Los ilusos #23: temporada de premios y falsos documentales

Hola, ¿cómo están? Espero que muy bien, y que si tienen algún amigue en el Ministerio de Salud hayan aprovechado para vacunarse antes de la eyección del ministro.

Sí, ya sé. La semana pasada esto no salió y no avisé. Les diría que no va a volver a pasar, pero ya saben cómo es. Además de algunas cuestiones personales que lo impidieron, el motivo del atraso es la edición del nuevo especial de La 24. Se viene un número dedicado de manera íntegra a Ridley Scott, alguien que para nosotres es una figura central del cine de los 80 a esta parte. No lo voy a tesear más, porque todavía falta un poquito. Esperamos tenerlo listo para algún día de abril.

Esta semana vuelven finalmente los cines. Salieron las modificaciones y autorizaciones en el Boletín Oficial y las salas ya están dispuestas a su apertura. La oferta disponible se las anticipé, que conste, es bastante pobre. Veremos cómo evoluciona en las próximas semanas. Ojo que capaz llega el Snyder Cut (¿?)

El pasado domingo fue la ceremonia de los Golden Globes, el primero de los eventos “grandes” de la temporada de premios. Nomadland, una película que voy a mencionar en esta edición, ganó el premio a mejor película en la categoría “drama” y Borat 2 hizo lo suyo en “comedia”. Le dieron un premio póstumo a Chadwick Boseman por Ma Rainey’s Black Bottom; Minari, una película estadounidense, se llevó el premio a mejor película de habla no inglesa; y no le dieron nada a Normal People (inentendible). Si bien no suele ser la brújula más correcta, sí es posible entender algunos lineamientos que giran en torno a las películas protagonistas en la temporada de premios: Mank, Nomadland, El juicio de los 7 de Chicago, Ma Rainey’s Black Bottom, Judas and the Black Messiah, Minari, Soul of Metal y Promising Young Woman.

Sobre esto, si bien el año pasado fue extraño, no creo que hayan faltado buenas películas. Entre las ausentes en ese listado, yo ubico Alone, The King of Staten Island, Bacurau, The Vast of Night, The Assistant, The Hater, First Cow y Swallow.

Obvio que estos premios y reconocimientos no son muy relevantes y solo nos interesan para validar nuestras expectativas sobre ciertas películas o artistas. No deja de ser divertido seguirlo un poquito, pero nada más. La distancia entre las películas más recordadas y las más premiadas suele aumentar año a año.

Además de Nomadland, en el radar de novedades de esta semana me gustaría que hablemos un poco de A Glitch in the Matrix y Alabama Snake. También, a partir de dos películas que vi, El agente topo y Zombies en el cañaveral, me parecía interesante charlar un poco sobre los falsos documentales, qué son, cómo nacen y cómo funcionan. Por último, en línea con esto, otro libro para seguir buceando un poco sobre el documental y sus diferentes posibilidades.

Sin más dilaciones, comencemos.

Radar de novedades: Nomadland, A Glitch in the Matrix y Alabama Snake

La tercera película de la directora china, Chloé Zhao (Songs My Brothers Taught Me y The Rider), aparece como una suerte de consagración y atajada antes de su salto al universo Marvel (dirigirá Eternarls, a estrenarse en algún momento de 2021), como quien busca el prestigio antes de hacer algo de guita.

