Reseña: Glow Season III
Son lamentablemente pocas las veces que una serie me sorprende por el realismo de sus diálogos e interacciones entre los personajes. A veces, y no pocas, una serie puede ser excelente incluso cuando esto falle. Porque el argumento impacta. Porque estéticamente es impecable. O porque nos tiene al borde del sillón.
Glow es una serie bastante pequeña si se quiere, que reúne varias de estas virtudes.
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De a poco, y entiendo que de forma desprolija, Netflix viene dando de baja series que hace unos años habría mantenido. Yo quiero creer que es por bancar o generar productos de más calidad. Pero no sé si es por ese lado, y es algo que definirá el futuro si le dan espacio a mejores productores. La cancelación The OA o Sense 8 son preocupantes de alguna manera porque señalan que el principal factor de cancelación de Netflix es el mismo que el de casi todas las cadenas televisivas sacando a HBO: los ratings. Ahora bien, Netflix no distribuye esos números. Entonces cómo saber que no utilizan esa “medición” para dar de baja productos jugados o producidos por mujeres como se deslizó hace unas semanas. No hay forma.
Toda esta introducción es para decir que Glow es una serie que está en el top 5 de mejores series originales de Netflix, y que al ser creada por mujeres y no contar con un gran rating, no me sorprendería una cancelación apresurada.
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Lo bueno es que Glow culminó su tercera temporada y en una hipotética cuarta se podría cerrar de manera satisfactoria porque todo el camino de nuestras hermosas mujeres del wrestling ya está bastante cementado.
Las chicas llegan a Las Vegas donde su show en el hotel casino Fan Tan, que es regenteado por una formidable Geena Davis y que le gusta tanto el show (o el éxito que tiene) que les ofrece hacerlo durante un año. Para la mayoría salvo nuestro trío de protagonistas, actuar, ganar dinero y estar en Las Vegas es lo más parecido a haber muerto durante el final de un orgasmo y terminar en el cielo. Sam, Ruth y Debbie (los geniales Marc Maron, Alison Brie, y Betty Gilpin) en cambio tienen sus reservas. Sam y Ruth quieren perseguir sus sueños más cercanos al cine (situación que los lleva a chocar y a llevar su relación a un punto muy complicado) y el show que tienen que actuar cada noche se los prohíbe. Debbie por su parte, extraña a su hijo de casi dos años que vive en otro estado.
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Como en otras series producidas por Jenji Kohan –por ejemplo, Orange Is the New Black–, el ensamble de actores es importante y aunque hay un trío protagonista, casi todos tienen alguna línea argumental resuelta o no a lo largo de la temporada. Bash, Rhonda, Cherry y Sheila tienen los subplots más relevantes y en el caso de Sheila (Gayle Rankin demuestra que está para más), con su “cambio de piel», hasta emocionan.
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Otras reseñas hablan de que la mayor falla de esta temporada de Glow es justamente que hay poco wrestling. Entiendo la crítica porque es cierta. La tercera temporada tiene de hecho pocas escenas de lucha. Creo en cambio que el wrestling es a esta altura una excusa, y dado que había una rutina en hacer el mismo acto durante todos los días del año, fue más bien una decisión de timing. Glow no deja de ser una serie con capítulos que duran media hora. Entrelazar una decena de plots y subplots con escenas de wrestling hubiera requerido la habilidad de montaje de la ex de George Lucas. Y conviniendo que no es lo más importante de la serie, que se decanta más por lo que dije al inicio de la reseña, se debe haber decidido que lo mejor era reducir esas partes a momentos extraordinarios (en un episodio representan “Cuento de Navidad» sobre el ring).
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Lo más excelso de Glow son los personajes tan reales, las interacciones certeras y el tono de los diálogos. El ida y vuelta de los personajes no necesita de chispas inconsecuentes. Sam es un cascarrabias pero él sabe que es así y pretende manejarlo como cualquier persona sensata.
Hay una sola cuestión que me hizo ruido a lo largo de la temporada y es la relación rara que le crearon a Debbie con un texano rico entrado en años interpretado por Toby Huss (que hace el mismo rol en Halt and Catch Fire). No cuadra por varias razones. Una entre ellas –y lo intentan solucionar desde el guion– es que el personaje es demasiado decente para ser un texano rico en los 80. Una escena en particular les va a hacer mucho ruido.
Más allá de eso, Glow es una maravilla dentro de las series donde el factor humano y la ausencia de bombástica son las virtudes más presentes. Un puñado de historias, de redenciones, de caminos que se entrecruzan formando otros nuevos, todo interpretado de manera magistral, con diálogos totalmente creíbles, bien dirigidos y enfocados en lo que importa. Qué más.