Los ilusos #5: Mumblegore evolution, terror de cuarentena, se nos fue Alan y se volvieron a indignar con Netflix
Hola, ¿cómo están? Espero que bien, con trabajo, salud y todas esas cosas que se le desean a la gente querida. Esta semana no estoy para chistes, tampoco es que tuviese algo muy ingenioso que decir.
Mi mención especial es para él/la héroe/heroína que armó este tuit. Me sacó una sonrisa.
No hagamos de esto un preámbulo muy extenso. Empecemos.
Novedades: The Rental y Host
No soy un gran adepto al terror. Lo mío es la gente que sufre por las cosas de la vida cotidiana, que se pelea y se ríe: el drama. Es un poco extraño el camino que hice como espectador, de a poco me fui alejando de ciertos géneros, y muchos cada vez me interesan menos. Hay dos cosas que todavía me pueden, por supuesto: los policiales y la ciencia ficción “débil”. Esos berretines no se dejan así porque sí.
Más allá de esto, como tengo una vocación bastante omnívora de películas y porque, bueno, digamos todo, tampoco es que hay tantos estrenos –ni que se pudiera ir al cine–, cada tanto termino consumiendo algo para tener un poquito de miedo. Casi siempre, antes de mirar cualquier cosa, leo un poco sobre la película. Me interesa encontrarme con algo más que sobresaltos, ver si hay alguna idea visual o narrativa por detrás de la carnadura que resulte atractiva. La semana pasada, por casualidad, salieron dos películas que, a su manera, trabajan el género con mucho ingenio y, lo más curioso, es que las vi a ambas.
The Rental es la ópera prima de Dave Franco, sí el hermanito de James. Sin conocer a su guionista se me ocurrió escribir como comentario en Letterboxd que era una suerte de evolución del mumblegore. Terminé de escribir eso y vi que uno de sus escritores era Joe Swanberg, entonces todo tuvo muchísimo más sentido.
Si quieren saber más sobre qué es el mumblegore y quién es Joe Swanberg van a tener que esperar un poco. Una de las notas del próximo especial de la revista es sobre el mumblecore, su subgénero de terror y sus principales autores. Anótense esto en un cuadernito y recuperémoslo más adelante.
La película cuenta la historia de dos hermanos y sus respectivas parejas que van a pasar un fin de semana a una hermosa casa cerca del océano. Arranca como un drama de personajes, y todo escala y se termina convirtiendo en un thriller hermoso. A su manera, es una reversión de Baghead de los Duplass sin la moraleja cinematográfica al final. Es sorprendente lo bien que maneja Franco la puesta, la fotografía y lo bien actuada que está la película. No parece ser la primera película de un director y ese es su principal mérito. Como decía antes, que Joe Swanberg sea uno de los guionistas no es menor, se nota su mano y ciertos vicios típicos de sus películas, más que nada entrando en el tercer acto, pero igual vale mucho la pena y dura menos de 90 minutos.
La otra película que voy a mencionar es Host, un mediometraje/largometraje re picante, filmado al calor de la cuarentena. No me voy a explayar mucho sobre la película, de seguro tendrá su reseña en la página escrita por alguno de nuestros redactores amantes del terror. Solo voy a decir que ya está, no hagan más películas por Zoom, esta es la mejor y creo que es imposible que se logre algo superior. Es un afano, suspéndanlo. Hacía mucho que no me angustiaba y la pasaba tan mal con una de terror, y acá me pegué un julepe de novela.
El ignoto Rob Savage dirige esta película en la que un grupo de amigas se junta por zoom con una médium para “divertirse” en el aislamiento y, por supuesto, todo se va al re carajo. Pero no son solo los sustos, es el uso del dispositivo, el trabajo con el verosímil y mucho ingenio en la puesta que hacen que la película funcione como una maquinita. Y encima dura menos que The Rental, un poco más de 50 minutos es lo que necesita el realizador para hacernos pasar el susto más grande de la cuarentena. Insisto, ya está, no sigan intentando. Esta es la mejor.
Lamentablemente, ni The Rental ni Host están disponibles en las plataformas en Argentina, pero con muy poco esfuerzo las encuentran en el videoclub amigo.
Misceláneas atemporales: se nos fue Alan Parker
Cuando hablamos de la muerte del cine de costo medio, en parte también hablamos de la desaparición de un grupo de cineastas que eran quienes hacían estas películas. La semana pasada falleció a los 76 años el inglés Alan Parker, un gran guionista y director, de esos que hoy ya no hay. Uno que no era de los más reconocidos y que si filmara en este cine sería de los más destacados. Mi viejo me contaba que cuando él era chico, el más perro del potrero hoy sería figura en Europa. Con el cine contemporáneo creo que pasa un poco lo mismo.