Entiendo Nomadland como una contracara de la inefable Into the Wild, esa película de Sean Penn que tanto nos voló la cabeza a los jóvenes que estábamos en los 20 cuando se estrenó y que con el paso de los años entendimos un poco mejor y nos dimos cuenta de que en realidad era una pelotudez maniquea de segunda. En parte por toda una romantización de la toxicidad capitalista que el propio Penn hace desde la cuna de la industria, en parte porque si uno reflexiona un poco más y escarba en la superficie, Into the Wild es una película sumamente desideologizada, aunque en apariencia se presente como muy política. En Nomadland, la política la da el contexto. Su protagonista es, como lo dice el título, una nómade, alguien que vive en la carretera, tiene trabajos ocasionales y va viajando por el país con su camioneta. ¿Por qué lo hace? Si bien hay una idea que la motiva y un trasfondo personal que lo hace posible, también hay un país, un gobierno y unas circunstancias socioeconómicas dadas que lo explican. Zhao no romantiza a su protagonista, Fern, encarnada por la enorme Frances McDormand. Tampoco la juzga o explica. Solo la deja ahí para que ella sea como es, se relacione con la gente, y veamos un poco más sobre su estilo de vida. Esa búsqueda de lo real lleva a la realizadora a exponer algunas secuencias que hasta lucen como documental. Todo esto es coronado con imágenes bellísimas de amaneceres y atardeceres en la ruta. De lo mejorcito que anda dando vueltas por ahí.

A Glitch in the Matrix es la nueva película de Rodney Ascher, el realizador de Room 237. El film es una recopilación de entrevistas a personas que creen que vivimos en una simulación. Sí, así como leen, gente que piensa que este plano no es un estado de vigilia, sino que de alguna manera estaría orquestado por algún ser o seres o software. ¿Les suena? Pues, claro, se trata de ni más ni menos que lo que vuelcan las hermanas Wachowski en la saga Matrix. Si bien no son ellas las creadoras de esta teoría –el documental ubica como uno de sus principales divulgadores al gran Philip K. Dick–, es cierto que las películas creadas por Lilly y Lana fueron quienes la popularizaron a finales del siglo XX.

Los testimonios que reúne Ascher y ciertos recursos que encuentra para presentar a sus personajes vuelven la película una experiencia en sí misma que vale mucho la pena para quienes busquen algo inusual.

También, en línea con el segmento, qué croquetas que están estos yanquis. Nos encontramos con Alabama Snake, un documental dirigido por Theo Love que explora un caso acontecido en la ciudad de Scottsboro, Alabama, en el que un hombre fue acusado de intentar asesinar a su esposa con una cascabel. Lo que podría ser una historia macabra en un contexto de violencia de género, cobra ribetes muy extraños. Glenn Summerford, el acusado, era un ministro pentecostal y las serpientes formaban parte de un ritual folclórico local que implicaba su manipulación en ceremonias por demás extrañas. Un docuthriller corto, conciso y bien desarrollado. En una época de sobreexplotación del formato, se agradece y mucho.

¿Cómo funciona el falso documental?

Para entender un poco más algunas cuestiones que vamos a desarrollar, y también para evitar reiterar conceptos que fueron mejor desarrollados en esta revista, les recomiendo que lean este artículo de Néstor Fonte, que repasa la que considero es la principal diferencia entre el documental y la ficción hoy por hoy, el llamado contrato de confianza entre el espectador y el documentalista.

Como bien se explica allí, como los límites entre ambas expresiones cada vez son más difusos, lo único que sostiene su diferenciación es una convención, una creencia, un acto de fe: a partir de cómo se organiza el discurso del realizador, o sea, las herramientas y los recursos audiovisuales empleados. Confiamos en que estamos viendo un relato con cierto basamento en el mundo real, que los personajes que aparecen en el film existieron y que los hechos narrados, con o mayor o menor rigor histórico o grado de disputa, sucedieron.

El falso documental o mockumentary es un género cinematográfico que se vale justamente de ese contrato de confianza para narrar una historia de ficción como si fuera un documental. Pero no alcanza con eso, además el realizador debe tener la intención de no querer documentar de verdad y utilizar las convenciones del género para otra cosa, por lo general, establecer una reflexión sobre la propia idea de representación de la realidad. Este elemento subjetivo excluye de la categoría a las primeras expresiones de cine documental como las de Robert Flaherty o las películas de los hermanos Lumière.

