Native Son: que siga debutando así
Por lo general, aquella persona que mira cine habitualmente (defínase, tal vez, como cinéfilo), tiende a seleccionar las películas por género, director, actores protagonistas o, en casos más puntuales, guionistas. En Native Son, dirigida por el debutante Rashid Johnson, se destaca un requisito que muchas veces no se tiene en cuenta: la productora. Tal es el caso de A24, la cual fue fundada en 2012 y tuvo a Spring Breakers (Harmony Korine, 2013) como primer éxito comercial. Entre sus films, podemos nombrar Enemy (Denis Villeneuve, 2014), Ex Machina (Alex Garland, 2015), The Witch (Robert Eggers, 2016) o Moonlight (Barry Jenkins, 2016). Considero pertinente destacar este detalle, y dejo el enlace a la página oficial ya que vale la pena interiorizarse e inspeccionar todo el catálogo.
Ahora bien: siguiendo esta línea, las películas de A24 tienden a plantear arcos argumentales poco comunes, corriéndose de lo que podríamos considerar un cine comercial puramente hollywoodense; atreviéndose a experimentar con puestas en escena minuciosas y haciendo mucho hincapié en que el film esté sostenido por la atmósfera. Detalle más, detalle menos, acá aparece Native Son, una película ideal para A24 (o A24 fue una productora ideal para Native Son, cómo saberlo).
La película nos cuenta la historia de Bigger “Big” Thomas (Ashton Sanders), un joven afroamericano que vive en los suburbios de Chicago con su madre y sus dos hermanes menores. Es un personaje entre excéntrico y raro: escucha punk en casetes pero también le gusta la música clásica, usa ropa pintarrajeada de manera desprolija y tiene el pelo teñido de verde. Trabaja de mensajero en bicicleta y pasa tiempo con su novia peluquera.
Big se ve a sí mismo consciente, resuelto, ambicioso. Siempre carga una pistola que era de su padre, pero tiene la suficiente inteligencia y el poder de decisión como para declinar el ofrecimiento de un amigo para robar una tienda. En cambio, acepta un trabajo que le consigue su padrastro como chofer de la familia Dalton, blancos ricos que enseguida lo aceptan en su círculo. A partir de ahí, Big se irá acercando a la hija de la familia, Mary, la chica universitaria progresista que vive entre fiestas y drogas.
Toda la narración estará a cargo de Big, y si bien hay tres actos concretos (Destino, Miedo, Huida), hay dos partes claramente diferenciables: por un lado, la primera hora, que contextualiza y pone de manifiesto un clima de aparente relajación, donde una progresión de circunstancias romperán lo que podríamos considerar idílico en la vida del protagonista. Después viene la segunda parte: la identidad de Big tambalea y cae. Aparece el drama, que también es thriller, y también es policial; y la personalidad de Big, lo que al principio era su orgullo, se vuelve un reflejo.
Native Son es un gran debut y creo que cualquier director debería sentirse contento de tener esta película como obra cinematográfica iniciática. Hay quien considera que la primera hora va un poco lenta, siendo incluso aburrida; pero creo que el esfuerzo queda compensado por una segunda parte muy apreciable. Es un relato gris que se va torciendo de a poco, que gira ciento ochenta grados hacia una desolación súbita e inevitable.
Así, seguiremos al amigo Rashid Johnson en sus próximas películas. Y esperemos que vengan de la mano de A24.
Pingback: Captive State: cautivos sin saber | REVISTA 24 CUADROS