De una manera muy injusta, pero esperable, los medios nacionales se hicieron eco de la noticia porque Parker fue el director de la versión cinematográfica del musical Evita, basado en la obra de Andrew Lloyd Webber, una película que, si bien no le hace justicia a su carrera, creo que ha sido vapuleada por demás. Por supuesto, Evita es un cuento hollywoodense, repleto de los prejuicios de una cultura que no sabe qué existe debajo de México en el mapa. No sé qué esperamos de ellos, la verdad. En fin, lo cierto es que Parker dirigió películas notables como Mississippi en llamas, Expreso de medianoche o Pink Floyd: The Wall. Sin embargo, yo lo recuerdo por una de las películas que más me marcó en mi relación con el cine durante mi adolescencia: Melody, un film de 1971 que si bien no fue dirigido por él, sí escribió, y que de hecho fue su primera historia llevada a la pantalla grande. Y sí, yo acabo de cumplir treinta años, pero me encontré con esta película hará unos 15 años, cuando ya era un clásico, y me voló la cabeza.
Melody cuenta la historia de dos niños que se enamoran y quieren casarse. Cuando digo niños es niños, no adolescentes, criaturitas de once o doce años. Por supuesto, el mundo adulto no entiende nada y la película toma todo el tiempo el punto de vista de los niños para narrar y recuperar esa idea del primer amor limpio, honesto y sincero que todos alguna vez experimentamos. El film es bellísimo, está repleto de secuencias preciosas y además tiene una música increíble compuesta por los Bee Gees, que, si no lo sabían, era un gran grupo. Si To Love Somebody no les estremece el cuerpo, vayan al médico, algo no anda bien con ustedes.
En fin, si nunca la vieron, cuando lo hagan, notarán la obvia “inspiración” de Wes Anderson para su película Moonrise Kingdom. Se lo perdonamos porque ese film también es bellísimo.
Cumplimos entonces, desde La 24, en darle una despedida como la que se merece al bueno de Alan. Que sea recordado por la historia preciosa de Melody y no por Antonio Banderas haciendo del Che Guevara. Te pido perdón Antonio, pero si tengo que elegir me quedo con el gran comandante Ricardo Fort haciendo el cuadro del musical para Showmatch.
Un poco de polémica no hace daño: Netflix, otra vez Netflix
El fin de semana pasado las redes se alborotaron por una nueva noticia vinculada con el monopolio rojo. Netflix hizo oficial la posibilidad de reproducir a diferentes velocidades su catálogo desde los dispositivos. Lo que más alteró al film twitter es el hecho del daño que conlleva que se vean series y películas al doble de duración, para hacer el “trámite” más rápido y aumentar el consumo.
Este hecho y todo su revuelo me recuerda un poco a lo que ocurrió a partir de las declaraciones de Martel sobre las plataformas y su contenido, los modelos de espectador y narrativos, y el rol de estas empresas en la forma en la que contemplamos las cosas.
No quiero repetirme, pero creo que estamos nuevamente ante un caso del árbol que tapa el bosque. La pregunta otra vez es si Netflix está modificando la cultura del consumo audiovisual agregando una opción de visualización, o si esa opción de visualización en realidad es la consecuencia de una demanda de su público. Convengamos, además, que cualquier reproductor de video físico o digital tiene de por sí estas opciones, no es nada que no existiera.
Otra vez, yo soy consciente del problema y lo comprendo: que la gente vea las cosas a la mitad del tiempo de duración solo para poder ver más transforma a las películas y a las series en un simple objeto de consumo, despojándolas de cualquier cualidad técnico-expresiva del lenguaje audiovisual. Ahora bien, ¿a qué responde esto? ¿No son acaso las redes sociales, los recomendadores seriales y los mismos cinéfilos quienes replican en sus sitios y cuentas la idea de que hay que ver todo ya porque si no “no existís”? ¿No estamos rodeados de gente que estudia cine u opina sobre películas solo porque quiere ser parte de un “club” donde es cool estar en la movida?
Me remito a lo que dije en su momento y a lo que escribió Kracauer sobre el entuerto hace muchos, muchos años: no es Netflix moldeando un espectador, es Netflix dándole al espectador algo que le está pidiendo. El problema está ahí y es más complejo que una multinacional que nos lava la cabeza.
¿Qué estoy leyendo?
Mi recomendación de hoy es un libro que para mí es de los imprescindibles en mi formación cinematográfica: Desconfiar de las imágenes, de Harun Farocki. Debo decir, con el pudor que me amerita, que el director del Fuego inextinguible es una de esas personas a las que me gusta más leer que ver sus películas. En este caso, Desconfiar de las imágenes es una selección de textos publicados por el realizador entre 1980 y 2010 en revistas, diarios, libros y catálogos de exhibiciones en museos y galerías. Fue editado por Caja Negra y la curaduría de los textos la realizaron Inge Stache y Ezequiel Yanco.
Si bien está agotado en la editorial, si buscan por ahí lo consiguen. Uno de mis pasajes favoritos es este, donde Farocki explica la dimensión cinematográfica y el valor del plano y contraplano. Una joyita.
Bueno, eso fue todo. Nos vemos la semana que viene.
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