Vince Gilligan y su fórmula

Better Call Saul, a lo largo de seis temporadas (en 2022 se está emitiendo el final de la serie por Netflix y AMC), mostró herramientas narrativas que nos permiten, desde mi punto de vista, hablar de una “marca Gilligan”. Desde la estructura, la evolución de los personajes, la paleta de colores, el color en los diálogos y el lugar de la comedia dentro del drama, como Walter White en su laboratorio, Vince Gilligan estudia estructuras, elementos, mezclas y reacciones para dar forma a una nueva composición química. Convierte todo en materia y tiene una fórmula que podemos reconocer. 

Allá por los 90, Los expedientes secretos X (1993-2001 y 2016-2018) era sinónimo de éxito en la TV, cuando un joven llamado Vince Gilligan envió por correo a la producción de la serie un guion que había escrito con la trama y los personajes del show. Se tiró un lance: era bote de basura o que llegue a las manos indicadas. Esas manos (antes pasó por otras menos importantes, vamos a ponerle un toque de romance) fueron las del creador y productor Chris Carter, y el guion del joven Vince, de Richmond, Virginia, se convirtió en el segundo episodio de la segunda temporada de los X-Files. Gilligan cumplió el sueño del pibe y Mulder y Scully decían “sus” líneas en la TV. 

Gilligan terminó guionando 26 capítulos hasta el final de la primera etapa de la serie, dirigiendo un par, y ascendiendo en la producción hasta llegar a ser productor ejecutivo. Sin dudas, al lado de Carter aprendió mucho, pero con la llegada del nuevo milenio, tanto en la forma de crear series televisivas como en la carrera de Gilligan, se vendrían cambios significativos.

La segunda parte de la época dorada de las series de televisión/streaming, en gran parte, se la debemos a Vince. Breaking Bad (2008-2013) es considerada por muchos medios especializados como la mejor serie de la historia, o por lo menos, una de las tres mejores. 

El arrollador –e inesperado– éxito situó a Gilligan como uno de los autores de mayor renombre en la industria. Cuando Breaking Bad solo era un boceto lleno de ilusiones, recibió el rechazo de HBO, FX, TNT y Showtime, que no parecían convencidos por la historia de un maestro de 50 años con cáncer que se convierte en narco, y más aún, les parecía demasiado controversial tocar un tema tan delicado para la sociedad como el flagelo de la metanfetamina. Una última esperanza y un poquito de confianza acercaron al autor a AMC, un viejo canal centrado en cine clásico de Hollywood (AMC es American Movie Classics), que venía intentando cambiar de perfil para disputarle el monopolio de la calidad a HBO, y que ya en 2007 había estrenado su primer gran hit: Mad Men. AMC, en sociedad con Sony, se la jugaron y dieron luz verde al proyecto. El resto, es historia. Breaking Bad fue un suceso que creció temporada a temporada y catapultó a la fama internacional a Bryan Cranston y Aaron Paul, sus protagonistas. Tanta repercusión, de la buena, abrió el camino para que el inesperado spin-off de la serie, centrado en los orígenes del performático abogado narco Saul Goodman, Better Call Saul (2015-2022), recibiera el visto bueno sin siquiera ser presentado con un boceto o un pitch. Era solo una idea tirada al aire, pero claro, con la fórmula Gilligan detrás.

La historia

Sólida y dinámica. No descubrí nada diciendo esto. Pero la forma en que va construyendo la historia, dicho por Gilligan en varias entrevistas, es curiosa y admirable. 

El autor no piensa dónde va a terminar la historia, sino que los personajes y las mismas tramas le cuentan cómo seguir. Gilligan hace ver al equipo de guionistas los capítulos anteriores de sus series para que no se pierdan detalles, y busca contar a partir de los pequeños fragmentos o imágenes que se rescatan de aquellos episodios. Aunque su método suene a improvisación, Gilligan no deja nada librado al azar, y es algo que uno se da cuenta en un segundo visionado de cualquiera de sus series. Desde la primera línea de diálogo, desde un pequeño plano, va construyendo toda una columna vertebral metanarrativa. 

Muchxs recordarán ese capítulo de Breaking Bad que arranca con el oso de peluche rosa quemado que flota en una piscina o el episodio de “La mosca”, que la mayoría odió. Para quien no recuerde, el episodio comienza con muchos planos cortos de una mosca en el laboratorio, casi como una parodia de algún corto animado del Pato Donald. Jesse y Walter luchan durante todo el episodio para capturarla o eliminarla porque el señor White no quiere cocinar la meta con un elemento de contaminación. Jesse insiste en que es insignificante, pero no le queda otra que seguir la paranoia de Walter, hasta que logra drogarlo para que se relaje un poco. Contado así parece un capítulo paródico, y hasta de relleno, sin embargo, el autor aprovecha para realizar una metáfora sobre el estado de conciencia en el que se encuentra Walter, tras la muerte de Jane, la novia de Jesse, en la temporada anterior. La mosca representa la conciencia del señor White, molesta, zumbando aquí y allá; él necesita eliminarla o suprimirla para convertirse en Heissenberg y cumplir con su objetivo.

