Reseña: La ruleta de la fortuna y la fantasía

El tráiler presenta este film como una sinfonía en tres movimientos. La película está compuesta por tres breves historias independientes entre sí. No son consecuentes ni consecutivas. Sin embargo, existen varios elementos que las amalgaman.
Cada una dura alrededor de cuarenta minutos. Las tres retratan encuentros íntimos e intempestivos, protagonizados por mujeres que actúan condicionadas por los impulsos y el azar.
Cuando se cruza con la suerte, el deseo es un ludópata cuyas únicas posibilidades son ganarlo o perderlo todo. Y es de esta tensión que se cuelgan estas tres piezas teñidas por la suavidad y la fineza del arte japonés.

Una mujer le cuenta a su amiga que cree haber conocido al amor de su vida, sin saber que ella ya lo conoce, muy bien y hace mucho tiempo. Un estudiante universitario usa a su amante para vengarse de su exitoso profesor. Dos supuestas ex mejores amigas de la secundaria se encuentran en un mundo donde se cayó internet.
El director de Drive My Car resulta garantía suficiente para sentarse a verla y el prejuicio es acertado. Hamaguchi expone la belleza japonesa, utilizando su ritmo zen pero aplicado a personajes que arden por dentro, un manejo de la expresión corporal exquisito que parece una coreografía que compone un cuadro detrás de otro, como una sucesión de fotografías preciosas.
La cámara es delicada y austera. Con apenas algunos movimientos. Casi invisible. Aquí también, como espectadores, somos víctimas de otro engaño: todo parece tan sencillo e impoluto.
Se retrata una intimidad que es tan buscada como repentinamente interrumpida. Las historias suceden en espacios de la vida privada que están permanentemente amenazados por el universo externo.

Además, las tres historias tienen una estructura narrativa semejante: una breve pero efectiva introducción, un largo desarrollo del conflicto y un final repentino y abrupto. Los puntos de giro (desde el primero hasta el último) son tan sorprendentes que funcionan también como un cuestionamiento: ¿qué es parte de la vida real y qué es una fantasía?
La conversación es la verdadera protagonista. El poder de la oralidad en todo momento: para persuadir, para engañar, para erotizar. Es bueno que nos recuerden que ruedan la suerte y las fantasías cuando dos personas hablan mirándose cara a cara.