Reseña: Anatomía de un escándalo

La serie británica creada por David E. Kelley (Big Little Lies) y Melissa James Gibson está protagonizada por Sienna Miller, Rupert Friend y Michelle Dockery. Fue tendencia en todos los países donde fue estrenada y el porcentaje de espectadores que dieron el visto bueno es muy alto. Sin embargo, ciertos elementos que pueden funcionar orgánicamente en la novela resultan un poco forzados en pantalla.

La serie es entretenida y se sirve como un plato caliente en la mesa listo para devorar. Cada capítulo deja la intriga inaguantable para querer ver cuanto antes el siguiente. Bajo las normas del best seller, es de fácil digestión, adictiva y liviana.

La premisa puede sonar superficial, pero pone el foco en un punto clave: un hecho que parece incomprobable. Un repentino encuentro sexual que el hombre entiende o dice entender como consensuado pero que la mujer denuncia como una violación.

La historia se desarrolla en una Inglaterra contemporánea, ya sacudida por el movimiento Me Too, donde las denuncias de esta índole, en estos estratos del poder, son al menos escuchadas y, como contrapunto, utilizadas para generar un debate que fácilmente se convierte en un escándalo.

En una casa de ensueño, vive una joven familia constituida por Sophie (Sienna Miller), su marido exitoso y con una prometedora carrera política, interpretado por Rupert Friend, y sus dos hijos. Como una piedra que rompe el vidrio e ingresa en la casa, se da a conocer un amorío entre el ministro del Parlamento con una de sus asistentes. A la mañana siguiente, el rumor ya ocupa la primera plana del diario. Luego toma otra dimensión porque la subordinada llevará a la Corte al político por violación. Ella afirma que su última relación sexual no fue consensuada. Por lo tanto, la piedra que rompió el vidrio deja pasar una estampida y todo pasa de ser un escándalo para las revistas de chimentos a un asunto de la Corte Suprema de Justicia británica.

El personaje cuya transformación resulta más profunda y emocionante es Sophie. Esta mujer, madre y esposa acostumbrada a todos los privilegios, se comporta como una auténtica dama inglesa, escondiendo sus sentimientos y, en un principio, decide defender a su marido y proteger a su familia, pero luego empezará a cuestionarse y a investigar hasta convertirse en la primera en resolver el caso, sin asumir nunca el lugar de víctima.

Aquí entra otra protagonista en forma de vengadora anónima encubierta. Michelle Dockery es Kate Woodcroft, la abogada que viene no solo a defender sino a aportar información fundamental tanto para el espectador como para Sophie. Revive las cenizas del pasado cuando se encuentran todas las pistas para dar sentencia.

Hay un trabajo de edición que vale la pena destacar porque es indispensable para la construcción de este universo en donde todo se resuelve tan rápido, la resolución toma un ritmo vertiginoso que es lo que podría parecer forzado si no estuviera acompañado por esta apuesta en el montaje. Más para quienes estamos acostumbrados a una justicia lenta, nos convencemos en cierto punto de que esta velocidad es posible. Un montaje impecable y sorprendente corte por corte acentúa las características necesarias para que funcione un género que oscila entre thriller, thriller psicológico y drama familiar y judicial.

Para coronar, deja un final perfecto para arrancar una segunda temporada, si bien no existe una confirmación oficial.

Más allá del guion, de las actuaciones, de los componentes cinematográficos, y de si la historia además de atrapante resulta un poco forzada o no, siempre se agradece a toda puesta que retrate problemáticas actuales controversiales, que traspasan la pantalla y llevan el debate a nuestras casas, nuestros trabajos o nuestros círculos de amistades.

Hoy en día estamos –tarde, muy tarde– poniendo al consentimiento en el centro de la escena sexual, social y legal. Por qué no haciendo un escándalo para que lo que parece obvio tenga la forma que merece. Y como dice Naomi Scott, actriz que interpreta a, Olivia Lytton, la denunciante: “Es surrealista el debate que todavía existe sobre lo que es el consentimiento… si se inicia una conversación, hemos hecho nuestro trabajo”.