Muere, Monstruo, Muere: alegoría de un infierno cotidiano.
Recuerdo mucho ese BAFICI de 2012 en el que Alejandro Fadel presentó Los Salvajes, su anterior película y, aunque IMDB diga lo contrario, su primer largometraje conocido en soledad (antes había realizado con Mauregui, Schnitman y Mitre la brillante El amor, primera parte).
Aquella primera película, la segunda que realizaba La Unión de los Ríos luego de El estudiante, era sorprendente por como manejaba el género y el extrañamiento. Fadel de a poco nos sumergía en un mundo que se iba alejando más y más del realismo y que culminaba en un estado místico de niveles insospechados para lo que parecía ser un drama marginal de adolescentes.
Este background y los elementos promocionales que pueden encontrarse en internet y redes sociales sobre Muere, Monstruo, Muere (MMM), el opus dos de Fadel, deberían bastar para que el espectador, es decir ustedes, corra al cine a ver la película. De todos modos, por las dudas que no sean suficientes aquellos materiales, haré el esfuerzo de convencerlos.
MMM es una película atípica para el cine nacional en general y para el cine de género local en particular. Para empezar el film abraza el terror en su totalidad, jamás reniega de ser una película de género y en ningún momento quiere escaparle al asunto. Abreva de manera directa en las películas clásicas de Craven o Carpenter. Fadel lo sabe y nunca pretende ocultarlo. A su vez, desde la integralidad de la puesta en escena, no deja de ser la creación de un autor. La cámara, el sonido, las interpretaciones y todos los elementos que componen al hecho cinematográfico son trabajados desde la óptica particular de un sujeto que los piensa al detalle y con una marcada identidad. En ningún momento la película parece un enlatado.
Es entonces este binomio compuesto por una narración de género y una mirada de autor lo que vuelve refrescante para el panorama local a MMM. Si algo ha demostrado el cine denominado «de género» en nuestra cinematografía es la capacidad técnica para filmar a primer nivel. Los técnicos nacionales y los realizadores de VFX son muy buenos y eso se nota en diferentes producciones locales, desde las más caras hasta las más independientes. Las fallas de estas películas suelen estar en los guiones, que descansan demasiado en las convenciones y los lugares comunes del género. MMM viene en este sentido a llenar ese vacío. No solo es una película impecable desde lo técnico, sino que además ofrece un relato sólido y contundente desde el manejo audiovisual.
Por otro lado, la película rompe con muchos prejuicios que suelen existir en nuestro cine nacional. Esa idea cada vez más refutada de que el género es mala palabra o, como decía Agresti, el refugio de los inútiles, con MMM y su trabajo desde la narrativa y la estética es echada por tierra por completo.
La historia nos presenta una serie de asesinatos de mujeres que ocurren en una zona cordillerana de la provincia de Mendoza. El principal sospechoso de los crímenes es un perturbado hombre llamado David (Esteban Bigliardi), que sostiene que un monstruo le susurra cosas al oído. Cruz (Victor López), un particular policía, se involucrará de lleno en la investigación luego del fallecimiento de Francisca (Tania Casciani), la esposa de David con quien mantenía un affaire.
No tiene mucho más sentido intentar explicar una trama que con esa premisa va sumergiéndose de lleno en un tono fantástico y de extrañamiento cuasi Lyncheano, con secuencias que hacen recordar a lo mejor de Muholland Drive o Lost Highway.
El film puede emparentarse con mucha tranquilidad con la oleada de cine independiente norteamericano de género tan en boga en los últimos años. Si les gustó Hereditary, It Follows, Thelma, Super Dark Times o The Witch, MMM es su película. En esa línea, estamos ante una obra eminentemente alegórica. Aquí el discurso gira en torno a la violencia de género y a cómo el hombre ataca física y mentalmente a las mujeres hasta descuartizarlas, literalmente.
Al igual que en las películas que mencionaba más arriba Fadel trabaja mucho el extrañamiento y la construcción de un clima audiovisual. La forma en la que ocurren las cosas y como son presentadas al espectador son casi o más importante que lo que ocurre en sí mismo. Hace algún tiempo, en esta misma revista, indagamos un poco sobre esa tendencia de poner el clima sobre el relato aquí.
Tan sorprendente como Los Salvajes, con una maravillosa fotografía y un trabajo único sonoro que evoca al cine de género de los 80’, Muere, monstruo, muere es una gran película que ha tenido un estreno casi desapercibido por la cartelera nacional. Corran al cine, no se van a arrepentir.