Azul el mar: vacaciones… y después?

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La historia es simple. Lola y Ricardo integran un matrimonio de clase media, ella médica y el arquitecto. Apenas habrán pasado los cuarenta años. Tienen 4 hijos, los dos mayores son adolescentes. Es verano y la familia se aloja en un hotel en Mar del Plata. Paseos por la ciudad, compras y juegos de verano ocupan el tiempo de ocio. Por supuesto, el día de playa y los juegos con el mar ocupan el centro de interés, por lo menos de los hijos y el padre. Lola no parece muy entusiasmada, parece tener miedo del agua. En general, es una madre bastante temerosa. A poco de llegar, Lola le cuenta a Ricardo que le ofrecieron un nuevo trabajo, lo que suscita la molestia de él. Su trabajo de arquitecto estaría con complicaciones y él no dispone de más tiempo para ocuparse de los chicos. Hacia el final de las vacaciones pasan unos días en casa de unos amigos donde les toca vivir tristes momentos.

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En realidad el relato no es lo relevante de la película puesto que lo significativo no está en el desarrollo de la acción sino que se sitúa en la interioridad de Lola. Ya la primera escena nos la muestra en primer plano a contraluz contra el sol del amanecer. En este pacto de lectura inicial se anuncia que Lola es la protagonista y el centro de interés. El resto de los personajes acompañan el devenir de su conflicto interno. La pregunta de Lola es por su identidad. ¿Es la persona que quiso ser en la vida? Estudió, se recibió de médica y puede ejercer su profesión, pero el pago es caro. Tiene el trabajo del día en una clínica y luego sigue con el trabajo de la casa, que esté todo en orden, que la comida esté preparada, que los chicos tengan a su madre cerca. ¿Y el padre? Ricardo tiene complicaciones con las obras en que interviene, llega tarde a casa, pero eso sí, a los chicos les compra todo lo que necesitan. ¿Le alcanza a Lola? ¿Le sirve? ¿Este es el hombre con el que soñó compartir la familia… y la vida? ¿Lo sigue queriendo?

Muchas parejas salen de vacaciones y llevan en su valija el conflicto que vienen arrastrando desde tiempo. Creen que el conflicto quedará atrás, que el aire de mar o sierra, la diversión, el descanso, en fin, el cambio de rutina sepultará viejas y silenciosas disputas. Y muchas veces esto es así. Otras tantas veces alguno o alguna patea el tablero y busca nuevos rumbos. Tal vez en el momento mismo del veraneo, a veces luego de un tiempo.

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Las preguntas que Lola se plantea son muy similares a las que muchas mujeres se hacen en los tiempos actuales, tiempo de luchas del colectivo femenino, tiempo en las que muchas se desatan y siguen adelante solas, o acompañadas por alguien que tire del carro al mismo tiempo, pero a no engañarse, son pocas, cada vez más, pero aún pocas. La mayoría sale al mercado de trabajo porque el dinero no alcanza trabajando uno solo, pero al final de día ellas vuelven a la cocina, al lavado, a los pañales.

Tal vez hubiera sido interesante un mayor acercamiento al conflicto interno de la protagonista, no tanto en los eventos de la vida cotidiana de la familia. El guion intenta introducir un mensaje a través de su relación con el mar, en su contacto físico y en sus ensoñaciones, en sus presentimientos en la tormenta que se avecina, pero queda a mitad de camino.

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Interesante es la exploración en el campo de la fotografía, muy lucida en las tomas a contraluz y en algunas superposiciones.

Azul el mar participó de la clínica de guion del Berlinale Talent Campus del Festival de Berlín, ganó el concurso de desarrollo “Raymundo Gleyzer”, obtuvo apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y fue la primera película ganadora del concurso de ópera prima del Polo Audiovisual Córdoba.