Dahmer: viaje a lo profundo del abismo

Es de noche, muy tarde, casi de madrugada. Las paredes son delgadas y se escuchan ruidos que vienen del departamento de al lado. Primero son voces. Parece una discusión. De repente, alguien grita. Son gritos de terror. Un golpe seco. Hay unos minutos de silencio. Luego se enciende algo que suena como una sierra eléctrica: el mismo sonido que hay en las carnicerías cuando pican carne. Y también está el olor, siempre esa peste hedionda que se cuela por la rejilla de ventilación, por el pasillo, por debajo de la puerta. Un tufo a muerte que se mete por cada resquicio. Lo siniestro sobrevuela en el edificio y en cada uno de los 10 episodios de Dahmer, la serie de Netflix basada en la historia real del “caníbal de Milwaukee”.

Con un relato de estructura no lineal, esta nueva creación de Ryan Murphy (productor, guionista y director, responsable de American Horror Story y American Crime Story, entre otras), sigue la vida de Jeffrey Dahmer, quien mató y descuartizó a 17 hombres y adolescentes entre 1978 y 1991. El caso generó un gran impacto cuando se descubrió que el asesino serial conservaba restos de sus víctimas e incluso practicaba la necrofilia y el canibalismo. ¿Qué fue lo que lo llevó a convertirse en un monstruo? La serie busca responder a esa pregunta, en un profundo viaje al abismo, pero no se queda solo allí: también pone el foco en la vida de algunas de las víctimas y en las devastadoras consecuencias que los crímenes generaron en los familiares de los muertos y en los vecinos de la comunidad.

El actor Evan Peters, quien ya había trabajado con Ryan Murphy en American Horror Story, aceptó el desafío de ponerse en la piel de Dahmer y mostrar sus dos caras: un joven tímido y solitario, de hablar pausado, que no es más que la máscara del verdadero monstruo que se esconde debajo y que sale a la luz cuando ya se encuentra solo con sus víctimas, la mayoría afroamericanos homosexuales a los que conocía en bares y boliches. Es en esos momentos cuando el actor usa los silencios, las miradas y los impredecibles arranques de violencia para construir secuencias inquietantes y de gran tensión, como la que ocupa la mayor parte del primer capítulo. Además, en el elenco se destaca la actuación de Richard Jenkins en un rol complejo: interpreta al padre de Jeffrey, un hombre conflictuado y violento a quien se sugiere en muchas ocasiones como el principal culpable de lo sucedido. Sin embargo, él también se muestra sobrepasado y llega expresar un genuino amor por su hijo a pesar de todo.

Dahmer busca ser mucho más que el retrato de un asesino: entran en juego temas como la discriminación, la inacción policial, la salud mental y las desigualdades sociales, que fueron algunos de los elementos que, combinados, permitieron que el monstruo actuara durante tanto tiempo sin ser atrapado, situación que a veces ni siquiera el mismo criminal alcanza a entender. Desde que se lo muestra como el hijo de una familia disfuncional hasta su llegada a la adultez, marcada por la soledad, las adicciones y la falta de contención, Jeffrey parece por momentos estar luchando contra sí mismo y llega a expresar su deseo de morir para parar con todo. Sin embargo, nunca deja de disfrutar el placer que le generan los asesinatos. Así, la serie lo pone como parte y resultado de un entramado social, lo que vuelve muy compleja la búsqueda de una respuesta simple a los innumerables interrogantes que la existencia de la maldad plantea.