Halloween Ends: perdiendo la forma

Alguien tenía que animarse a ponerle el punto final a la saga iniciada en 1978 con aquel clásico del cine slasher de John Carpenter. Con el paso de los años y varias secuelas, la icónica franquicia se había convertido en un verdadero caos. Entonces, el director y guionista David Gordon Green tomó una decisión polémica, pero quizás necesaria para continuar la historia: solo sería válida la primera película, aquella en la que Jamie Lee Curtis (en su debut cinematográfico) interpretaba a Laurie, una niñera adolescente que durante una terrorífica noche de Halloween era acechada por el asesino Michael Myers (conocido como The Shape, “La Forma” del mal). Así quedó borrado de un saque todo lo que había venido después para poder construir un nuevo relato sin tener encima el peso de una mitología desordenada, confusa y muchas veces contradictoria. La Halloween de 2018 fue una disfrutable mezcla de continuación, homenaje y reescritura de la original, y dio inicio a una trilogía que fue perdiendo la fuerza y cerró en su punto más bajo con Halloween Ends (2022).
Luego de los trágicos eventos de Halloween Kills (2021), encontramos a la protagonista tratando de salir adelante para superar la muerte de su hija. La mujer fuerte y decidida que la saga había venido construyendo queda aquí desdibujada e incluso dejada de lado en gran parte de la película. Ni siquiera su némesis, el temible asesino enmascarado, tiene peso en la trama. Myers se mantiene escondido mientras se recupera de las heridas sufridas en el film anterior. Inesperadamente, el foco en esta secuela se pone sobre un nuevo personaje, un joven llamado Corey (interpretado por el canadiense Rohan Campbell), quien mató por accidente a un niño durante una noche de Halloween y es rechazado por todos los habitantes del pueblo. Así como Halloween Kills se regodeaba en la paranoia y el “todos contra todos”, la idea que se plantea en esta tercera parte es que el mal es una especie de “virus” que puede contagiarse, con todas las ganas de meter el dedo en la llaga de los miedos de una sociedad post-pandemia. Pero el concepto, apenas esbozado, es lanzado al pasar y sin mucho desarrollo.

En la mayor parte de las casi dos horas de duración de Halloween Ends veremos la historia de Corey y su confusa transformación en un asesino bajo la influencia de un debilitado Michael Myers. También se da una forzada historia de amor entre Corey y la nieta de Laurie que no va a ningún lado. Luego de demasiado relleno, muertes poco originales (un tremendo pecado en un slasher) y varios minutos desperdiciados, por fin todas las piezas quedan en posición para que se dé, de una buena vez, la tan esperada confrontación final: Laurie vs. Myers. Lo que debería haber sido el broche de oro de la saga resulta ser una decepcionante secuencia sin la tensión ni la grandilocuencia que el momento ameritaba. En definitiva, el equipo creativo conformado por Gordon Green y el coguionista Danny McBride aceptó el riesgo de ir en una dirección diferente a la que todos esperaban con el propósito de sorprender, una movida arriesgada que no siempre sale bien.
La búsqueda de algo nuevo que contar dentro de esta franquicia fue un ejercicio valioso, pero al final terminaron jugando en contra dos cosas: por un lado, esa necesidad de subvertir expectativas (tan de moda en estos días) y, por el otro, la intención de hacer una pretenciosa reflexión sobre la esencia de la maldad. En otras palabras, esta nueva trilogía (y en particular el último film) hizo demasiado complicado lo que debería haber sido más simple. Intentado dar más, Halloween Ends termina dando menos. A modo de consuelo, sabemos que nada puede parar a Michael Myers y que en algún momento, tarde o temprano, resurgirá para adueñarse nuevamente de la oscuridad.