Trenque Lauquen: los detectives salvajes

La provincia de Buenos Aires, ese territorio que está tan lejos y tan cerca a la vez. Esos caminos recorridos en autos y micros con paradas invisibles que apenas figuran en los mapas. Hay una mitología de la provincia creada por El Pampero Cine, la productora fundada por Alejo Moguillansky, Laura Citarella, Mariano Llinás y Agustín Mendilaharzu. Ostende, la primera película de Citarella estrenada en 2011, era un ejercicio en el que el balneario se convertía en el set de un thriller autoconsciente que trabajaba sobre la ambigüedad y la sugestión. La provincia también cumple un rol fundamental en La mujer de los perros (también de Citarella) y en Historias Extraordinarias (Dir. Mariano Llinás, 2008). En todas hay personajes que deambulan por un espacio que los supera y los sorprende.
Trenque Lauquen se presenta como una continuación de Ostende, ambas protagonizadas por Laura Paredes, en la que nos volvemos a encontrar con un personaje ausente (que también se llama Laura). Su exnovio y uno actual (Rafael Spregelburd y Ezequiel Pierri) la buscan en el pueblo sin tener muchas pistas de dónde pudo haber ido. Laura es bióloga y llegó a Trenque Lauquen buscando especies de plantas para un proyecto de investigación y se esfumó cuando le quedaba una sola, “la pendiente”. A partir de allí se inicia una trama llena de tentáculos que se divide en capítulos para darle un orden caprichoso, pero que a su vez funciona como un rompecabezas narrativo que podría armarse y desarmarse para crear un “Elige tu propia aventura” bonaerense.

“La aventura”, ese es el título del primer capítulo de la primera parte y una de tantas referencias en el guion que van del cine de Antonioni (esa imagen recurrente del tanque de agua tan parecido a la torre con forma de hongo de El eclipse), el cine serie b, pasando por las novelas de Roberto Bolaño (si en 2666 teníamos un capítulo llamado “La parte de Archimboldi”, acá hay varios que arrancan con “La parte de…” para cambiar el punto de vista). Es que Trenque Lauquen funciona como una hermana menor de La flor y no porque quede en segundo puesto en cuestiones de calidad, sino porque unidas funcionan como un todo. Acá tenemos a Mariano Llinás también citado en la consulta del guion que escribieron las dos Lauras, actriz y directora, que le da ese toque pampero tan característico que mezcla humor y el cine de sábados de superacción.
A lo largo de cuatro horas que se dividen en dos partes con intervalo incluido, somos espectadores de una especie de novela total en donde Laura aparece y desaparece, es un recuerdo y deja de serlo, se enfrenta a misterios escondidos en una colección de libros de la biblioteca trenquelauquenche, descubre una criatura en una laguna, se transforma en parte de un plan macabro que involucra a autoridades del pueblo, se convierte en persona non grata y deambula, siempre deambula.

Lo que permite que El Pampero pueda hacer estos delirios es la libertad de no estar atados a cierta financiación estatal clásica. Esto posibilita darse el lujo de tomarse el tiempo suficiente para buscar vías de financiación alternativas e ir mutando las historias hacia lo que se terminan convirtiendo sin preocuparse por fechas de estreno ni condiciones de exhibición tradicionales que acarrean los estrenos nacionales.
En épocas de contenido serializado y reels de 30 segundos los 260 minutos de Trenque Lauquen pueden intimidar, pero no solo son nada frente a las casi 14 horas de La flor y, al igual que en ese monstruo de Llinás y las chicas de Piel de Lava, la película no deja de ser una experiencia que se disfruta, un experimento intenso que solo se aparece un par de veces cada tanto y en unas pocas salas.