A través de los ojos de un niño: Estiu 1993 y Aftersun

“Yo creo que el cine es algo que te hace crecer, observar la vida de una manera mucho más profunda. El hecho de retratarla te hace mirarla con un detalle que de otro modo no te fijarías”. Así presentaba Carla Simón su película Estiu 1993 en 2018. Esta directora catalana llevó a su película a las nominaciones del Óscar de 2018 y ganó en 2022 el Oso de Oro en la Berlinale por su nuevo largometraje Alcarrás, el cual también se centra en una dinámica familiar.
“Creo que puedes escribir hacia dentro y hacia afuera, y yo escribo hacia dentro. Comienzo conmigo misma, con un sentimiento que tengo o algo que experimenté, y pienso en una ficción a partir de eso”. Unos años después, en 2022, Charlotte Wells estrenó Aftersun, una película que también fue nominada a varios premios y ha sido muy celebrada.

¿Por qué es interesante comparar estas películas? ¿Qué tienen en común estas dos historias? Es que ambas directoras se inspiraron de sus propias vivencias familiares. Tanto Simón como Wells usan la sensibilidad de la infancia para expresarse y para canalizar su propio duelo. No es solo gracias a las excelentes actuaciones de las dos niñas que nos sensibilizamos con estas películas, sino también los guiones y la dirección y, en el caso de Aftersun, la música (sin el arreglo de “Under Pressure” la escena final no sería para nada igual de emotiva).
En ocasiones el cine es una manera de tramitar la propia infancia. Estas dos películas utilizan recursos tanto de la trama como de las actuaciones para transmitir emociones y recuerdos de una etapa de la vida complicada y, además, en ambas historias se relata la infancia como una etapa de autodescubrimiento y de conflicto en una situación familiar no tradicional.

Estiu 1993 relata la historia de Frida desde su propia perspectiva, una niña de 6 años que –luego de la muerte por sida de sus padres– se muda de Barcelona al campo con sus tíos y prima. La protagonista atraviesa el duelo de perder a sus padres a la vez que se adapta a su nueva situación y, aunque la película es dura y tiene momentos tristes y emotivos, estos se intercalan con escenas de lo más tiernas, como cuando las niñas juegan y da la sensación de que no sabían que estaban siendo filmadas. Dos de los momentos más impactantes en este sentido son, en primer lugar, la escena en la que Frida se maquilla. El recuerdo que muchas tenemos de probarnos la ropa de nuestras madres y de pintarnos la cara para parecernos a ellas resurge en ese momento, cuando vemos a una niña huérfana hacer lo mismo. El segundo momento es cuando la protagonista deja a su prima de tres años, Anna, perdida en el bosque. Aunque es algo que hoy vemos como cruel, es una representación muy real y algo enternecedora de cómo funciona la dinámica entre hermanos, desde el miedo a ser castigados hasta la culpa al ver el dolor que causamos. Estiu está repleta de momentos de este estilo: cotidianos, emotivos y un poco desgarradores pero acompañados de la ternura que nos transmite Laia Artigas en el papel de Frida.
Mientras Estiu comienza con la pérdida de la madre y pauta desde entrada que es una película sobre la pérdida, en Aftersun los elementos de conflicto tardan en hacerse evidentes. Wells escribió el guion desde la perspectiva predominante de Sophie (Frankie Corio) –la protagonista de 11 años–, mostrándonos la del padre, Calum (Paul Mescal), en muy pocas escenas. Arranca como el viaje de una hija y un padre a Turquía y media película esta filmada desde una cámara digital que maneja Sophie mientras nos relata lo que sucede. Es una película más cercana a la etapa de coming of age que Estiu 1993, pues la protagonista atraviesa también un autodescubrimiento amoroso con otro de los niños del hotel, a la vez que hace amistades con un grupo de adolescentes. Wells nos muestra ese contraste entre el mundo adulto y el infantil desde la perspectiva de una niña. Aunque no puede decirse que Calum ocupe el lugar de un padre ausente o maltratador, sí nos vamos dando cuenta de que su situación emocional y psicológica no es la mejor. Tiene episodios de depresión y se hacen referencias a sus excesos que notamos cuando no recuerda cómo se rompió el brazo o por la volatilidad de su situación económica y amorosa. Una de las escenas en las que más notamos la disconformidad de Sophie con la actitud de su papá es cuando él la deja sola en el karaoke. La angustia y vergüenza de la protagonista está perfectamente transmitida, en gran parte gracias a la excelente actuación de Corio. Estas sutiles referencias, sumadas a las escenas de Sophie de adulta, nos dan la idea de una nostalgia y angustia por el padre que continúa a lo largo de su vida.

En conclusión, ambas películas están atravesadas por una historia de vida propia de las directoras que, al ser tan realista y emocional, no podemos evitar sentirnos identificados con los personajes. Este género del cine, orientado a las historias de coming of age, funcionan tanto para la propia nostalgia de los realizadores como para la nuestra, sumiéndonos en la nostalgia y ayudándonos a tramitar nuestros propios recuerdos.