Los ilusos #3: la luna, Bielsa, las plataformas de streaming y una correspondencia
Hola, ¿cómo están? ¿Qué? ¿Qué por qué el título? Como diría la célebre encargada de origen asiático de un supermercado en un video viral: ¿Por qué? No hay por qué.
O mejor dicho, sí hay un porqué, y es básicamente por todo lo que les voy a comentar en esta nueva entrega de una columna que es como una película independiente: nunca se sabe cuándo será la última.
Y no, no vamos a charlar sobre el regreso runners, los palermitanos en fase 10 y todas esas cosas incomprensibles que nos hacen darnos cuenta de todos los motivos por los cuales “el porteño” es el ser más desagradable de la República Argentina. No se entusiasmen mucho, en dos semanas volvemos adentro, a la fase de ver Poco ortodoxa y The Last Dance.
Mientras no volvamos a la fase de hacerle bullying a esta chica Samanta de Bake off, dentro de todo está todo bien.
Hoy no tengo novedades, no hubo tantos estrenos que me resulten merecedores de ser comentados o si los hubo, no los vi. De todos modos, sí hay dos hechos actuales sobre los que vale la pena hablar y que no tienen nada que ver entre sí: la llegada del hombre a la Luna y Marcelo Bielsa.
Arranquemos.
El hombre no llegó nunca a la luna
Les iba hacer todo un chiste sobre terraplanismo y algunas otras cosas, pero decidí no hacerlo. Como muchas cosas, el terraplanismo y los antivacunas son un combo que arranca como algo gracioso hasta que se pone serio y te das cuenta de que hay más gente de la imaginabas que cree en estos temas y lo dice abiertamente sin ningún tipo de tapujo.
La realidad es que es obvio que el hombre llegó a la Luna, que lo hizo en 1969 y que Neil Amstrong y Buzz Aldrin fueron las primeras personas en la historia en poner un pie en el satélite. Desde acá le mandamos un fuerte abrazo a Michael Collins, el tercero de la nave que se quedó cuidando todo mientras los otros se divertían.
Como la idea de una conspiración global no es nueva, y la noción de nuevo orden mundial tampoco, prácticamente desde que el alunizaje ocurrió se crearon múltiples y disparadas teorías conspirativas que decían que aquello que se había visto en el primer evento masivo a nivel global por televisión era falso, y que se trataba de un montaje. La más divertida de estas teorías es la que sostiene que Stanley Kubrick había dirigido el suceso, dado que conocía muy bien cómo recrear de manera verosímil los desplazamientos espaciales por la experiencia que tenía al haber filmado unos años antes 2001 odisea del espacio (1968) con asesoría de la propia NASA.
Si algo no tiene sentido hoy, en 2020, con toda la evidencia empírica que hay, es seguir discutiendo la veracidad de este evento que la propia Wikipedia puede desmentir con mucha facilidad. Sin embargo, lejos de eso, vale la pena recomendar algunas películas que abordan este hito de una manera hermosa y que no son obras de las más populares sobre el tema.
¿Por qué? Bueno, por alguna extraña y comercial razón, en Argentina, así como en otros países, no todos, festejamos el 20 de julio el día del amigo. Y sí, leyeron bien, no en todos los países se festeja la misma fecha.
La primera película que me gustaría recomendarles es Apollo 11, un documental del 2019, dirigido y editado por Todd Douglas Miller que fue hecho en su totalidad con imágenes de archivo del registro oficial de la Misión Apollo 11, incluyendo una gran cantidad de material inédito. La película fue un proyecto pensado para el cincuenta aniversario del alunizaje y es impactante. La manera en la que Miller estructura la película (no tiene entrevistas, ni narrador) es brillante y aunque uno sabe todo lo que va a pasar, el documental no deja de generar una tensión que hace imposible sacar los ojos de la pantalla. Entre el material de archivo hay registros en 70 mm que con los procesos de digitalización que hay hoy por hoy permiten observar por primera vez imágenes espectaculares de lo que ocurrió.
La segunda película es Opération Lune, de William Karel, un mockumentary del año 2002 para la televisión francesa, en el que el director entrevista a muchísimas personas y funcionarios reales y mezcla las escenas con actores para crear un relato conspiranoide respecto de cómo Kubrick ayudó a la CIA a falsear el alunizaje. Lo mejor que tiene la película es la forma en la que utiliza la modalidad expositiva de los documentales para demostrar la fuerza que tiene el cine en la construcción de sentido, mediante el uso del montaje, en el espectador. Es, sin dudas, uno de los mejores falsos documentales que haya visto y apenas supera los 50 minutos de duración.
