Los ilusos #59: Corto viaje de un día hacia la noche

Hola, ¿cómo están? Espero que muy bien. Bueno, qué es estar muy bien en un país donde el ministro de economía hace piruetas para festejar un 11% de inflación con la actividad económica con un freno de mano violento, salarios pulverizados, encarecimiento del costo de vida en dólares, un tarifazo inconmensurable en puerta y todo el sector agrario que impulsa una devaluación.

Pero, bueno, amigos, ya lo saben, como dice el primer libro de los Macabeos: la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo.

En este contexto, todas las semanas se añaden noticias que son una más triste que la otra. Vivimos en un país gobernado por las personas más idiotas que existen, y ha sido una decisión consciente. Elegimos a la estupidez como remedio de una crisis terminal.

Pensé bastante sobre qué escribir y cómo, honestamente me venía molestando un poco que las últimas columnas fueran solo de actualidad y nada más, así que había decidido volver, por lo menos en esta edición, a un formato un poco más originario de cómo surgió esto. Iba a comentar algo de la situación del INCAA, pero lo que pasó el fin de semana me obligó a replantear todo y a actualizar la información y dejar solo esa parte de la columna. Disculpas a Miriam, nuestra querida correctora.

Antes de empezar, ahora que comienza el frío, ojalá que consigan alguien que los quiera y los mire con tanto amor como el jamoncito lo mira a Elon Musk:

Un poco de polémica no hace daño: el gabinete del doctor Pirovano

Casi con el vitel toné, el 29 de diciembre, la última columna del 2023 decía con respecto a lo que en ese momento era la discusión por la presentación de Ley Bases: Pase lo que pase, las cartas están sobre la mesa. Incluso evitando esto, la visión que tiene el oficialismo no se va a modificar y la embestida será constante en los años venideros. No va a quedar otra, habrá que pensar cómo aguantar, pero también, será urgente entender todas las cosas que se han hecho mal durante los últimos años para que cuando haya otra oportunidad no volvamos a lo mismo.

Obviamente, no había que ser un acólito de Parravicini para vaticinar lo que finalmente ocurrió: un ataque bestial y furioso contra el cine en particular y la cultura general, sin precedentes para nuestra historia reciente.

La discusión, entonces, es qué hacemos, cómo nos posicionamos frente a esto y si podemos ganar. Hablo en plural porque no me interesa escribir acá sobre cosas que ya he dicho y que ya han dicho muchísimas personas. No vamos a explicar aquí la Ley de cine y el financiamiento del instituto. Si ustedes quieren leer eso, ya lo hemos hecho muchas veces. Pueden leerlo acá, acá, acá y acá. Y, ya que estamos, tampoco es que desde esta revista nos limitemos a describir el problema, también dimos nuestra opinión sobre por qué la comunidad cinematográfica está compuesta de la forma en la que lo está y, por supuesto, los problemas que eso trae. Lo encuentran acá y acá.

Volvamos entonces. Lo que siguió a las primeras semanas de 2024 es historia conocida: un silencio de radio y la ausencia de designación de un presidente a cargo del instituto paralizaron su actividad mientras en enero y febrero se intentaba refundar el país con la aplicación del DNU y la posible sanción de la Ley Bases.

La frustración del debate parlamentario obligó al gobierno a replantear su estrategia con el sector y a comenzar una suerte de microajuste y desmantelamiento área por área. Se designaron ciertos funcionarios jerárquicos en determinadas áreas del ejecutivo nacional con el objetivo de dinamitarlas y luego renunciar. Así apareció en escena el excéntrico Carlos Pirovano, un economista, sin ningún tipo de trayectoria o conocimiento en la gestión cultural.

Las semanas siguientes a la designación del flamante presidente incluyeron una reunión con la comisión interna de ATE que volvió a encender las alarmas: despidos de trabajadores precarizados, mediante la no renovación de los contratos que se van venciendo; dudas sobre la continuidad de la señal de televisión Cine.ar y la plataforma Cine.ar Play; la posible venta del Cine Gaumont; la privatización de la ENERC; el corte de fondos para el apoyo al lanzamiento de películas y el desfinanciamiento a los festivales nacionales que se hacen a lo largo del año en diversos puntos del país.

