Reseña: Bosque adentro
El público de la 24 ya habrá adivinado que, desde hace unos años, me decanté por los policiales. De hecho, desconfío de las navajas suizas humanas, gente con 47 usos y funciones. Hoy nos toca un misterio, que es un poco más que un sencillo misterio televisivo, es parte de la industria del misterio internacional.
La miniserie es un género noble cuando es usada para pintar un lienzo grande. Mi problema, como les dije en la nota de Defending Jacob, es que por alguna razón industrial de los servicios de streaming, el formato está reemplazando a los largometrajes. Hipernarratividad al cuete. El viejo y querido thriller cinematográfico, otro género que durante décadas, con diferentes acepciones, fue de los más populares en los cines de cualquier barrio del mundo, está muriendo, como está pasando con todas las películas de mediano presupuesto. Yo no sé si fue un plan deliberado, o una consecuencia, pero la cosa es que casi todos los thrillers son miniseries o series.
El caso de Harlan Coben
Netflix tiene un metejón con el autor de thrillers norteamericano llamado Harlan Coben. Es un bestesellerista consumado, que vendió más de 70 millones de libros en el mundo. Por alguna razón el Sr. Coben no hizo demasiado ruido literario en la Argentina, a pesar de que es un país donde se editan novelas policiales y de misterio de autores de todo el mundo, desde Andrea Camilleri, pasando por Petros Márkaris, hasta todos los nórdicos. Pero bueno, desde hace unos años a esta parte, el panorama editorial argentino ya no es lo que era, al punto de que un mes antes de estrenarse la primera temporada de Juego de Tronos las novelas no se conseguían ni siquiera importadas.
Decía entonces que Harlan Coben es un autor consumado, famoso, y que cuenta con una serie de novelas, superan la docena, protagonizadas por el abogado Myron Bolitar, y otra veintena de novelas independientes.
Aquí es donde se encontró con oro. En 2001, Coben editó Tell No One, que en 2006 fue llevada al cine en Francia por el director Guillaume Canet. Los franceses parecen amarlo al bueno de Harlan, porque la novela de 2003 No Second Chance fue llevada a la TV con el mismo nombre en formato miniserie en 2015. Lo mismo que pasó con Just One Look, otro de sus trabajos.
Coben vio en las miniseries un buen vehículo para sus thrillers, y en 2016 escribió para el canal británico Sky 1 y Netflix la miniserie The Five. En 2018, Canal Plus de Francia en conjunto con Netflix, produjo Safe, con Michael C. Hall, que venía de hacer Dexter. Safe fue hiperpromocionada y bastante exitosa. La miniserie fue estrenada oficialmente bajo el nombre “Harlan Coben´s Safe”, honor otorgado a unos pocos. Su nombre vende.
A partir de allí, Netflix lo contrata y le paga un millonario contrato exclusivo para adaptar sus novelas. A principios de 2020 se estrenó The Strange, conocida aquí como No hables con extraños, con Richard Armitage en el protagónico y ahora, en junio, llega desde Polonia la adaptación de la novela The Woods. El nombre original de la miniserie es “W glebi lasu” y es conocida en Argentina como Bosque adentro.
La semilla del misterio
Pawel Kopinski (tal es el nombre que adaptaron los polacos del original Paul Copeland), interpretado por Grzegorz Damiecki, es un fiscal en Varsovia que investiga casos resonantes y difíciles, como es el de la violación de una chica por parte de dos jóvenes de familias poderosas. Para peor, el padre de uno de los presuntos violadores es un importante periodista, con presencia en múltiples medios, y amenaza descaradamente al fiscal.
Viudo y con una hija, Pawel es un funcionario tenaz y meticuloso. Una noche el inspector Jork (Arkadiusz Jakubik) lo visita en su despacho y le pide, de manera un poco brusca, que lo acompañe a la morgue. Un cadáver apareció con recortes de diarios e información sobre el fiscal. Ese cadáver es un disparador para Pawel, ya que reconoce el rostro: es el hombre que hace 25 años desapareció en el bosque junto a su hermana, en una noche que jamás podrá olvidar.
Saltamos al pasado. El joven Pawel es celador en un campamento para jóvenes. Su mamá es vicedirectora de la escuela a la cual pertenece este campamento. La relación entre ellos es fría. Está su hermana por ahí, viviendo su amor estival. Adolescencia, alcohol, verano, sexo. Pawel también está enamorado. Laura se llama la chica: es recíproco. Hay felicidad en estas imágenes, pero también una sensación ominosa, un desastre inminente. Se hace notable una diferencia de clases sociales entre los hijos del personal de limpieza y los estudiantes de la escuela privada. La novela es americana, la adaptación polaca, por ende esto se juega en las postrimerías de la caída de la Unión Soviética. Funciona el marco, funcionan los espacios. Funcionan estos adolescentes que absorben a borbotones pedazos sin procesar de la cultura masiva norteamericana. Un hallazgo de la adaptación.
Volvemos al presente, Laura es una profesora universitaria, casada con el decano de la universidad. En su aula hay 40 o 50 estudiantes. Les pide un trabajo práctico anónimo, un ejercicio literario. Uno de los trabajos entregados narra los acontecimientos en un campamento de verano, hace 25 años, en el cual un joven P está enamorado de la adolescente L, y ese amor tiene un punto culminante en cierta noche con acontecimientos terribles.
Tenemos un triple ataque del misterio. Es imposible no caer en él, salvo que se tenga una aversión al género. Funciona también la historia de amor adolescente, siempre difícil y hasta ridícula en la pantalla. Dos líneas temporales. En la primera sabemos que se va hacia el desastre, no sabemos cómo ni cuáles fueron sus consecuencias. La línea presente tiene a alguien en las sombras, moviendo piezas. La resolución de una está, por supuesto, ligada a la otra.
Polacos
Bosque adentro es la tercera serie polaca que veo en Netflix. Las anteriores fueron la excelente y distópica 1983, relato de ciencia ficción en la línea de El hombre en el castillo de Philip Dick o Fatherland de Robert Harris y un policial del que ya les escribiré, llamado Rojst (El pantano). Si sumamos ahora Bosque adentro, podemos decir que a los polacos ya les fue mejor que a los argentinos con Netflix, que en el mismo período le ofrecimos la espantosa Edha, la sosa Casi feliz y esa biopic de Florencia Arietto llamada Puerta 7. Como pasa en turismo, pasó el gringo y lo bolsilleamos.