Da 5 Bloods: casi dos películas.

Un grupo de 4 ex combatientes regresa a Vietnam para hallar los restos de su líder y compañero para darle un correcto entierro en su tierra natal, a la vez, que buscan un tesoro que escondieron durante la guerra.
La premisa de por sí, ya es poderoso, y más cuando leemos “Director: Spike Lee”. Y el fanático de los Knicks no falla y vuelca toda su sensibilidad racial, política y social sobre sus personajes y el contexto en el que desenvuelven. Decir que Lee es un cineasta político no es una novedad, indiferentemente de los distintos géneros que tocó a lo largo de su carrera ha dejado clara su postura, y hecho sus críticas a una sociedad que usa a los negros pero no los aprecia o trata como iguales. ¿Puede ser esa una de las razones por las cuales recién con BlacKKKlansman ganó un Oscar? (como co-guionista, aunque en 2016 recibió uno honorifico) ¿O exagero y nunca hizo una película que le merezca ser ganador como “Mejor Director”? Es un debate abierto para que cada unxs exponga sus argumentos en grupos cinéfilos. Que se peleen los Pro Spike y los Anti Spike.
Pero bueno, volvamos a la película. Con un gran montaje al inicio en el que se suceden discursos de Muhammad Ali sobre la guerra, la pobreza y la raza, Lindon Johnson sobre, la llegada a la luna, Angela Davis denunciando las muestras de fascismo en la gran Norteamérica, la caída de Saigón, ataúdes militares retornando a EEUU, movimientos anti minas terrestres en Vietnam, marchas de Black Lives Matter, y paradójicamente, Negros por Trump. En unos minutos, la carga emocional aflora y sentimos esa injusticia y dicotomía por el sentir nacional de los afroamericanos. Pasado el montaje, ya tenemos a los protagonistas de aquella guerra, en el Vietnam actual. Unas vacaciones con una misión particular: hallar los restos de Norm “Stormin” Holloway (Chadwick Boseman).

Los amigos que se re-encuentran son 4: Paul (Delroy Lindo), Otis (Clark Peters), Eddie (Norm Lewis) y Melvin (Isiah Whitlock Jr.). Cada uno atravesado por la guerra y la pos guerra de distintas formas, pero los ejes primordiales se encuentran en Paul y Otis. Paul representa a ese sector desprotegido y marginado, que busca lo suyo, resentido y paranoico con todxs, incluso racista a pesar de pertenecer a una minoría históricamente discriminada. No por azar lleva puesta una gorra roja con el slogan de campaña “América grande otra vez” del racista Donald Trump con el que llegó a esta parte de la sociedad, un artilugio maquiavélico de “divide y vencerás”. Mientras que su contraparte, Otis, es comprensivo con su amigo y compadre, intenta siempre apoyarlo, calmarlo. Es la voz de la cordura y lo correcto. Regresa a Vietnam y aprovecha para ver a una ex prostituta con la que mantuvo una relación durante la guerra, la cual, hoy en día, le presenta a su hija, quien sufrió racismo por ser mitad negra, discriminación no muy lejana a la que sufrió Otis en su tierra, porque, como le dice la mujer “Los vietnamitas le dicen la palabra N, que le enseñaron los soldados norteamericanos”. Un tercer eje dentro de los personajes lo tenemos con David (Jonathan Majors), hijo de Paul y ahijado de Otis que se suma a la aventura, y quien no mantiene una gran relación con su padre, en una muestra de que los fantasmas de la guerra no sólo afectan a quienes la vivieron, sino también a las generaciones siguientes.
Spike Lee estructura el relato con flashbacks al pasado, mientras los 5 sangres combatían en Vietnam, y lo interesante y original de estas vueltas al pasado es la utilización del 16 mm, y el cambio de la relación de aspecto, más estrecha evocando a aquellos metrajes. También, al representar a los personajes en aquella época, no recurrió a la tecnología u otros actores más jóvenes, sino, que los puso con todo y canas al lado de Chadwick Boseman. Un recurso que abraza al cine estéticamente, sin perder tiempo y plata, que no resiente las escenas de acción, que, desde mi sensación, homenajean a las pelis ochenteras de guerra tipo Rambo o Desaparecido en acción, con miles de disparos y vietnamitas casi representados como maniquíes para sangrar.

En algunos twitter aprovecharon para pegarle a Scorcese por la utilización de tecnología para rejuvenecer a De Niro, Pacino y Pesci en contraposición a lo hecho por Lee, sin embargo, no creo que haya que ir por ese lado, ya que lo hecho por el gran Marty tiene un peso dramático e intensión totalmente distinto a lo visto en esta película.
Como dije más arriba, Spike Lee juega con la relación de aspecto, pero casi a la mitad de la película, la imagen ocupa el total de la pantalla. Y aquí, es donde sentí que se contaba otra película. La primera parte, evoca a esa guerra sin cerrar, los fantasmas y la nostalgia. Creí que me llevaría por el lado de cómo su país los dejó de lado, pero la última parte es un film de aventura y acción. No me defrauda, solo me descoloca al ver cómo trata personajes que hace unos minutos me mostraba con tanta sensibilidad. Es en esta parte dónde quizá pierde (a propósito, puede ser) contra la violencia y cae en los clichés de los asiáticos enojados y el colono francés garca.

En definitiva, una película muy interesante para disfrutar, de las mejores que ví de Spike Lee, para reflexionar y aprender, ya que, aprovecha cada mención a un personaje o hecho para poner una imagen. La mejor manera de aprender sobre temas o personas son las películas. También para sumergirse en esas realidades de los personajes atravesados por una sociedad y una política que los manda a pelear sus guerras, quitándoles poder de decisión, una cosita más que quiero destacar del gran papel que hace Delroy Lindo con Paul, es un detalle: los momentos más humanos y sensibles de él, son cuando se saca el gorro de la campaña de Trump.
Tenemos casi dos películas, pero muy buenas.
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