En los últimos años la categoría entró en ebullición y se ha mal utilizado para denominar falso documental a cualquier cosa. Así hay gente que se refiere en esos términos, por ejemplo, a sitcoms como The Office, que no tienen absolutamente nada que ver con esto. Y acá entra a jugar el tercer elemento para tener en cuenta al momento de pensar en los falsos documentales: durante algún tiempo considerable del metraje el relato debe resultar “realista”, es decir, verosímil, pero dentro de una construcción documental. El espectador debe ir dudando de a poco y no desde el comienzo sobre la veracidad de lo que está viendo y le está siendo narrado.

El mejor ejemplo de esto es F de Falso, de Orson Welles, y su mítica explicación inicial, en la que el querido Orson dice que durante la próxima hora brindará información basada en hechos sólidos. El tema es que la película dura en total 90 minutos, y es en esos últimos 30 minutos cuando todo se vuelve un poco más confuso.

Se me ocurrió conversar sobre esto a la luz de dos películas de reciente estreno, una argentina, Zombies en el cañaveral – el documental, lanzada en CineAr; y otra chilena, El agente topo, estrenada en Netflix, y que quedará dentro de la lista corta de películas extranjeras para los próximos premios Oscar.

Ambas películas, desde mi humilde opinión, bucean los límites entre el documental y la ficción y el falso documental, con más errores que aciertos.

En el caso de Zombies en el cañaveral, el film parte de una premisa muy interesante: qué pasaría si la primera película del género tal como lo conocemos, la que comenzó todo, se hubiera filmado en Tucumán, para luego perderse como una gran parte de nuestro cine nacional. Este puntapié de Pablo Schembri funciona y engancha. El resto de la película también es muy solvente con relación a lo que quiere contar y a cómo maneja el uso del género. El problema está en la transición a la ficción. No es lo suficientemente explícita y tampoco plantea un punto fuerte que la justifique. Nunca se termina de entender demasiado qué es lo que querían decir con la utilización del género.

Un tanto más complejo es la situación de El agente topo, donde Maite Alberdi narra cómo un anciano de 80 años tiene que infiltrarse en un hogar de ancianos con el objetivo de saber cómo vive la madre de un cliente, quien sospecha que está siendo maltratada. Aquí el film explicita mejor sus momentos de ficción, y en gran parte respeta la esencia de un documental observacional, pero nunca termina de dejar en claro el contexto de su producción. ¿Es todo un performance? ¿Hasta qué punto su protagonista sabe lo que está haciendo y forma parte de la maniobra? ¿Hasta qué punto lo conocen los restantes ancianos que viven en el hogar? Nada de esto está claro, lo que hace que el relato se vuelva un poco maniqueo y forzado.

En épocas de hibridación constante entre la ficción y el documental, muchas veces aparece la tentación de confundirlos de forma banal, como si ese ejercicio no debiera esconder un propósito en sí mismo, como si solo fuera una picardía inocente. Cuando eso ocurre, al igual que sucede con todo intento rupturista, se lo vacía de sentido y el efecto deja de afectar.

¿Qué estoy leyendo? Dirección de documentales, de Michael Rabiger

Hablamos de Nichols antes, hoy toca Rabiger, el otro teórico del cine documental más estudiado y clásico a la hora de querer entender un poco más sobre el género y cómo funciona.

Para muchos Rabiger es el menos interesantes de estos autores, a mí me gusta defenderlo. Si bien podría considerarse que su libro está en una escala más elemental que lo que desarrolla Nichols y luego otros autores, Rabiger enseña a armar casitas y personas con palotes, y cuando uno está aprendiendo, los palotes son fundamentales.

Es, como lo dice la propia presentación del texto, un manual didáctico que repasa formatos de producción, elementos y recursos audiovisuales del cine documental, técnicas de rodaje y algunas clasificaciones según la estructura o el tipo de relato documental que se busque realizar.

Para quienes quieran iniciarse en este mundo, es un libro elemental e indispensable.

Aquí en PDF

Y bueno, esto fue todo por esta semana. Espero que nos encontremos la que viene. Quién sabe.

Cuídense mucho.