The Quiet Girl: la revancha de las banshees

Este año la industria cinematográfica de Irlanda está desatada. Luego de años de un crecimiento logrado a base de coproducciones y apoyo estatal llegó a su zenit: nueve nominaciones a los Óscar para The Banshees of Inisherin, otra a mejor actor para ese adonis sensible llamado Paul Mescal y la sorpresa más grande de todas, The Quiet Girl (An Cailín Ciúin) que compite con nuestra Argentina 1985 a mejor película extranjera y se convirtió en la primera película hablada en gaélico nominada en esa categoría.

Basada en la nouvelle de la gran dama de las letras irlandesas, Claire Keegan (editada en nuestro país por Eterna Cadencia como “Tres luces”), esta ópera prima de Colm Bairéad transcurre a comienzos de los 80 en el condado de Waterford, una zona en la que se habla irlandés fluido de manera cotidiana y el colonialismo británico del inglés se mantiene apartado.

Cáit (la debutante Catherine Clinch) es una nena de 10 años que vive en una casa gris con sus hermanos y sus padres. Moja la cama y se esconde entre los pastizales para evitar el castigo. Su madre embarazada ya no le tiene paciencia; su padre, como gran parte de los irlandeses según estereotipos y estadísticas, pasa más tiempo bajando pintas de cerveza negra en el pub que ocupándose de Cáit. Es ahí cuando llega una carta de una prima lejana de su madre que le ofrece pasar ese verano en su casa con ella y su marido para aliviarle las tareas a esa pobre madre agotada que está a nada de dar a luz. La casa de Eibhlín y su marido Seán es todo lo contrario a lo que la introvertida Cáit está acostumbrada, acá se le da amor, le prestan atención, pero hay un secreto doloroso que está latente y no termina de salir a la superficie.

La fotografía de Kate McCullough es impecable y se encarga de iluminar de manera natural y poética esa campiña húmeda del sur de Irlanda que en la película está sufriendo una sequía de un mes, un récord para un país en el que llueve en promedio 360 días al año. Los planos detalle abundan y forman parte de la mirada de Cáit, un punto de vista tímido, curioso, que se sorprende ante cada acontecimiento que le toca atravesar: una caminata por el campo, un viaje a la ciudad para comprar ropa, un funeral. El sonido ambiente amplificado: el mar, los grillos, el viento. Cada acontecimiento mínimo está ahí para cambiar su vida y la de los que la rodean.

The Quiet Girl termina siendo una adaptación impecable y, a pesar de todo, luminosa, teniendo en cuenta que su autora narra el lado más oscuro de su país: mujeres secuestradas en una primera cita, niñas que escapan que padres abusadores, gays suicidas y demás historias de terror. Es también un coming of age sencillo y conmovedor que le escapa al golpe bajo en todo momento y, a pesar de que no cuente con nuestro apoyo en la ceremonia del próximo 23 de marzo, está ahí para que se quede dentro nuestro un rato largo.