Reseña: Fleishman is in Trouble

Fleishman is in Trouble, como se llama la novela de Taffy Brodesser-Akner y la serie que ella misma adaptó, se puede encontrar en el menú de Star+ como “La nueva vida de Toby”. Una serie de ocho capítulos cuyo final pide a gritos una segunda temporada.

Un médico de 41 años, padre de dos hijos, se divorcia y emprende el viaje de la soltería: un nuevo departamento, ver a sus amigos más seguido, usar apps de citas, fiestas, estar tiempo solo con sus hijos, ¿por qué no adoptar un perro?

Una voz en off nos irá llevando por toda su historia para explicarnos los motivos de su separación. Con dos salvedades: la narradora de esta historia es su mejor amiga, Libby, y esta es sólo su versión de los hechos.

En su vieja vida, Toby estaba casado con Rachel, una topísima agente del teatro pisando las tablas de Broadway, mientras que él, médico, pasaba horas y horas en un hospital. Vivían en un lujoso departamento en Manhattan donde apenas se cruzaban por los trabajos de ambos. Su estándar de vida se adecuaba al de Rachel. Iban a reuniones con personalidades del espectáculo neoyorquino donde Toby no se sentía a gusto. Rachel tampoco pudo congeniar con sus amigos y, la chispa que los unió parece haber sido pisoteada y vuelta cenizas. Vivían con sus dos hijos, la mayor entrando en la adolescencia y el menor teniéndolo todo de una inocencia y una frescura necesarias.

Rachel decide tomarse un descanso y deja a los niños a cargo de Toby, y aquí comienza la aventura, el racconto de una historia de (des)amor y los malabares de un hombre que quiere tomar las riendas de su destino. Pero ni él ni nosotros contamos con que Rachel desaparezca, nunca más responderá siquiera cuando vayan a buscarla a su casa.

Avanzada la serie, las preguntas nos invaden y realmente pase lo que pase, solo podremos preguntarnos ¿qué pasó con Rachel?, ¿dónde está?, ¿está muerta? Y, hacia el anteúltimo capítulo, tendremos la respuesta.

Contarla sería arruinarles el viaje. Pero puedo anticipar que la sorpresa será gratificante. Aliviadora también. Pero no por alegre, sino lo contrario. Lo que venía siendo, quizás, una comedia dramática moderna con personajes audaces e inteligentes nos tiende la pata y nos tumba al suelo para ver el piso de la cosa. Y uno, como espectador, agradece ese tinte de humanidad. Aparece esa segunda versión para comprender que la vida “perfecta” no existe, o que nunca es perfecta para los que la viven, que uno nunca sabe hacia dónde va la cabeza del resto, muchas veces ni siquiera la propia. Me animo a anticipar que esto no lo sabremos por Toby, que ellos no se volverán a encontrar. Y entonces, ¿ahora qué pasa?

Hay muchos aciertos que hacen que esta serie no sea un retrato de la tristeza de una joven pareja privilegiada o una comedia pasatista sobre la clase alta judía en New York. Creo que uno de ellos es utilizar a matrimonios de realizadores para dirigir los episodios (Valerie Faris y Jonathan Dayton, de Little Miss Sunshine, y Shari Springer Berman y Robert Pulcini, de American Splendor) y otro es un elenco distinto, con Jesse Eisenberg a la cabeza, Claire Danes como Rachel, Adam Brody como el amigo de Toby y en el rol de la amiga que completa la tríada y como la narradora de esta historia (que nos cuenta esta pero a su vez nos cuenta la suya) está Lizzy Caplan. Y el mayor es la sutileza con la cual nos va llevando suave hacia temas necesarios de ver representados como la violencia obstétrica, la salud mental y el desarmado de una familia desde sus vísceras y desde un punto de vista externo, pero no como un narrador omnisciente, sino externo a la pareja pero muy cercano, el punto de vista de una amiga.