Bárbaro: subvertir la amenaza

Cuando se habla del género terror, en el imaginario colectivo están muy presentes historias capaces de infundir un miedo profundo por lo desconocido que nos rodea y de lo que no somos plenamente conscientes. Creo que las películas de terror que más perduran son las que pueden generar esta misma sensación, que se queda con nosotros durante varias horas o días.
Este es el caso de Bárbaro (Barbarian), película estrenada recientemente en cines, que también se podrá ver por la plataforma Disney+ a partir del 26 de octubre. Fue escrita y dirigida por Zach Cregger, conocido por ser parte de la serie de sketches humorísticos The Whitest Kids U’ Know y haber dirigido la comedia, Miss March (2009). Por lo tanto, tenemos a un director que proviene de un género que parece tan opuesto al terror y que, así como sucedió con Jordan Peele hace algunos años, nos sorprende con una película original que se mueve en los bordes de tal género.
Como protagonistas nos encontramos a Georgina Campbell, Bill Skarsgard y Justin Long. Al ser estos dos últimos actores más conocidos por haber participado en producciones icónicas del género, parece que se estuviese apelando conscientemente a un público internalizado y con expectativas. Ser capaz de subvertirlas en películas que ameritan tropos tan marcados como el terror o la comedia es clave para garantizar algo fundamental que es la atención de los espectadores. Bárbaro tiene el valor de lograr esta subversión estimulando al público a mantenerse expectante ante qué va a pasar a continuación, sin que sea capaz de imaginarlo por los pocos indicios que la trama da, al menos durante un primer acto imprevisible.

Desde un comienzo, la película nos pone en un escenario ideal para que cualquier mujer se sienta en peligro. Tess (Georgina Campbell) llega al Airbnbque había reservado en Detroit para pasar la noche antes de una importante entrevista laboral, pero se encuentra con que ya hay alguien viviendo allí, un hombre desconocido (Bill Skarsgard). A falta de condiciones para trasladarse a otro lugar, no tiene muchas más opciones que quedarse. El conflicto primario es evidente, la protagonista se encuentra encerrada con un hombre que no conoce y que percibe como una potencial amenaza. Apelar solo a este recurso hubiese sido apelar a lo seguro, ¿cuál es el peor miedo de una mujer por la sola condición de serlo? Pero no, la locación por sí misma es opresiva, hay algo más.
Algo para destacar, además del excelente uso del suspenso y del fuera de campo para sugerir situaciones perturbadoras, es la variedad de registros en las actuaciones. El personaje de Justin Long se posiciona en un registro más bien cómico, pero no va a funcionar solo como un alivio, sino que también permite el desarrollo de nuevas situaciones que hacen avanzar la trama y potencian el absurdo que se deja planteado sutilmente. De esta manera, con la influencia propia de los antecedentes de su director, la película se destaca por no recaer en la solemnidad que muchas veces predomina en ciertas producciones que tocan temas vigentes en la agenda social. Está claro que se puede comentar sobre dichas cuestiones sin dejar de tener en cuenta al público que va a buscar en la película algo fundamental, el entretenimiento.
Como planteaba antes, el filme toma el riesgo de ir más allá del lugar común, subvierte las expectativas de los espectadores que ya tenemos ciertos tropos internalizados y queremos ver algo más, algo nuevo. Lo que genera terror es lo desconocido y no lo que vemos en la superficie, lo que se nos sugiere pero que no podemos distinguir a simple vista. El director entiende esto y expone de forma continua a los personajes a una amenaza que desconocen y nosotros también, la vamos descubriendo a la par.

Puedo señalar que la película es abrupta, tanto en su comienzo como en algunos cortes y en su final. Me parece que esta elección es pertinente para el tipo de historia que se está contando y las emociones que se están buscando generar. La efectividad se asegura a través de esa inmediatez y de la extensión apropiadamente acotada de la cinta. También cuenta con escenas grotescas, otras más sutiles, pero nunca pierde el foco y el conflicto esencial para el final es evidente.
Una reflexión final sobre el título, que en un principio puede sonar problemático. Teniendo en cuenta que “bárbarx” es el adjetivo que históricamente se le aplicó a todo lo que resultaba una amenaza para el orden social imperante, habría que pensar a quién se estaría refiriendo en este caso. El título original, Barbarian, es ambiguo, no contiene marca de género, por lo que puede estar discutiendo con aquello que consideramos amenazante según las convenciones de la ficción. Bárbaro reformula lo que consideramos esencialmente peligroso ya que siempre puede haber algo peor.