Lo anterior es solo un pequeño ejemplo de muchos. En la construcción de Gilligan, ningún objeto que se muestre está fuera de lugar o es insignificante. En algún momento puede enlazar la historia de una u otra forma. En Better Call Saul, el vaso de “mejor abogado del mundo” que Kim regala a Jimmy o la botella del tequila “Zafiro Añejo” cumplen esa función. Sin tener que hacer exposiciones dialogadas, solo mediante los gestos y la manipulación de los objetos, se nos dirige la mirada. La construcción de la simbología y el uso de las referencias son entonces una de las claves en la narrativa gilliganiana.

Otro de los elementos recurrentes en sus tramas es la delgada línea entre el bien y el mal, que puede volverse muy borrosa. En esa frontera el autor intenta moverse para narrar historias que muestran verdades que cuestionan nuestros valores y que nos hace preguntarnos qué haríamos en una situación similar. Primero nos engancha con la fragilidad y la realidad de los personajes para empatizar con ellos y después trata de alejarnos escarbando en sus miserias.

Otro recurso que aparece de forma reiterada es la apropiación de un tema. En Breaking Bad es la metanfetamina, desde su producción –casi como si se tratara de una artesanía–, hasta su entorno: la adicción, la distribución, el dinero y el poder. En Better Call Saul, la discusión es normativa: hasta qué punto las normas son flexibles y materia de interpretación. Hasta qué punto las normas son justas. Qué tan lejos se pueden llevar esos márgenes. 

Por último, otro de los elementos en el cóctel es la eficiencia maestra para manejar el humor en medio de algunos momentos de tensión, presión, crisis y miedo. En situaciones dramáticas y críticas, Gilligan sabe poner la dosis pequeña y justa de humor, que permite volver a humanizar lo que está ocurriendo. 

Los personajes

Ambas series se enfocan en un personaje central, en el que confluyen tanto las fuerzas de un protagonista como de un antagonista. Son antihéroes. Personajes reales y creíbles. Como espectadores, somos testigos de su viaje transformador, que nos hace pensar y cuestionar sobre la empatía y el afecto que sentimos hacia ellos.

Ahora bien, la atención evolutiva no está centrada solo en el protagonista, sino en todos los personajes secundarios. Ya lo dije más arriba, Gilligan sigue las tramas y las decisiones de sus personajes para contar la historia, no se lo plantea todo desde un inicio. Es así como Jesse Pinkman, que estaba pensado para morir en la primera temporada, estuvo hasta el final de la serie. Incluso, contó con una película/secuela, El camino, que narra qué pasó con su personaje tras el capítulo final “Felina”. Con el correr de las temporadas fue fundamental para la evolución misma de Walter White/Heissenberg. Algo similar ocurrió con Saul Goodman. El personaje de Bob Odenkirk fue escrito solo para tres episodios, y hoy por hoy se podría decir que es el más importante en la filmografía de Vince. 

Como el buen vino o el tango, a veces no se aprecia de entrada. Entrar en el mundo del autor requiere de un poco de tiempo y paciencia. Superada esa ansiedad a la que estamos acostumbradxs, lo que se logra es maravilloso. Cuando alguien me dice que no logra pasar de los primeros episodios de Breaking Bad o Better Call Saul, solo respondo: dale una chance. Unos meses después, todo cambia. Los personajes que parecían irritables (Skyler o Marie en Breaking Bad o Chuck y Howard en Better Call Saul) se vuelven apreciables. 

La apoteosis de esto es lo que ha logrado el autor a lo largo de todos estos años con Kim Wexler (Rhea Seehorn) y la incertidumbre a su alrededor respecto de qué sucedería con ella en el futuro. Pieza a pieza, la historia habla y se construye a partir de las decisiones de sus personajes, y pieza a pieza se va moldeando su evolución. 

En una entrevista (1), Gilligan decía a grandes rasgos que pensaba a Walter White como un tipo imbécil que necesitaba dinero con urgencia y que hacía algo inmoral como cocinar meta. Sin embargo, eso era “justificable” y hasta “perdonable” desde un punto de vista flexible en cuanto a la situación: “¿qué harías si sabés que te vas a morir?”. Con el correr de las temporadas se fue dando lugar al cambio, y ese cambio vino con el ego de Walter, ese gran ego que terminaría convirtiéndose en Heissenberg, cruzando líneas que dejan de ser justificables y alejándolo más y más del camino de la redención. También remarcaba que, en las series de antes, por cómo estaban pensados los productos, los personajes no tenían tiempo para atravesar grandes cambios, y citaba como ejemplo un capítulo de X-Files, cuando Mulder mata a un tipo y en la siguiente escena se acuesta en un sillón como si nada. No era realista.

