Misántropo: un thriller como excusa y nada más

Hace más de 10 años que participo de esta revista y, sacando las proyecciones que ocurren en los festivales de cine, casi nunca voy a una privada de prensa. Se suelen hacer por la mañana en horarios imposibles para cualquier persona que no viva de esto y, la verdad, el ambiente es bastante penoso. Un montón de personas con escasos conocimientos sobre cómo y para qué se hace una película la comentan mientras la ven y se regodean respecto a los dos o tres párrafos que van a escribir, con muchísima suerte, en un diario que ya nadie lee o, en la mayoría de los casos, en un blog que a nadie le interesa.
El estado actual de la crítica y de los medios especializados es penoso hace rato, pero, como todo, se ha ido acelerando en los últimos años. Los señores horribles que van a comer medialunas ahora conviven con adolescentes que solo piensan cuántas historias de Instagram van a grabar, la cantidad de seguidores que necesitan para que los inviten al próximo evento de HBO o si esa chica que está ahí atrás en la fila es una que critica por Twitter a Taylor Swift y por eso merece ser ignorada.
Difícil, muy difícil, pensar en “creadores de contenido” que aporten algo de calidad, incluso para algo tan sencillo como una recomendación o pensamiento más o menos elaborado sobre una obra. Una sociedad líquida como diría Bauman o más espectacularizada que nunca en términos de Debord.

Esto que solo parece una queja interminable en vez de un comentario a una película solo tiene sentido si se repara un segundo sobre un punto: las películas grandes, las que distribuyen las majors, se apoyan en estos sujetos para asegurarse cierto éxito comercial. Ya nadie va al cine y se abalanza sobre la incertidumbre de una cartelera. Ir al cine es una salida puntual, programada y detallada. También les entregamos a estas personas cierta decisión sobre qué vemos y qué no vemos. Por supuesto, yo no creo que todo el mundo sea estúpido y solo propongo que lo pensemos y lo cambiemos.
Yendo ahora sí a la película en cuestión, Misántropo (To Catch a Killer, en inglés) es el esperadísimo e igual de aletargado debut de Damián Szifron en Hollywood y su primera película en casi una década, luego de Relatos salvajes (2014).
La llegada del director de Los simuladores a la industria norteamericana después de haber sido nominado al Óscar y a la Palma de Oro de Cannes era un número puesto. Relatos salvajes no solo fue una de las grandes películas de su año en todo sentido, sino que, además, al igual que El secreto de sus ojos o Argentina,1985 tenía una forma estética que la emparentaba al cine industrial autoral de prestigio que Hollywood supo tener y que hoy está en franca decadencia.

Nadie se sorprendió entonces cuando a finales de 2015 Szifron fue contratado para escribir y después dirigir Six Billion Dollar Man, una remake del Hombre nuclear protagonizada por Mark Wahlberg y producida por The Weinstein Company. El proyecto se alargó y luego vino el Me Too. La empresa de Harvey Weinstein le vendió los derechos a Warner y Szifron y el nuevo estudio no se entendieron. En 2018 fue separado por completo del proyecto.
La historia del director en Hollywood no parecía hasta el momento muy diferente a las fallidas incursiones de los cineastas locales luego de hacer un recorrido local interesante. Les pasó a Aristarain con The Stranger (1987), a Carlos Sorin con Sonrisa de New Jersey (1989), a Luis Puenzo con La peste (1993) y más recientemente a Alejandro Agresti con La casa del lago (2006). Pablo Trapero sigue intentando lograr una oportunidad y Juan José Campanella parece más cómodo habiendo encontrado un lugar fijo como director recurrente de pilotos y capítulos de series de televisión más o menos importantes.
Según su propio director, Misántropo es una película e historia en la que venía trabajando desde hace un tiempo. Su génesis, la secuencia inicial de un tiroteo en Año Nuevo en el que los fuegos artificiales tapan los sonidos de los disparos, es previa a Relatos salvajes. Lo llamativo entonces es que Szifron haya logrado, al parecer, tener el control creativo de la obra durante todo el proceso de producción. Según los créditos de la película, el cineasta la escribió, la dirigió y la editó. Tener el corte final de una película así siempre es la zona de disputa más compleja en estos casos. Suele ser el espacio donde los grandes estudios meten la cola y pueden tergiversar las decisiones originales de los directores. No parece ser el caso de Misántropo, que fue producida por compañías más pequeñas dentro de la industria, asociadas a cierto prestigio en su catálogo, como lo son las inglesas FilmNation y Rainmaker Films y que, por lo que pude encontrar, habría tenido un costo de producción medio/bajo para el medio: unos 20 millones de dólares.

