Nothing Compares: Sinead O’Connor vs. el mundo

Octubre de 1992. El Madison Square Garden lleno espera ver a Bob Dylan. Antes de la salida del ídolo aparece ella, Sinead O’Connor, la mujer más odiada del mundo. El día anterior rompió una foto del Papa en pleno prime time yanqui al grito de “Fight the real enemy”, como protesta hacia los abusos infantiles encubiertos por el Vaticano. Su aparición ocasiona una catarata de abucheos e insultos. Kris Kristofferson, se acerca a abrazarla. Ella parece frágil con ese traje celeste que lleva puesto, pero no, Sinead es fuerte por más que no se lo haya propuesto y, usando solo su voz frente a esa multitud ciega de odio, canta a los gritos “War”, de Bob Marley, y se retira.

Parece mentira, pero hace treinta años Sinead era una estrella. Dueña de una voz con una intensidad pocas veces vista, la crítica cayó a sus pies, la llenaron de elogios y de premios hasta que se empezó a notar que lo de la cabeza rapada –la primera de la industria, antes que la de Britney Spears– era algo más que un corte de moda. El resto de la historia ya se conoce y es hacia allí, hacia esa foto del Papa, que nos lleva este documental de la realizadora irlandesa Kathryn Ferguson que acaba de estrenarse en la señal Showtime.

Usando entrevistas y archivo personal se va desarrollando de modo cronológico la historia de esta niña nacida en Dublin, maltratada por su madre desde que tenía uso de razón. Una madre que, según la propia Sinead, había sido víctima de una iglesia que se encargaba de determinar qué era pecado y qué no en Irlanda, desde comer salchichas un viernes hasta ir un baile que no estuviera autorizado por la arquidiócesis. Sinead era una niña perturbada y lo fue más cuando cayó en los tristemente célebres hogares de la Magdalena, donde iban a parar estas chicas irlandesas problemáticas cuando las familias ya no podían hacerse cargo, pero un día ocurrió un milagro, una maestra de música le pidió que cantara y salió esa voz capaz de desatar tormentas y hacer dormir bebés.

A partir de allí todo sucedió de manera acelerada: un contrato para grabar un primer disco impecable en 1987, The Lion and the Cobra, la cabeza rapada para evitar que su discográfica la convirtiera en una popstar más, los premios, la fama, el cover de “Nothing Compares 2 U”, el video icónico y también la incomodidad. Porque Sinead no se callaba nada, cancelaba conciertos para protestar contra la guerra del Golfo, organizaba marchas para pedir por el aborto legal en Irlanda y escribía canciones sobre chicos negros asesinados por la policía como “Black Boys on Mopeds”. Todo muy politizado, muy de izquierda, le dicen en una entrevista y ella siempre tímida, cabizbaja, pero con una bomba dentro que siempre está a punto de estallar.

Lo interesante del documental es que hace foco en lo adelantado de sus protestas y reclamos y no cae en el amarillismo que muchas veces rodeó a la cantante. Se detiene solo en la pureza de un ethos artístico que prefiere perder todo antes de quedarse callada. Basta poner su nombre hoy en YouTube para encontrar decenas de videos donde la glorifican por haberse plantado de esa manera en la televisión y denunciar a una iglesia que le había hecho tanto daño a ella y a su país, pero en ese momento nadie la aplaudió. Madonna se burló de ella a la semana siguiente en el mismo programa, Camille Paglia gritaba que en su caso el abuso infantil de Sinead estaba justificado, el mundo pedía su cabeza.

“Quisieron enterrarme pero no se dieron cuenta de que yo era una semilla”, dice al final. Hoy, treinta años después, podemos darnos cuenta de que Sinead tenía razón en muchas cosas y que su legado es innegable.