El color

Pero el trabajo de Vince no está solo en la escritura y la dramaturgia, también pone suma atención en el abordaje de la paleta de colores y los tonos de la imagen. Por medio de esto, utilizando lo que se suele llamar “la psicología del color”, busca abordar y fluctuar la empatía de los espectadores hacia sus personajes. Así, el color se convierte en otro recurso narrativo de la fórmula Gilligan.

Esto se observa mucho en Breaking Bad, la injerencia del color en las escenografías, la vestimenta y en la postproducción, donde se realzan ciertos tonos con el fin de destacar objetos, que sirven para representar algunos estados mentales de los personajes.

Por ejemplo, el azul no solo es el color característico de la metanfetamina que produce Walter, representa también la frialdad, la tristeza y la lealtad para caracterizar a Skyler White (Anna Gunn), su esposa. En especial, cuando Skyler descubre la doble vida de Walter y visita el depósito repleto de dinero.

El verde es la avaricia, el dinero y ascenso fácil. El momento más significativo de esto es cuando Jesse le deja un bolso con 5 millones de dólares a Saul, quien viste camisa verde y una corbata ¡roja! Como no podía ser de otra manera, el capítulo se llama “Dinero sangriento”.

El amarillo puede ser optimismo, peligro, miedo o placer, color que notamos mucho en Jesse Pinkman cuando está con Jane; o en Gus Fring (Giancarlo Esposito), su franquicia de pollos rebalsa de este color, y sus empleados lo usan en el uniforme.

Si hablamos de estabilidad y humildad, el marrón es el color que representa en especial a Hank Schrader (Dean Norris), mientras que su esposa, Marie (Betsy Brandt), siempre viste de violeta, morado o púrpura que simboliza la riqueza, la opulencia y el lujo que anhela.

El naranja es el color del humor, la picardía. La oficina de Saul Goodman destella con estas tonalidades. 

Los colores más importantes de la serie son el rojo y el negro. El primero está asociado a la muerte, a los asesinatos. Si prestan atención, en la primera temporada Jesse casi siempre tiene algo rojo, cuando estaba estipulado que su personaje moriría y no estaría en la segunda temporada. El negro representa la muerte, la culpa, el poder, la oscuridad, pero también la decepción. Heissenberg, el alter ego de Walter, siempre viste algo negro, incluso la primera aparición de Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), el sicario a sangre fría de Gus Fring, fue totalmente de ese color.

Para Better Call Saul, al parecer, Vince Gilligan repensó su paleta de colores. La serie se mueve en dos tiempos. El presente, que es la vida de Saul Goodman post Breaking Bad, que aparece en forma de flashes. Y el pasado, el grueso de la narración, que cuenta cómo Jimmy McGill se convierte en Saul. Los pocos momentos del protagonista en el presente son en blanco y negro, y hace énfasis en la neutralidad del personaje, que se esconde y busca pasar inadvertido para no ser capturado por la policía. Sin embargo, en algunas escenas resalta el rojo, que nos recuerda el pasado del personaje. Las escenas en el pasado, por otro lado, son a color. Allí el juego de los tonos para referirse a los personajes se sostiene.

Cerrando el legado

Vale aclarar algo, Better Call Saul se coescribió con Peter Gould. Y es importante remarcarlo porque pareciera que la historia se repite: así como Gilligan fue apadrinado bajo el ala de Chris Carter en los X-Files, Vince hizo lo propio con Gould en sus series.

Peter Gould arrancó como guionista en Breaking Bad, luego fue jefe de guionistas de la serie, y escaló en la producción hasta llegar a ser productor ejecutivo. Así como Jesse Pinkman aprendió y creció al lado de Walter White en el laboratorio, Gould es tan conocedor de la fórmula como su mentor.

El mundo Breaking Bad está lleno de historias para explotar, se hablan de varios spin-off, mientras la dupla Gilligan-Gould afirma que por el momento están trabajando en materiales nuevos, ajenos a ese universo. La carrera de Vince habla por sí sola. Cuando se alejó de ese universo, la cosa no fue tan bien. Su camino en la industria, cuando no tiene las llaves del auto, es más sinuoso.

A lo mejor, la cuestión está en que no le alteren la fórmula. Que lo dejen jugar con sus ingredientes para ver qué sale. Cuando eso pasó, el éxito lo acompañó y lo convirtió en uno de los autores más importantes de la historia de la televisión.


Notas:

(1) www.denofgeek.com/tv/vince-gilligan-interview-breaking-bad-10-years-on/


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