Me tomo este trabajo de explicar el hecho de que el film parece ser una obra pensada e ideada en su todo por una persona que no fue limitada en exceso por el medio de producción, para decir que, al contrario de los datos, mientras la veía no podía dejar de pensar que la película parecía algo condicionada y casi realizada por encargo.
Grosso modo la historia se centra en Eleanor Falco (Shailene Woodley), una policía de Baltimore que no pudo entrar al FBI por algunos padecimientos salud mental, que termina presenciando una matanza en Año Nuevo. Como comentaba más arriba, la secuencia inicial de la película es un tiroteo en el cual diversas personas que están celebrando la noche de Año Nuevo reciben un tiro a distancia muy bien ejecutado. Los disparos son múltiples y su sonido se disimula con los fuegos artificiales. Falco es llamada a prestar auxilio a la zona mientras está resolviendo un problema de vecindad (el dueño de un restaurante quiere echar a una señora que está hace mucho tiempo sentada en el lugar). Lo que sigue después es la mecánica habitual de este tipo de relatos. La policía local está frente a un hecho que no puede manejar y aparece el FBI con Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) y Mackenzie (Jovan Adepo) a la cabeza. Falco, un poco motivada por demostrar que puede más y otro poco por curiosidad, hace algunos esfuerzos para destacar y Lammark la incluye en su equipo de investigación. La sospecha es que el asesino puede actuar de nuevo y tienen que prevenirlo a toda costa.
No me interesa comentar mucho más sobre la trama. Si vieron el tráiler, es muy difícil espoilear algo de la película. Pero sí quisiera detenerme en tres aspectos que me parecen centrales y los que hacen que, al menos para mí, la película no funcione del todo.

En primer lugar, está el o los subtextos. El asesino en Misántropo no es un monstruo. No es John Doe de Pecados capitales o alguno similar. Es una persona conflictuada, aislada de la sociedad y cuyos padecimientos se incrementan sobre la base de una problemática muy genuina: el fácil acceso a las armas y la desregulación de ese mercado en los Estados Unidos. En ese sentido la película plantea una línea muy crítica a esa impronta cultural tan fuerte, y es cierto que puede ser uno de los motivos por los cuales el público y la prensa especializada no la hayan acompañado. Sin embargo, yo me inclino a pensar otra cosa. El problema con el subtexto es que solo funciona como una excusa, algo que sirve para cumplir con la fórmula narrativa de dotar de una mayor eficacia, profundidad temática y matices a la construcción de personajes y no mucho más. Si se rasca un poco la cáscara, no hay una verdadera toma de posición u opinión sobre el tema. Es solo un elemento utilitario y superficial, porque los personajes tampoco ofrecen una mirada sobre el tópico, solo son atravesados por él.
El segundo subtexto, el que está mejor abordado pero menos desarrollado, es la propia industria del cine. Szifron, a través de Lammark, narra la historia de las propias decisiones estúpidas que toma Hollywood para expulsar y sostener a los realizadores. De alguna manera, a través del personaje de Ben Mendelsohn, el director sostiene una suerte de alegato sobre cómo tratar de abordar y mantenerse a flote en la industria: hay que estar, hay que saber decir que sí y que no, pero lo más importante es tratar de sostener una visión propia y traicionarse lo menos posible. Al igual que Nope (Jordan Peele, 2022) y Top Gun: Maverick (Joseph Kosinski, 2022), To Catch a Killer es una obra que le habla al mundo de los grandes ejecutivos.
Luego existe un elemento que está muy presente en la filmografía de Szifron, pero que acá no funciona con el tono de la película y es el humor o los pasos de comedia más propios de una buddy movie. Misántropo es presentada como una película solemne y que se toma en serio; las formas en las que el humor irrumpe tienen más que ver con un código costumbrista local y mucho menos con las maneras con las que esto se suele abordar en el cine norteamericano. Así, cada vez que aparece un comic relief lo que ocurre en pantalla se parece más una película de Marvel que a una escena de Los simuladores o Hermanos y detectives. Hay algo en ese pasaje que no les sienta bien a los intérpretes y se nota.

Por último, está la cuestión visual. Sería una pavada decir que la película está “mal filmada” o que resuelve mal las escenas. Para nada. No hay nada que desentone y estamos frente a alguien que sabe dirimir muy bien la puesta en escena. Lo que tiene la película es un textura visual muy poco desarrollada y ciertos aspectos desde la composición y la forma de plantear las escenas que son muy esquemáticos y que parecieran ser la típica imposición de un estudio “para que nadie se pierda o desoriente con lo que está pasando”. Quizá esta salvedad que le hago a la película se explique por contraste. No parece que el director de fotografía de la película sea Javier Juliá, el mismo que hizo Argentina, 1985 y que acaba de estrenar Blondi (Dolores Fonzi, 2023). La imagen es chata, con poca textura cinematográfica, casi como si fuera pensada para plataformas.
Sacando estas cuestiones, por supuesto que Misántropo funciona. Es un thriller sólido, bien construido y con la imaginación necesaria en el final como para no perder potencia. Hace muchos años se hacían docenas de películas así por año. Hoy ya no se hacen y quizá eso le permita destacarse un poco más sobre la media. Lamentablemente, es solo eso: una película escrita a la perfección, bien ejecutada y efectiva, pero que no tiene una mirada personal elaborada detrás. O si la tiene, a mí me pasó muy desapercibida. Todo parece ser solo una excusa para ejecutar una fórmula y ahí es donde los problemas aparecen, porque se pierde la empatía y la emoción.
No hay muchos cineastas como Szifron en Argentina. Que haya realizado esta película es un hecho significativo. Está claro que no será un hit, ni una obra que lo catapulte a otra cosa. Lo mejor de él es que no parece importarle. Cuando se lo escucha hablar sigue siendo el mismo apasionado de siempre. En breve tendremos una película de Los simuladores y parece que tiene dos o tres proyectos en carpeta. Puede que Misántropo no sea el paso en su carrera que todos esperábamos, por fortuna, no será el último.