Boss Level: un Groundhog Day para arcade

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Me inclino a pensar que el cruce entre el cine y los videojuegos ha mejorado en los últimos años. Sobre todo, porque han surgido un puñado de directores y guionistas que comprendieron que la relación entre el cine y los videojuegos no se limita a una mera transcripción servil. Al igual que con la literatura o con los cómics, la adaptación del videojuego al cine implica comprender la condición de la obra original en cuanto objeto estético dotado de autonomía. Si se quiere trasladar el mundo del videojuego al cine, no solo se debe contar una historia, sino también traducir sus mecánicas al lenguaje cinematográfico. Un buen ejemplo de eso se da en Willy’s Wonderland (Kevin Lewis, 2021), cinta a la que le he dedicado una reseña. Otro caso que me parece emblemático es esta pequeña pieza de relojería llamada Boss Level (2021).
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Boss Level fue dirigida por Joe Carnahan, un director que en su curriculum incluye filmes como Smokin’ Aces (2006), la adaptación de The A-Team (2010) o The Grey (2011), películas con un perfil de acción que trata de emular con cámara nerviosa la época dorada del género. En cuanto a Boss Level, Carnahan también participó en la reescritura del guion a partir de una idea original elaborada por Chris y Eddie Borey. Ambos escritores tienen como antecedente el guion de Open Grave (Gonzalo López-Gallego, 2013), otro filme que coquetea con la narrativa de videojuegos, en particular, la del Survival Horror. La fusión de ambas perspectivas —la inclinación por el cine de acción clásico y el interés por explorar la narrativa de videojuegos— da como resultado Boss Level, una película que con el título declara abiertamente su filiación.

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Roy Pulver (Frank Grillo) es un soldado retirado de las fuerzas especiales que despierta todos los días con el zumbido de un machete rozándole la cabeza. Este hecho se ha repetido al menos 139 veces, por lo cual Roy ha memorizado ya los ataques de su asesino y ha aprendido a esquivarlos sin esfuerzo. Roy ignora cómo ha acabado en esa repetición tediosa. Ha buscado la manera de romper el bucle de diferentes maneras, pero siempre, de un modo u otro, ha terminado en las garras de algún asesino y, en vez de morir, ha despertado de nuevo como al principio, con el zumbido de un machete rozándole la cabeza. El tedio de la reiteración lo lleva a extrañar más que nunca a su exesposa, Jemma (Naomi Watts). Jemma lleva años trabajando en un experimento secreto dirigido por un militar, Ventor (Mel Gibson). Roy procura comunicarse con ella una vez tras otra. Su última esperanza es que Jemma pueda hallar algún modo de ayudarlo a escapar de ese día que nunca termina.
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Joe Carnahan había comenzado a trabajar en este proyecto en 2012. En aquel entonces se titulaba Continue, imitando la manera en que los juegos de arcade nos invitaban a seguir jugando (y poniendo fichas) luego de que perdíamos nuestra última vida. En aquellos días, Carnahan definía al proyecto como “un Groundhog Day convertido en una película de acción”. Está claro que el director no reniega de sus fuentes. De hecho, comparte también mucho del ADN de Source Code (Duncan Jones, 2011) y Edge of Tomorrow (Doug Liman, 2014). En cuanto a la acción como género, no es casual que el director eligiera nombres con sobrada experiencia en el terreno como Frank Grillo para encarnar el papel protagónico y Mel Gibson para encarar el rol de antagonista. Ambos actores ejercen la función de arquetipos del género: Gibson en tanto vicario de una línea clásica, Grillo como embajador de un estilo más pos-VHS. Por su parte, la composición de los asesinos que persiguen a Roy se plantan en una línea fronteriza que recuerda tanto a esos personajes pintorescos con los que Guy Ritchie suele poblar sus juegos, trampas y armas humeantes, como a los final bosses típicos de videojuegos como Double Dragon o Final Fight.

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Pero las referencias de Boss Level no se agotan allí. Sus raíces llegan hasta los beat ’em up y los videojuegos de lucha. En este sentido, los primeros 30 segundos de la película constituyen una declaración de principios. Con música de 8-bits de fondo, se presentan los logos pixelados de las productoras. Fundido a negro. Se oye el sonido de una ficha que se introduce en la ranura de un arcade. De inmediato, aparecen dos recuadros grandes en los extremos laterales de la pantalla, separados por una grilla de personajes. En recuadro grande de la izquierda aparece el retrato pixelado de Roy. Debajo de este, la leyenda “1P”. Bajo el recuadro grande de la derecha se lee “2P”. Un marco rojo se desliza por la grilla. De este modo, en el recuadro grande de la derecha van apareciendo brevemente nombres y caras pixeladas. Al final, el marco rojo se detiene en un contrincante: Mr. Goodmorning. La frase “Press Start” titila durante un par de segundos. Luego, la película comienza.
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Boss Level es para mí una de las sorpresas más gratas de este año. Es una película que rinde culto al cine de acción clásico aplicando un giro muy ingenioso: en vez de intentar tender lazos con esa tradición estética por medio de la resurrección de sus reglas canónicas —así como lo hace la saga John Wick—, Boss Level opta por traducir un lenguaje de los arcades, un universo que también conoció sus días de gloria en aquella época. Si a fines del siglo XX los héroes de acción no conocían la muerte, hoy la encaran como un simple contratiempo: saben que van a resucitar ni bien nosotros volvamos a presionar Start.