La última película no es un mockumentary ni un film found footage o de metraje encontrado, es un poco de todo eso junto, pero desde un costado técnico y estético, porque de manera abierta es una ficción. Hablo de Operation Avalanche (2016), dirigida por ese maravilloso artista que es Matt Johnson. Si su ópera prima, The Dirties, era una película muy graciosa que elevaba la apuesta hasta convertirse en otra cosa oscurísima, acá Johnson se va todavía más al carajo al narrar la historia de dos agentes de la CIA que tienen la idea de inventar el alunizaje para que Estados Unidos se ponga al frente de la carrera espacial. No voy a decir mucho más, solo que aparece el mismísimo Stanley Kubrick y que el video sobre cómo hicieron los VFX es una cosa maravillosa.
El mundo está loco, loco
Vivimos en el mundo de la exageración. En ese antro del mal, que es Twitter, se aplaude a cualquiera que pone dos fotogramas de una película con una frase vacía y mal redactada con la misma intensidad con la que se le dice fracasado a un cineasta que vive de hacer lo que le gusta. Esto pasa con todo. No se imaginan la cara de muchos estudiantes de cine cuando te miran darles una devolución y piensan este cuatro de copas, de casualidad ganó el festival de videominutos de Las Toninas y me viene a hablar a mí que soy un genio incomprendido. No voy a decir que no tienen razón, yo soy un fracasado y eso es verdad, pero vivo de lo que me gusta y me pago los berretines. Y además amo Las Toninas. Punto para mí.
Bien, esto que pasa en el cine, como decía, pasa en todos lados. Por alguna extraña razón en Argentina hay un sector de la sociedad que odia de manera desmedida a Marcelo Bielsa. No se entienden mucho los motivos. Bielsa es un tipo del que ningún colega nunca ha hablado mal, al que la mayoría de los jugadores que entrenó lo reconocen como uno de los mejores técnicos que tuvieron en su carrera y que, además, ha tenido la suerte de cosechar algunos logros. No habla mal de nadie y los hinchas de los clubes que dirige suelen rendirle pleitesía. Cosa rara el argentino que se lesiona jugando al papi con los muchachos e insulta a los que saben un poco del tema.
La cosa es que Bielsa fue noticia y furor otra vez por la revolución que viene llevando adelante en el Leeds United desde la temporada pasada. Yo no soy periodista deportivo, ni mucho menos. A regañadientes podría decir que conozco algunas cosas, pero al parecer estoy más informado que muchos profesionales de la comunicación futbolística que no entienden cómo es que sea un hecho significativo que Bielsa haya logrado ascender al Leeds a la Premier League después de 16 años.
Lejos de pretender hacer una defensa de Bielsa, sí me parece interesante focalizarme en tres productos audiovisuales que logran dimensionar el fenómeno. Uno para entender qué significa el Leeds United en la historia del fútbol inglés y dos para comprender por qué Bielsa revoluciona cada ciudad en la que dirige.
Antes de ser el hazmerreír de la industria cinematográfica, Tom Hooper dirigió la mejor película de su carrera y la única que vale la pena: The Damned United (2009). Esta película cuenta la historia de Brian Clough, quizá el mejor técnico de la historia del fútbol inglés. Basado en una novela de David Peace, Hooper se concentra en dos momentos de la vida del entrenador, primero su esplendor como joven técnico del Derby County, momento en el que nace la enemistad con el Leeds de Don Revie, uno de los mejores clubes de la liga y de Europa; y segundo, su etapa como entrenador del Leeds, unos años más tarde. Si quieren saber por qué este club de Yorkshire es uno de los más importantes de la historia de Inglaterra, acá lo van a entender con mucha facilidad. Y de paso, cañazo, porque también es una película ideal para el día del amigo.
Respecto al fenómeno Bielsa hay un documental y una serie que son claves.
