Elvis, con alma, ritmo y color.

Pueden pasar las décadas y aun así la figura de Elvis Presley sigue siendo mítica en el rock and roll y el rhythm & blues. Entre detractores y adoradores, la ropa, el peinado y la voz son íconos del artista. Pero no alcanza solo con lo luminoso. Para contar la historia del Rey del rock se necesita un poco de la oscuridad tras las bambalinas, tarea que se carga en el hombro el director Baz Luhrmann en esta biopic titulada simplemente Elvis.
Claro que no es la primera película sobre la vida de Elvis, pero a diferencia de las dos más conocidas (las dirigidas por John Carpenter en 1989 y James Steven Sadwith en 2005), no hace un enfoque exhaustivo en la infancia y el descubrimiento del talento del músico. Con mucho tino, Luhrmann muestra ese momento en muy pocas tomas, donde deja clara la influencia musical que recibió el artista. Esto no es menor si se tiene en cuenta que Elvis creció siendo blanco en un pueblo de afroamericanos.

El Elvis (Austin Butler) que todos conocemos, ya cantante y talentoso, aparece recién pasado un cuarto de la película. Luhrmann decidió contar la historia con la narración en off del coronel Tom Parker (Tom Hanks), quien relata cómo descubrió al joven Elvis y lo llevó al estrellato. Una voz cínica, hipócrita, pero al mismo tiempo seductora y engañosa. La voz de un prestidigitador, un estafador que sabe cuándo hacerse pasar por víctima.
Alejado también de las polémicas y controversias más comunes para mostrar en este tipo de películas, Luhrmann no se centra en las drogas y el sexo, porque lo importante es mostrarnos cómo Elvis terminó preso en una jaula de oro llamada Las Vegas; cómo, al ser el artista más grande del mundo, nunca salió de Estados Unidos; y cómo su sueño de trascender más allá de la música y ser una estrella de cine a lo Marlon Brando quedó en la nada.

Más allá del acertado enfoque elegido para contar la historia, se destaca mucho el montaje en el film, que es muy dinámico y vertiginoso. La puesta en escena, fundamental para relatar sensaciones sin la necesidad de prolongarse en extensos diálogos, también funciona de maravillas en escenas que, manejando el subtexto o la disposición de los personajes u objetos, dicen mucho del estado de ánimo de El Rey y las intenciones de sus allegados.
La interpretación de Austin Butler como Presley es fenomenal. Transmite la fragilidad, las dudas, indecisiones de Elvis, su credulidad y depresión. Además, él mismo canta las canciones. Con Tom Hanks, tras el maquillaje del coronel Parker, no sé si soy objetivo, pero, como siempre, me saco el sombrero. Fiel al estilo de un mentiroso, el personaje adecúa su versión de los hechos para disimular su rol de villano y pasar a ser una víctima cuando le conviene; la impronta que envuelve de cinismo oscuro a su personaje nos hace creíble que ese viejo en apariencia inofensivo, en realidad esconde un ser manipulador, maquiavélico: un vampiro del capitalismo.

Como es usual en su estilo, Luhrmann hace destacar los colores y la iluminación de la fotografía de Mandy Walker (Mulan, 2020) como si fueran una analogía de la excitante vida y carrera del protagonista. Es una experiencia actoral, visual, y por sobre todo, musical.
Si bien no ahonda en el tema, no deja de lado el contexto social y cultural de Estados Unidos en las décadas de los 50 y 60, con la censura, el racismo, el asesinato de JFK y la lucha por los derechos civiles. Muchxs odian a Presley por considerar que robó su música a lxs negrxs, como “Hound Dog” de Big Mama Thornton, “Suspicious Minds” de Mark James, o “Unchained Melody” de The Platters. Baz Luhrmann y su equipo de guionistas quisieron escapar de esa discusión y, para los amantes del blues, hay apariciones de estos artistas cantando y tocando. A su vez, el film deja entrever que gracias a las interpretaciones de Elvis del rhythm & blues negro, se abrieron las puertas para grosos como Little Richard, Arthur Big Boy Crudup, Fats Domino, entre otros. Incluso, se muestra el apoyo de Elvis a músicos de la talla de B. B. King o Rufus Thomas.
En definitiva, más allá de esta discusión, lo que puedo destacar es que Elvis es una película hecha con alma, ritmo y color, y todo eso se imprime en la pantalla.