Reseña: Slow Horses

Slow Horses (Caballos lentos), la serie que produce y emite Apple TV, es una adaptación de la serie de novelas conocida como Saga de la casa de la ciénaga o Saga de Jackson Lamb del autor inglés Mick Herron. Es un relato de espías clásico; sus tópicos remiten al canon del género, que es la obra del gran autor inglés John Le Carré.
Los caballos lentos de los que hace mención el título son espías caídos en desgracia y trasladados a una oficina fuera de la sede central del MI5, la dirección de inteligencia inglesa. Slough House (La casa de la Ciénaga) se ubica en un barrio comercial, que podría ser la punta más fea de nuestro microcentro. En ella, los agentes realizan tareas insignificantes, rutinarias y tediosas. Se mueven entre toneladas de papel y producen informes que nadie leerá. Esta división, considerada un verdadero castigo, está comandada por Jackson Lamb (Gary Oldman), un agente que otrora fuera una gloria del servicio secreto, pero que hoy pasa sus días alcoholizado, fumando, echando pedos al viento, y comiendo fideos thai cocinados en el apestoso restaurante de la esquina. Es sucio, desaliñado y un maltratadorhecho y derecho con sus subalternos, una colección de perdedores, más o menos adorables. Casi todos metieron la pata de manera inapelable y fueron desterrados.
Si existen caballos lentos, quiere decir que también tenemos animales pura sangre, que habitan en la coqueta y tecnológica sede del MI5 en Regent Street (más parecido a Recoleta). Allí reina la subdirectora del servicio Diana Taverner (Kristin Scott Thomas), llamada por algunos Lady Di, entre los que no se encuentra Lamb, que la apoda Darth Taverner. Lady Di es la segunda al mando del MI5 y se encuentra en estado de permanente conspiración para acceder al trono. La puja y las negociaciones entre Lamb y Taverner serán uno de los ejes centrales de los relatos. Taverner reconoce en Lamb a alguien astuto y peligroso.

Los caballos lentos serán un elenco semiestable conformado por Catherine Standish (Saskia Reeves), exsecretaria de un director del servicio fallecido y alcohólica en recuperación, River Cartwright (Jack Lowden), un joven agente con un futuro promisorio que comete un error grave en una misión de entrenamiento y termina desterrado, pero no despedido, gracias a su abuelo David (Jonathan Pryce), que fue jerarca del servicio de inteligencia. Además, están Min Harper (Dustin Demri Burns), quien extravió documentos secretos en un tren, Marcus Longridge (Kadiff Kirwan), que es adicto a las apuestas, Roddy Ho (Christopher Chung), un hacker insoportable del cual se desconocen las causas de su traslado, lo mismo que ocurre con Louisa Guy (Rosalind Eleazar) y Sid Baker (Olivia Cooke).
Todos los agentes mencionados (y algunos otros más) son maltratados cruelmente por Lamb. Los espías, aburridos y frustrados, buscan oportunidades para retornar a la elite del servicio. De esta manera, en la primera temporada, basada en el primer libro titulado Caballos lentos, se encuentran, medio de casualidad y otro medio por curiosidad, investigando el secuestro de un joven de ascendencia paquistaní por parte de un grupo de extrema derecha. En medio de este evento, se encontrarán con periodistas al servicio de oscuros poderes y a Peter Judd (Samuel West) un político conservador que será central en tramas futuras.
En la segunda temporada, basada en el segundo libro de la serie titulado Leones muertos, el relato comenzará con la muerte de un exagente del MI5 que vivió la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría. Lamb sospecha que fue asesinado, lo que lo llevará a indagar sobre la presencia en Londres de exagentes de la KGB, mezclados con oligarcas, funcionarios del gobierno ruso y el GRU (inteligencia del Ejército ruso).

