Reseña: Ellas hablan

Ellas hablan es la última película de la directora Sarah Polley de reciente estreno en las salas de nuestro país. El film fue seleccionado como candidato para competir en las categorías de mejor película y mejor guion adaptado en los próximos Premios Óscar. La obra está basada en la novela homónima de Miriam Toews y se encuentra protagonizada por Rooney Mara, Jessie Buckley, Claire Foy, Frances McDormand, Judith Ivey y Sheila McCarthy.
Desde el ascenso del movimiento Me Too en los últimos años, muchos directores se han visto en la necesidad de incluir esta problemática en sus producciones, con diferentes enfoques o tonos. En esta línea, Ellas hablan cuenta la historia de una congregación religiosa rural aislada del resto del mundo (los llamados menonitas), en la que, durante generaciones, se han perpetuado abusos sistemáticos a todas las mujeres y niñas de la comunidad, hasta que, como indica el título, logran hablar al respecto.

El título explicita la acción que llevan adelante estas mujeres, al defenderse por primera vez en no queda claro cuántas generaciones, y también respecto a cómo se sostiene el desarrollo dramático, casi en su totalidad, en la discusión que mantiene un grupo de mujeres pertenecientes a la comunidad respecto al futuro. Desde un comienzo se deja claro a través de una voz en off que los abusos ya fueron revelados y ahora el problema es decidir qué hacer una vez que son liberados los hombres responsables de los ataques, que parecen ser todos, menos los niños, adolescentes y el maestro del pueblo, interpretado por Ben Whishaw, personaje clave para señalar que no todos son iguales.
La fotografía desaturada y la música dramática del film dan cuenta de la solemnidad con la que se desarrolla el debate entre este grupo selecto de mujeres que tienen que decidir el destino de toda una congregación que las eligió como representantes. Mientras exponen sus argumentos sobre qué es lo más conveniente, si quedarse y lidiar con los hombres que las abusaron o irse y formar una comunidad propia, se deja claro cómo fueron sometidas a lo largo del tiempo no solo a ataques físicos de distinto tipo sino también a la total ignorancia.
Los distintos personajes funcionan como representantes simbólicos de las distintas posiciones que existen en los debates feministas con respecto a qué decisiones tomar sobre los varones perpetuadores de violencias y las causas de estas acciones. Debates ya bastante agotados para estas instancias, pero que al parecer la directora consideraba relevante redundar.

Porque sí, si hay algo que es esta película es redundante. No solo por la vagancia narrativa que denota el uso de la voz en off para explicar el desarrollo de la trama, sino porque la mayoría de las actrices actúan en tonos demasiado exagerados o apagados que parecen querer enfatizar ciertas posiciones una y otra vez. De esta forma, más que conseguir interpretaciones comprometidas y realistas, lo único que se logra es descolocar al espectador por lo inverosímil que resultan ciertas afirmaciones y exclamaciones expuestas de una forma tan poco sutil por mujeres que se presumen analfabetas y sin recursos simbólicos para llegar por sí mismas a conclusiones tan elaboradas.
Está claro que el cine, como cualquier tipo de arte, no se puede separar del contexto social en el que se produce e, inevitablemente, absorbe los distintos debates y problemáticas que atraviesan a la sociedad, pero cuando se usa a los actores para vomitar ideas fuera del contexto de la historia se pierde cualquier pretensión de realismo y se consigue una película sin atractivo ni emoción más que por la trama en sí.

Lamentablemente, es necesario más que una buena trama para que una película genere impacto. En Ellas hablan hay personajes complejos y problemáticos, pero que sin demasiado conflicto cambian de posición según le convenga a la directora. Se cuestiona la estructura de poder que somete a las mujeres en dicha comunidad –un patriarcado primitivo sin miramientos–, pero siempre con mucho cuidado de no herir susceptibilidades en el terreno religioso. Se deja en claro que los responsables son los hombres malos y nadie más, no se plantea como un problema el hecho de que los abusadores estén de vuelta en la comunidad. ¿Cuál es el rol de las instituciones en todo esto? Para la película no son un enemigo, son solo los hombres, de los que hay que escapar a otro mundo lleno de otros hombres en el que parece que a nadie le interesa defenderlas.
En conclusión, a pesar de desarrollar una problemática relevante y que es necesario seguir explorando, el film carece de la construcción necesaria para generar empatía con estas mujeres que están ahí para reproducir opiniones de otrxs. Tampoco cuenta con la intensidad que debería tener una historia en la que se tocan experiencias tan sensibles. Sin que haya necesidad de recurrir a escenas gráficas, no hay ni un atisbo de suspenso o sensación de peligro, lo que hace que la película carezca de fuerza y se quede en un lugar cómodo en el que no se plantea más que una mera exposición de ideas y debates en su mayoría estériles o superados.