Revancha ya: ¿Qué tan malos pueden ser les jóvenes?

Para ser más precisos: ¿Qué tan malos pueden llegar a ser los estudiantes adolescentes cuando se dejan llevar por la pura envidia? ¿Puede lograrse una película divertida a partir de una historia de venganzas, en la que dos adolescentes enojadas se confabulan para hacer justicia por mano propia y castigar a quienes consideran responsables de sus penurias? ¿Contribuye para conseguir el mayor interés del público que las vengativas crucen sus objetivos para conseguir mayor efectividad? Todas preguntas sin una respuesta de libro.
De situaciones como las mencionadas se sustenta Revancha ya, o al menos lo intenta con notable entusiasmo. Esta nueva producción original de Netflix está dirigida por Jennifer Kaytin Robinson y guionada por ella en tándem con Celeste Ballard.
Jennifer Kaytin Robinson es una directora, productora y escritora estadounidense, nacida en 1988 y reconocida por ser la creadora del programa de MTV Sweet/Vicious, una comedia dramática que gira en torno a las acciones de dos estudiantes universitarias: Jules y Ophelia, quienes actúan en secreto como justicieras en el campus, con el objetivo de atacar a agresores sexuales que hay en su entorno universitario.

En cuanto al cine se la registra por la película de Netflix del 2019, Alguien extraordinario (Someone Great), una comedia romántica protagonizada por la joven Gina Rodriguez, quien interpreta a “una dedicada periodista que recoge los pedazos rotos del corazón y sale otra vez a la carga con la mejor compañía: sus amigas. Se trata de su debut como directora cinematográfica.
Y antes de Revancha Ya (Do Revenge), la peli que estamos comentando, coescribió junto a Taika Waititi; Thor: Love and Thunder, una película de superhéroes que presenta al personaje Thor y fue producida por Marvel Studios y distribuida por Walt Disney Studios Motion Pictures.
Volviendo a Revancha ya, debo confesar que viéndola me di cuenta de que ya estoy un poco veterano y que por esto tenía que hacer un esforzado ejercicio de deconstrucción para intentar disfrutarla como, supuestamente, lo están haciendo quienes se han volcado a verla con cierta masividad y expectativa.
Desde que la película fue anunciada en Netflix, parece haberse convertido en una de las ofertas de la plataforma de streaming más esperadas, y calculo que no es solo por su notable reparto, de favorable reconocimiento por parte de la platea joven a la que apunta (conformando un filme lleno de caras conocidas identificadas con series de reciente repercusión entre el público adolescente), sino por ser ofrecida como una opción divertida, para pasar un rato de entretenimiento garantizado, sin entorpecimientos; un producto con variados ingredientes que incluyen amores familiares conflictuados, dramas amorosos, traiciones cotidianas. Se trata de una variedad de situaciones de controversia insertas en una diversidad de relaciones personales y sociales entre jóvenes, con intereses contrapuestos, pero cuidando de no profundizar demasiado en los conflictos para que fluya como producto de entretenimiento.

¿Y qué es lo que en definitiva hace que esta propuesta funcione? Yo creo que hay un puñado de cuestiones que ayuda. Para empezar, pueden destacarse las ajustadas interpretaciones de Camila Mendes y Maya Hawke, sus dos protagonistas, Drea y Eleonor, que dan vida a estas ocasionales aliadas en su necesidad de venganza, quienes con el avance los hechos (con sus conductas, en algunos casos zigzagueante), van a terminar gestando una sorprendente amistad entre impares.
Creo que también funciona, como aporte positivo, la forma en la que esta historia es contada: utiliza, productivamente, momentos con toques de humor negro y unos oportunos y efectivos gags.
Cierto es que los dos personajes principales no se esfuerzan para caerle bien al público espectador, pero resulta que al ser tan antipático su entorno, terminan consiguiendo algún tipo de peculiar empatía, en especial, en los espectadores más jóvenes, calculo.
Algo más para comentar, que influye, según entiendo, en la manera en la que los protagonistas logran conectarse y comunicarse con los espectadores, es la modalidad que utilizan para expresarse a través de sus voces en off o, directamente, rompiendo la cuarta pared, lo que permite tender un lazo de complicidad que colabora para mantener comprometido a quien se encuentra siguiendo la historia.

