Nomadland: la maldad de romantizar el capitalismo

Salvo que vengas de familia con plata, la vida es dura. Y, salvo que te las hayas arreglado para que tus años de cúspide productiva hayan rendido frutos, más dura se pone a medida que avanza.

Buenos días a todxs, bienvenidxs otra jornada más a mi sección: reseñas que no sé cómo desarrollar y que salvo desvariando en primera persona.

Sin más preámbulos, hoy presentamos: Nomadland, la tercera película de la directora Chloé Zhao. La película cuenta en un principio la historia de Fern (Frances McDormand), una mujer de casi sesenta años que, como muchos otros, no tiene un trabajo estable. Esta situación, provocada por una mala racha irreversible hace muchos años ya, la deja durmiendo en una casa rodante que es todo lo que tiene.

Demasiado orgullosa para aceptar la ayuda de los familiares que la ofrecen, Fern se desempeña como trabajadora golondrina, yendo de un lugar a otro del país según la temporada para desarrollar trabajos cortos y mal pagos.

En un depósito de Amazon conoce a Linda May, una señora de la tercera edad en su misma situación, que le habla de una suerte de campamento de caravanas en el que se desarrolla un estilo de vida nómade, compartido, con el trueque y cierto compañerismo como bases.

Fern, escéptica, dice que no. Múltiples situaciones ásperas, entre ellas la dificultad de conseguir lugares para estacionar su casa rodante en la noche y dormir, la hacen cambiar de opinión. Y allí va.

Pero, distraigámonos un momento para hablar de otros factores que hacen al film: Nomadland fue recientemente nominada a cinco categorías de los Premios Óscar y –sin desmerecer a todas las otras áreas– son las categorías que al público general le importan: Nomadland y su equipo compiten por mejor película, mejor dirección, mejor actriz, mejor dirección de fotografía y mejor guion adaptado.

En un año inusual para las producciones como lo fue el pasado 2020, es normal que un par de películas estén monopolizando las nominaciones, pero lo de Nomadland es bestial, y tiene toda la apariencia de que los resultados serán arrasadores como esa vez que La La Land se llevó hasta las sobras del catering a la casa.

¿Merece la película tales galardones? La verdad, no es una pregunta que esta cronista pueda responder así como así, pero con toda mi objetividad y mis conocimientos trataré de hablar ahora de sus virtudes para luego sucederme con sus desgracias.

Chloé Zhao hace delicias en su obra: el tratamiento de dirección en conjunto con los de fotografía, arte y sonido crean un universo de increíbles y fantásticas características que junto a la actuación de Frances McDormand sumergen al espectador en un vaporoso sueño de planos abiertos, en mano, llenos de rosados y violáceos y azules en una paleta de colores análogos que se combinan de manera sublime con el uso de la luz natural plena y difusa del invierno estadounidense.

Y es este ensueño lo que resulta conflictivo.

De montaje lento pero preciso y cámaras desprolijas adrede, Nomadland promete reflejar una dura realidad, pero el exceso de lo etéreo en su belleza deja un sabor dulce que puede pecar de desatinado. Esto se ve realzado por un elemento discursivo del guion que se hace presente en el segundo acto y que acompaña hasta el final. Obvio, no es una cuestión meramente estética lo que conflictúa mi escritura. La forma por sí sola, lo que describo percibir, podría ser un recurso precioso. Pero esa pequeña subtrama que luego se desarrolla para formar parte de la tesis es lo que me cuesta.

Y eso es, la remarcación constante de parte de los personajes sobre que el estilo de vida nómade es una bendición. Y una cosa es sacar lo mejor de las malas situaciones o incluso aprender a amar y agradecer la vida que uno lleva, pero nunca podrá ser una bendición la pobreza, el desempleo, el desamparo estatal que provoca la vida nómade. Y no se habla tanto de eso como se debería estar haciendo.

Fern como personaje no refiere ni traduce este tipo de cuestiones: no es para ella su vida ni una bendición ni una maldición; es lo que es y tiene como todo sus pros y sus contras. Pero a medida que se va adentrando en el grupo de nómades, más se escuchan y propagan estos discursos. Y es complicado.

Nomadland es una película de estética gloriosa y actuaciones maravillosas, y se presenta como una fuerte y justa candidata para las nominaciones que ha recibido, pero quizás, sólo quizás, haya que replantearse un poco su consideración para mejor guion adaptado.

Quizás, sólo quizás, haya que replantearse qué significa que un máximo exponente del statu quo como lo es la Academia se plantee darle un premio a una película que –probablemente sin maldad– ilustra al final las bonanzas de vivir “fuera” del capitalismo gracias al constante empuje, roce y violencia estatal del país que encarna lo más crudo del capitalismo salvaje.

Más allá de los sentimientos y elecciones personales de cada uno al final del día, nunca está de más replantear los reales dadores de cada modelo actancial: las verdaderas raíces de las situaciones que llevan a actuar de una u otra manera; y jamás de los jamases, perdonarle el abandono a quien debería dar abrigo, porque las elecciones no son libres cuando se dan entre la espada y la pared.