El Triángulo de la Tristeza: cinismo disfrazado de optimismo

Triangle of Sadness es la película de Ruben Östlund de reciente estreno en carteleras porteñas. Obtuvo una ovación de 8 minutos en la pasada edición del Festival de Cannes y resultó ganadora de la Palma de Oro. Su director ya hizo ruido anteriormente en el festival en 2017, cuando ganó también el máximo galardón con The Square, una comedia negra que gira sobre la sociedad élite detrás del mundo del arte.
Seis años después de aquella experiencia retoma una dinámica similar en Triangle of Sadness, donde se narra la historia de Carl y Yaya, dos influencers que son invitados a disfrutar de un crucero de lujo. El relato está dividido en tres partes, la primera introduce a los protagonistas, la segunda introduce el orden social dentro del crucero y la última altera el orden establecido entre trabajadores y millonarios. Se forma así un triángulo de lados desiguales que podrían ser por separado una propia película, y donde el director se adentra en diferentes discursos de jerarquía social: lo femenino vs. lo masculino; los de arriba vs. los de abajo; y el individualismo vs. lo popular.

La primera parte, que puede compararse a una versión más sobria de The Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016), toma aproximadamente la primera media hora de la película y allí se tiran en la mesa todos los elementos que van a generar debate en los 120 minutos restantes: los arquetipos sociales de lo masculino y lo femenino en relación con el dinero; los modelos como peones sin valor dentro de la industria, vendiendo fortuna pero sin poseerla en realidad; e incluso, en un momento, una pantalla gigante anuncia que el futuro de la moda es el “cinismo disfrazándose de optimismo”.¿Está Östlund diciendo su tesis de manera textual apenas empezando la película? Es probable, y es que la película puede pecar de sobrediscursiva, pero nunca tuvo como objetivo disfrazarse de sutil, y esas intenciones están aclaradas desde el segundo cero.
De allí en adelante la historia se encarga de hacer comentarios sobre este cinismo de la clase alta, uno más obvio que el anterior, llegando así a momentos de altísimo nivel cinematográfico —una cena de alta sociedad que se transforma en una película de terror—, o a otros planísimos —por ejemplo, que un diálogo diga de manera textual que un estadounidense comunista y un ruso capitalista discutiendo es algo gracioso se siente un poco muy en la nariz, incluso para el juego que propone la película—.

Pero la buena noticia es que nadie va a quedar indiferente: Triangle of Sadness se siente como un parque de atracciones gigante donde no te vas hasta no explorar cada posible rincón, puedes terminar dejando el lugar con una sonrisa de oreja a oreja o con un dolor de estómago terrible. Ser provocativo no es una tarea fácil, y Östlund dirige su barco con la necesaria dosis de fineza y de descontrol para que llegue (o no) a puerto. Mención especial al diseño de sonido y a la fotografía de la película, ambos son, en consideración personal de quien escribe esta nota, de los mejores del año pasado.
Nominada a tres premios Óscar: mejor película, mejor guion original y mejor director; Triangle of Sadness está disponible en la cartelera argentina desde el pasado 23 de febrero y ya puede verse en Latinoamérica por Amazon Prime Video.