Wolfwakers, una obra maestra de la animación irlandesa

El encanto de un mito o de un cuento de hadas no radica únicamente en su historia, sino en una verdad mayor que se transmite a través de los sentimientos y el tiempo. Las leyendas son verdaderas en un sentido profundo, aunque describan algo que nunca ocurrió. Esas verdades profundas, junto con los sentimientos que evocan, son las que hacen que Wolfwalkers (2020) sea tan hechizante.

Esta versión animada de una leyenda sobre criaturas que son parte humana y parte lobo es obra de Cartoon Saloon, el aclamado estudio de animación irlandés que está detrás de películas como The Secret of Kells (2009), nominada al Oscar, y Song of the Sea (2014). Las producciones del estudio son fáciles de reconocer, ya que, aunque el estilo varía ligeramente de una película a otra, podemos observar una calidad impregnada en el trabajo artístico. Uno puede ver al artista detrás de cada dibujo. Nada parece ser generado por una computadora.

Wolfwalkers, lo último de Tomm Moore y Ross Stewart, está impregnada de la magia de la tierra y de la sabiduría ancestral. La película narra la historia de una joven inglesa llamada Robyn (con la voz de Honor Kneafsey) que llega a un pueblo irlandés que está bajo la supervisión de un dominante Lord Protector. El padre de Robyn (Sean Bean presta la voz) es un cazador profesional al que se le encomienda la tarea de liberar al pueblo y a sus bosques cercanos de los lobos que lo aterrorizan. Su hija aspira a seguir sus pasos y se pasa los días practicando sus habilidades con la ballesta, acompañada de su halcón Merlín.

Entre las bestias salvajes de las que quiere deshacerse el Lord Protector se encuentra Mebh (Eva Whittaker), una niña que de día es humana y cuando duerme -o más bien cuando se proyecta astralmente- se convierte en un lobo. Su cuerpo humano permanece durmiendo mientras su forma lupina corre indomable por los bosques. A su vez, la niña y su madre tienen poderes curativos y pueden controlar a una feroz manada de lobos.

La acción empieza cuando un día Robyn decide escaparse y seguir a su padre hasta el bosque para ayudarlo a cazar. Allí es cuando se cruza con Mebh por primera vez y las dos niñas conectan casi instantáneamente. Ambas son independientes y su entusiasmo por la vida hace que pronto estén saltando y correteando por el bosque mientras comparten las frustraciones que de otro modo reprimirían. Por un lado, Robyn se siente asfixiada por su padre, quien se volvió muy sobreprotector después de la muerte de su madre. Por el otro, Mebh está cada vez más preocupada por su madre, cuya forma lupina desapareció, dejando a su cuerpo humano en un estado de sueño permanente.

La historia se desarrolla casi por completo a través de una animación dibujada a mano. Posee una belleza hipnotizante y una atención refinada a los detalles. Uno puede sentir la pasión por el arte en cada uno de los fotogramas. Incluso, con el arte y la animación se logran distinguir a la perfección las dos fuerzas opuestas que chocan en la película: el pueblo está representado por la solidez, ángulos duros, líneas rectas y colores oscuros, mientras que al bosque se lo caracteriza con curvas suaves y arremolinadas, luminosidad y colores brillantes.

Todos los aspectos de Wolfwalkers están pensados con atención y representados bellamente, y la historia está llena de giros que mantienen al espectador interesado hasta el final. En mi opinión, fue la mejor película de animación del año pasado e incluso, me atrevería a decir, una de las mejores películas del 2020. La belleza de un cuento queda plasmada en esta historia inolvidable.