grabado a las corridas. En cuanto a los actores, Jeffrey Dean Morgan anda por ahí como el papá famoso al que invitaron a participar en la obra de teatro de la escuela de sus hijos. Le pone onda, pero los que le acompañan en gran parte de las escenas parecen extras de Todo por 2 pesos. Un ejemplo de eso es la escena del milagro del niño en silla de ruedas que vuelve a caminar: no sé si da más risa o vergüenza ajena. Y bueno, lo peor de todo son los efectos especiales. Me pregunto qué pasó con el presupuesto. Quiero decir, es una película distribuida por una multinacional como Sony. Puedo entender que las restricciones obligaron a usar en todas las escenas de muchedumbre a los mismos nueve o diez extras que tenían a mano. Pero ¿qué pasó con el fuego de CGI? Todos los incendios parecen filtros injertados por un tiktoker.

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En fin, como solía repetir cierto periodista infame de la televisión, mejor lo dejamos ahí. Antes que gastar banda ancha bajando The Unholy, les recomiendo que busquen Santuario o cualquier otra novela de James Herbert. La crítica literaria británica suele llamarlo el Stephen King inglés. El año de su fallecimiento, Neil Gaiman lo despidió con estas palabras: “Para muchas personas, Herbert constituyó el soundtrack de sus años de adolescencia”.