No vale la pena extenderse sobre las tramas. Son misterios sólidos, contadas con ritmo de serie inglesa. Solo seis capítulos por temporada para contar la historia sin subtramas de relleno. Esto, que bastaría para destacar en un medio superpoblado de fallidos, no es el principal fuerte de Caballos lentos, sino el desarrollo de los personajes y sus relaciones y el tono, establecido por el personaje de Jackson Lamb, con el que se cuenta la historia.
De algunos años para acá, se volvió ineludible la referencia a George Smiley, el personaje creado por Le Carré, para usar como parámetro en los relatos de espías. En su momento fue central para analizar a Saul Berenson, en la serie Homeland y lo es aquí nuevamente. Es tan consciente la referencia que es mencionada en la propia serie. Basta aclarar que el chiste se cuenta solo: Gary Oldman interpretó a Smiley en El Topo (Tinker Tailor Soldier Spy, Tomas Alfredson, 2011). Las referencias no se detienen aquí: Molly Doran, la archivista del MI5 en las novelas de los Caballos lentos es un homenaje a Connie Sachs, la analista especialista en espías soviéticos que creó Le Carré.
Asimismo, en el pasado de Lamb, hay una trama que referencia directamente a la de El Topo: un infiltrado que llegó a la cúpula del servicio de inteligencia inglés. Este detalle es uno de los recursos típicos de enriquecimiento de los relatos. Un hecho del pasado de la trama, del que se comentan varias versiones y que tiene múltiples ecos en el presente.

Mike Herron es un escritor con su atención en el presente. Como hizo Le Carré en las últimas décadas, sus tramas tienen correlación con el mundo real y el presente geopolítico internacional. El tono en cambio es diferente. Lamb es un héroe tan desagradable que juega al borde de la comedia; la clave es justamente el borde. No pretende hacernos reír, pero el destrato, las frases, insultos y acidez del viejo espía tiñen (o apropiadamente, manchan) todas las escenas. El tono se resetea cuando un protagonista muere. Cabe aclararlo: todos pueden morir en cualquier momento. Esto hace que el relato, a su vez, sea riesgoso. No se sabe cuándo se está viendo la última escena de un personaje que se pensaba importante.
El gesto redentor de Lamb es la lealtad con un ideal que sabe perdido. Es un romántico, disfrazado de cínico. Su aspecto exterior no es un disfraz, sino un reflejo de cómo se siente. Esto es lo que entiende perfectamente Gary Oldman en su interpretación. Hay algo por debajo de la mugre, el whisky malo, los cigarrillos y las medias agujereadas: una auténtica lealtad con los suyos. El concepto de “servicio” significa algo; no parece creer en la patria, ni el Imperio, sino en la idea de que existe camaradería entre quienes se encuentran al servicio de algo, aunque no crean en ello. Aunque insulte y denigre a su gente, son mosqueteros. No obstante, Lamb es un manipulador. Pone en riesgo a los suyos, pero no más de lo que se pone él. Cuenta con Catherine Standish para ser el corazón de la división, pero sin ninguna duda, la ciénaga existe porque él sobrevivió a un pasado que no se nos revela, pero se nos sugiere.

Párrafo aparte merecen las calles de Londres, ciudad eje de las tramas que sirve como un personaje más. Hay una precisión en su geografía y una crítica al costo que significa vivir en ella para los empleados públicos. Se da cuenta asimismo de los cambios de los últimos años. Slough House es una rémora de la Londres de los 60 y 70: sucia y fea como Lamb. La sede de Regent Street, en cambio, es la Londres cosmopolita post Thatcher. Los caballos lentos se mueven en transporte público, comen en la calle, viven en complejos habitacionales. Cuando por alguna razón deben dirigirse a Regent Street, son tratados como invitados. No son parte de la elite, que viste trajes a medida, se corta el pelo y se afeita en lujosas barberías.
A trasmano de lo que ocurre con la producción de las series hoy en día, la primera y segunda temporada de Slow Horses se filmaron back tu back y se estrenaron en abril y diciembre de 2022. A su vez, se empezó a filmar la tercera y cuarta temporada y se anunció el estreno de la tercera para mediados de 2023.
Personajes interesantes, tramas sólidas, pocos capítulos, periodicidad en el estreno. Tal vez el equilibrio no es tan difícil y hay que confiar en los caballos lentos para pasar un buen rato.