Luego de que esto se conociera, Pirovano desmintió la venta del Gaumont y la privatización de la ENERC, pero sí puso en marcha alguna de las medidas denunciadas. Mediante la Resolución 16/2024 se resolvió, entre otras cuestiones, suspender: el apoyo a festivales y patrocinio a eventos; el apoyo económico a las provincias y a la CABA y el apoyo al lanzamiento de películas. A su vez, esa resolución estableció que todos los contratos de locación de obra que vencían el 31 de marzo de 2024 no serían renovados y se decretó la imposibilidad de realizar nuevas contrataciones de personal bajo esta modalidad.

Este primer escenario de despidos comenzó a generar muchas complicaciones a nivel interno. Como no se estableció ningún tipo de criterio a la hora de pensar dónde se hacía el ajuste, se afectaron áreas completas y se despidieron personas que hacían tareas que nadie más podía asumir. A su vez, al no haber ningún tipo de gobierno o de gestión política del organismo, quienes trabajan siguen haciendo sus tareas sin ningún tipo de directiva nueva. Así, suceden cosas extrañas: Cine.ar hace posteos en sus redes sociales, pero ya no publica su grilla semanal. El Gaumont funciona, pero no hay nadie que opere la pantalla y las marquesinas. La red de espacios INCAA están recibiendo y ofreciendo menos películas.

Como resultado de todo esto se llevó a cabo el 14 de marzo una movilización en defensa del cine argentino. La concentración fue pacífica y se desarrolló sin problemas, hasta que el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires decidió aplicar el flamante protocolo antipiquete del Ministerio de Seguridad de la Nación y reprimir a cineastas, actores, actrices y estudiantes de cine. Las imágenes hablan por sí solas.

Lo siguiente que empezó a afectarse fue el funcionamiento de los comités, integrados por profesionales de la industria que realizan diferentes tipos de tareas que van desde otorgar el interés para el financiamiento de un proyecto, hasta calificar (o sea, asignar una edad recomendada) las películas terminadas. De las reuniones de Pirovano con la industria lo que trascendió es que los comités podrían seguir funcionando, pero ad honorem, generando así una suerte de extorsión sobre los propios miembros de la comunidad que se encontraban en la disyuntiva de exigir lo que corresponde (el mísero pago del contrato, que se paga siempre tarde) o negarse a trabajar bajo esta modalidad y paralizar por completo el funcionamiento del INCAA y el financiamiento de proyectos.

Hace dos semanas, el 9 de abril, se produjo una nueva escalada en el conflicto. Mediante la Resolución 27/2024, el presidente del INCAA resolvió suspender la ventanilla continua, es decir, la posibilidad de presentar proyectos a financiamiento del instituto por 90 días. A su vez, se estableció que aquellos proyectos ya presentados que no tuviesen a la fecha una declaración de interés serían devueltos y que lo mismo pasaría con aquellas presentaciones aplicadas a la vía digital que no cuenten con la asignación de un comité.

Esta medida no solo paralizó por completo las funciones del instituto, sino que además adelantó una discusión muy importante que intuyo se vendrá a corto plazo. La resolución establece en su art. 3 que“los proyectos referidos en el artículo anterior podrán ser presentados nuevamente una vez culmine el periodo de suspensión, los que se deberán adecuar a la nueva normativa”. La “adecuación” a una nueva normativa significa ni más ni menos que la nueva elaboración de un plan de fomento cinematográfico, es decir, la forma mediante la cual el INCAA resuelve cómo gastará y distribuirá el fondo de fomento cinematográfico. A saber, el dinero que recibe a partir de determinadas asignaciones específicas al sector y que garantiza su autarquía.

Durante la semana pasada comenzó a circular un nuevo organigrama del Instituto en el que desaparecía la “Gerencia de fomento”, el área más importante, que es la que asegura los procedimientos para otorgar los fondos a las películas. El sábado y el domingo comenzó a circular con mucha velocidad que el INCAA cerraría sus puertas y que sus trabajadores serían dispensados hasta tanto se realice una “evaluación de personal” y una “readecuación” acorde a la nueva estructura funcional del organismo. Esto incluso fue publicado por Marcelo Stiletano, periodista que viene haciendo las veces de acólito de las nuevas autoridades del INCAA, en La Nación.

Hoy, lunes 22 de marzo, se publicó en el Boletín Oficial la resolución 62/2024 que formaliza el nuevo organigrama, pero no da muchas directivas sobre lo que ocurrirá con los trabajadores del instituto o con la continuidad de los Espacios INCAA y el Cine Gaumont.