En el marco descripto, ayuda la buena química que mantienen Mendes y Hawke frente a la cámara, que resigna protagonismo para dejarlas hacer lo suyo a pleno, desplegando toda su capacidad y picardía.
Un sucinto resumen que nos ponga al tanto de su argumento, aunque evitando spoilers, podría ser el siguiente (en versión útil para quienes todavía no la vieron): en una prestigiosa secundaria, Drea (Mendes) lo ha hecho todo para destacarse y convertirse en la chica más popular. Y lo ha logrado superando, incluso, su origen humilde y su piel morena, que le jugaban en contra, por ser algo poco común entre las destacadas. Hay ego, claro, pero también hay necesidades económicas, porque esa posición que ha logrado conseguir es la que le permite sostener su beca y tener posibilidades de continuar sus estudios superiores en Yale. Ese estado de éxito le ha permitido, además, ser la chica de Max (Austin Abrams), el joven más notorio de la escuela. Pero algo malo sucede que interrumpe su trabajado bienestar. “Nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte”, diría nuestro gaucho Martín. Pasa que se viraliza un video íntimo que la expone y esto deriva en una campaña que destruye su carrera y liderazgo. Pierde su noviazgo y, también, a su séquito de adulonas, y por esto, se queda sola, sin sus interesadas amistades.
Con su futuro en peligro, Drea queda aislada, con la necesidad imperiosa de buscar el camino de regreso. En principio, no sabe bien qué hacer, pero cuando conoce a una nueva compañera que, por otros motivos, es tan marginada como ella, vislumbra una forma de volver y es haciendo justicia por mano propia. Eleonor (Hawke), su nueva compinche, tiene sus motivos personales para vengarse de personas que también pertenecen al alumnado del colegio. Esta relación posible en momentos tan críticos deriva en una sociedad que les permite elaborar un plan para tomar venganza de quienes consideran responsables de sus desdichas y deciden que ese plan será en base a venganzas cruzadas. En especial, Drea quiere vengarse de Max y encarga el asunto a Eleonor y a cambio le promete hacer lo propio con la estudiante Carissa (Ava Capri), a quien acusa de haberla difamado, en el pasado reciente, convirtiéndola en víctima del destrato general.

El desarrollo del maquiavélico plan, con sus avances, sus frenos y algún que otro desvío en su derrotero, será buena parte de la trama y brindará su gran aporte al entretenimiento pretendido. Una vuelta de tuerca final le dará, a mi entender, su toque sutil desde el guion, estimulando nuestro interés en lo que se nos está contando, aunque sobre esta interpretación, las opiniones están divididas.
“Dos extrañas se comprometen a tomar venganza por la otra acercándose a sus respectivos enemigos”.
A partir de esta premisa, buena parte de la crítica especializada sustenta una opinión concurrente acerca de la relación que se puede vislumbrar entre este relato y un clásico de Hitckcock de 1951, titulado Pacto siniestro (Strangers on a Train). Sin embargo, hay quienes sostienen, y coincido, que si bien no puede negarse rotundamente cierto vínculo referencial, en el caso de Revancha ya es justo reconocer a la directora el mérito propio de haber aprovechado los aportes del género cinematográfico teen para insertar esa premisa dramática-narrativa de manera peculiar y suficientemente atractiva en una trama de y para adolescentes, que la diferencia del relato de referencia, para organizar un contexto adecuado y dotarlo de personajes coherentes con esa diégesis.
Dentro de este encuadre, la película de Jennifer Kaytin Robinson se permite, incluso, plantear una crítica al uso de las redes sociales entre los adolescentes, a la invisibilización de las víctimas y al narcisismo; haciendo referencias al bullying, a las desigualdades entre hombres y mujeres y a la sexualización de las adolescentes. Esta ampliación del relato a cuestiones vigentes en la actualidad no alcanza a cubrir, en sentido amplio, un arco completo de las problemáticas vinculadas con lo que se reconoce como diversidad sexual y de género.
Para finalizar, cabe mencionar que no hay sutilezas en la película, incluido el diseño de vestuario, pero esta tosquedad y simpleza es quizás parte de su gracia, junto a un sistema de identidades escondidas y triquiñuelas que, en su despliegue, logran mantener al espectador prendido al juego de “maldad inocente” que divierte a las protagonistas en sus distintas facetas.