En agosto de 2007 Bielsa fue contratado por la Federación de Fútbol chilena para hacerse cargo de la selección mayor que desde 1998 no jugaba una copa del mundo y desde 1962 no ganaba un partido en esa competición. Ojos Rojos es un documental del año 2010, dirigido Juan Ignacio Sabatini, Juan Pablo Sallato e Ismael Larrain, que retrata la verdadera revolución que el rosarino inició en la política futbolística chilena. Lo más interesante de la película es su contextualización histórico y política que permite comprender por qué el mérito de Bielsa fue tan grande para los trasandinos.
Finalmente Take Us Home: Leeds United es una publiserie que se pagó Andrea Radrizzani, el tano propietario del Leeds, en la que se cuenta, mediante la narración de Russell Crowe, cómo fue la gesta de la transformación del club para intentar volver a la máxima división del fútbol inglés. Más allá de ser decididamente un kioskito de Andrea para hacerse conocido a nivel mundial, la serie permite comprender la importancia del trabajo de Bielsa en la política deportiva y por qué toma las decisiones laborales que toma. Queda claro que cuando el Loco elige un club para trabajar lo hace teniendo en cuenta las perspectivas de poder imponer toda una metodología de trabajo transversal en la institución. Si la primera temporada era hermosa, a pesar de que se sabía que tenía un final agridulce, imaginen lo que será la segunda. Hasta hace poco la serie estaba disponible completa en Amazon Prime, tengo entendido que la sacaron porque por estos días ESPN la va a emitir en televisión abierta. Imagino que luego de eso volverá a estar disponible en la plataforma.
Un poco de polémica no hace daño: Lucrecia contra las plataformas
Lo primero que voy a decir es que admiro mucho a Lucrecia Martel y sus películas. Por otro lado, también me parece una persona muy lúcida al momento de decir muchas cosas. Ahora bien, como cualquiera, nada impide que Martel diga alguna pavada o inexactitud. El problema que tiene la idolatría es que nos sentimos en la necesidad de defender de manera ciega cualquier cosa, porque sí.
Un tweet del usuario @Boris_1992 desató algo de revuelo a partir de unas declaraciones no tan nuevas de Martel en consonancia con su cruzada anti plataformas de streaming. No es nuevo, y no es la primera vez que Martel habla del asunto.[1] Quizá lo más escabroso esta vez sea que en el fragmento de la charla se hacían otras apreciaciones más en la línea de las relaciones del trabajo y otras yerbas que empantanaban un poco sus argumentos.
Creo que Martel tiene razón en un punto, que es que vivimos en una sociedad cada vez más permeable a modelos narrativos muy concretos y eficaces, apuntados a una tradición más vetusta de lo que implica contar una historia de manera audiovisual. Más allá de eso, creo que el principal problema, que entiendo que es algo que se puede inferir de lo que dice Lucrecia, apunta a que esta forma de narrar es cada vez más artificial y menos personal.
A mí no me importa mucho si me cuentan una historia en forma clásica o no, lo que me hace amar el cine por sobre cualquier otra arte es la posibilidad de sentir que detrás de una película veo a una persona que la hace y que esa persona me abre la puerta de su intimidad para compartir algo que no puede expresar de otra manera. Eso para mí es el cine de autor: un ser humano expuesto en su totalidad en pos de expresar algo.
La mayoría de las películas y de las series que vemos no son así, eso es cierto. También es cierto que esto no fue siempre así. Sacando la evaluación que uno puede hacer de cada película en particular, la industria siempre tuvo un gran caudal de películas muy clásicas, pero muy personales.
Ahora bien, me parece que Martel entra en un berenjenal cuando intenta explicar por qué este fenómeno ocurre. Si es conservador apegarse a la estructura efectista de los relatos, también lo es creer en una suerte de logia internacional que mueve los hilos, nos define y nos ordena qué hacer con nuestra vida. Si algo nos ha enseñado el amigo Foucault es que la cosa es un poco más dinámica, compleja y mucho menos lineal.
Hace algunas semanas les vengo comentando sobre ese libro de Siegfried Kracauer que estoy leyendo: Ensayo sobre cine y cultura de masas (escritos norteamericanos). Algo que devela el crítico alemán en varios pasajes de sus artículos es el hecho de que esta supuesta masonería mundial no existe, o por lo menos no opera como muchos creen que lo hace. La industria cinematográfica se mueve buscando consumidores, para seguir existiendo debe darles algo que ellos necesiten o reclamen como necesario. Cuando vemos representaciones LGBTQ+ o con “impronta” feminista en las pantallas del mainstream, estas no ocurren por una decisión de política institucional, sino por una decisión de mercado. Afortunadamente hay un sector de la sociedad muy grande que no consideraría aceptable ciertas representaciones y, en pos de mantener el público y las ganancias, los estudios se adaptan. Si esto no fuera así, los mensajes de gente como Agustín Laje tendrían sustento.