Todo esto ocurre mientras se desarrolla el BAFICI. Hace unos días, Luciano Monteagudo publicó en Página 12 un texto sobre “El sospechoso silencio del BAFICI”. Ni lento ni perezoso, Javier Porta Fouz despejó las dudas y aclaró la falta de postura con este comunicado:

La “defensa” del festival fue entonces una charla armada entre gallos y medianoche, sin demasiado eje en lo que realmente está pasando, que era más una excusa para salir a decir que “algo” les importa el tema, que un espacio de debate serio. El debate finalmente ocurrió y aquí puede verse completo:

Dudé si era correcto participar del festival, si había que hacerlo en forma crítica o si había que boicotearlo de forma expresa. La disyuntiva es clara: vaciar las salas y regalar el espacio, o participar, hacerlo activo y forzar la discusión donde se pueda. No es muy distinto a lo que se viene reflexionando en las instituciones educativas frente al recorte del gobierno. En uno de mis trabajos nos invitaron a participar de unas actividades, debido a las palabras de Porta Fouz decidimos bajarnos para no apoyar al festival.

El sábado fui a ver dos películas y mi mirada se volvió “un poco más optimista”. Programadores, presentadores y directores de los films remarcaron la crisis, el embate a la cultura y la necesidad de defender nuestro cine. Creí que, por lo menos desde lo subterráneo, algún espacio de crítica y de organización era posible que se motorice desde el festival.

Lo que pasó ayer y la incertidumbre total sobre lo que puede pasar en las próximas semanas cambia todo. No creo que estén dadas las condiciones para que se lleve adelante el festival. No se puede fingir demencia, entrar a un cine a disfrutar de una película mientras todos sus trabajadores no saben que será de su fuente de sustento. No hay otra opción que movilizarse, ocupar el festival, pero para visibilizar lo que está pasando. Si son directores argentinos de un film que está seleccionado, deberían evitar que su película se proyecte. Si son público, deben ir a las salas y quedarse afuera. Sin son críticos tienen que hablar de lo que está pasando, no es momento de ver cuantas estrellas o butacas se le ponen a una película. Esto es serio, gravísimo y casi terminal.

El escenario es muy complejo. Creo que, en la medida en la que el Poder Ejecutivo no pueda avanzar en una reforma legal de la Ley de cine y de los tributos que tienen asignaciones específicas al sector, el daño podría ser revertido en un contexto político menos adverso, pero eso no quita que en el mientras tanto no puedan hacerse otras cosas.

La comunidad cinematográfica debería entender que no hay un apoyo popular desbordante de toda la sociedad en su conjunto hacia nosotros. No es que nos odien, no es que quieran que no existamos más, sencillamente en un contexto de ataque generalizado contra todas las formas de vida en sociedad, somos solo una medida más entre muchas otras. No me interesa tampoco acá reflexionar por qué hay determinadas aristas de lo que sucede con el cine nacional que no se conocen y que no se pueden defender y que son culpa nuestra. Eso ya lo escribimos y lo reflexionamos en otro momento. Para quienes hacemos esta revista está clarísimo que parte de las consecuencias que estamos viviendo tienen que ver con errores del pasado.

Lo que me parece importante decir es que es erróneo creer que esto se gana solo en la calle, con apoyo popular o con cartas firmadas por centenares de personalidades y celebridades en defensa de nuestro cine. Si ustedes creen que Thierry Frémaux puede conmover a un gobierno y a un electorado que considera –o que por lo menos no le molesta escuchar– que un científico del CONICET es un ñoqui zurdo empobrecedor, me parece que de verdad no la están viendo.

En ese contexto, la única vía posible para intentar frenar esto es la judicial. Hay que atacar las resoluciones 16/2024, 27/2024 y 62/2024. La modalidad para hacerlo, es conversable y opinable. Entiendo y comprendo que muchas veces esta estrategia fue dejada de lado porque podría haber terminado en una intervención judicial del INCAA que paralice su funcionamiento. Bueno, ya está paralizado. No hay otra posibilidad de impedir el desguace que mediante la aplicación de la burocracia y, en última instancia, el Poder Judicial. No hay mayoría en las calles que alcance, no hay voluntades políticas que puedan torcerse. Esto solo se caerá si cae todo lo demás. Nuestra suerte, en términos de lucha popular, está atada al éxito que tenga la resistencia de todos los sectores.