Cuando Martel dice que las compañías de streaming son las que ocasionan el vuelco y el giro conservador de la narración, evita dar la discusión más interesante sobre el asunto, que bajo ningún punto de vista está ahí, sino que, al contrario, está en reflexionar por qué existen cada vez más personas que solo esperan un relato audiovisual pasatista, efectivo y anclado en un modelo narrativo vetusto e impersonal.
Por otro lado, confunde cómo trabajan las plataformas. El grueso de su contenido no lo generan ellas. Las plataformas ofrecen muy poco empleo directo. La gran parte del catálogo que uno encuentra en Netflix son producciones de terceros a las que la compañía paga por los derechos de exhibición. Incluso aquellas que aparecen con el cartelito de producidas por en realidad no fueron creadas por la plataforma, sino adquiridas a posteriori, una vez que la película o la serie estaba hecha, para su difusión. En muchas ocasiones estos derechos se pagan previo al rodaje y eso ayuda a financiar o costear parte de los gastos, pero el grueso de programas o películas producidas de forma íntegra por las plataformas es muy bajo.
Lo que hay entonces es un sector de la industria muy permeable a generar un determinado contenido que creen que es el que el público de las plataformas necesita. Parece algo menor, pero no lo es.
Por último, la ensalada se termina de armar cuando Martel habla de dar o tener trabajo y utiliza palabras muy bonitas y conceptos con los que todos podemos estar de acuerdo, pero que parecieran que solo son aplicables al cine. La pregunta en todo caso es ¿quién tiene trabajo en este esquema de organización social? En la lógica de pensamiento de Martel, ustedes, yo y la mayoría del mundo no tenemos trabajo sino que nos dan un trabajo. Bajo este sistema, ¿por qué un cineasta debería ser diferente a una persona que pinta casas o trabaja en la construcción o maneja un taxi?
Es el capitalismo. Bienvenida al club de los oprimidos, Lucre.
Más allá de los chistes y de cierta provocación que me permito, no me parece mal que Lucrecia Martel diga lo que dice y tampoco que pueda pifiar como lo hacemos todos en una charla de café. Lo problemático, al igual que lo que ocurre con Bielsa, es que reproduzcamos cosas porque sí con el único sustento de una cita de autoridad. Como me gusta decir: sabiendo habla cualquiera. Y hasta Lucrecia Martel puede equivocarse. Lo que no está bien es que aplaudamos sin reflexionar.
¿Qué estoy leyendo?
Hoy les dejo un libro increíble de una persona increíble. Quizá la única a la que valga la pena idealizar y aplaudir por aplaudir cualquier gansada que haya dicho en algún pasaje de su vida. Hablo de François Truffaut, ese muchacho que no solo ha hecho películas excepcionales, sino que además ha pensado y escrito sobre el cine como pocos.
En otra oportunidad hablaremos de El cine según Hitchcock, Las películas de mi vida o El placer de la mirada. Hoy me interesa recomendarles un libro que se llama Correspondance y que incluye una gran cantidad de cartas enviadas y recibidas por el cineasta a lo largo de su vida, ordenadas de forma cronológica. Su visión del cine, algunas cosas de la interna con Godard y más cosas están ahí. El libro no se consigue en español, hasta donde sé está editado solo en francés y en inglés, pero pueden descargarlo acá.
El prólogo lo escribió Godard y cierra diciendo algo que debe ser quizá lo único que esté más cerca de redimirlo: François quizás esté muerto. Yo quizás esté vivo. Pero ¿cuál es la diferencia?
En esa, la rata sucia estuvo bien.
Bien, esto se hizo largo otra vez. Qué sé yo, les pediría disculpas pero no me arrepiento. Si llegaron hasta acá les agradezco mucho y solo por eso les prometo escribir algo para la próxima semana. Quién sabe, quizá estemos atrincherados otra vez luego de esta ilusión momentánea.
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