La casa del Dragón – Marcaderiva (Driftmark)

No vamos a debatir sobre las condiciones de visibilidad del capítulo. Apenas si lo escuché. No se vio nada. ¿Qué pasó?, es sencillo, fueron al límite. En ese lugar las diferencias entre equipos de alta calidad calibrados y televisores hogareños se hace notar. Lo que en condiciones de laboratorio de postproducción era estético, en el living de mi casa, de día, es inviable. O invisible para el caso.

Cualquiera que diga “tenés que calibrar bien la TV” queda fuera de la discusión por pavote. Si no tengo que calibrar la TV para ninguna de las otras 32 cosas que veo, es evidente que en esta ocasión algo falló. 

Si vamos a lo técnico, lo que ocurre en La casa del dragón es la decisión deliberada de mantener NITS bajitos. ¿De qué diablos hablo?, bueno, los aburro un rato. Los NITS son las unidades en que los fabricantes de televisores miden el brillo que son capaces de emitir. Los fabricantes se la pasan mintiendo la cantidad de NITS que su equipo reproduce. Se pierde de vista que el rango dinámico (HDR) es, justamente, un rango, y lo que importa es la diferencia entre el máximo y el mínimo. Haciéndola corta: si filmaste con una cámara de un montón de puntos de rango y postprodujiste con monitores de 20.000 dólares de 20 puntos de rango, y llevaste la imagen al límite, en el que la diferencia entre los negros era mínima, es muy probable que en la mayoría de los 30 millones de hogares que pusieron HBO el domingo a la noche, no se vea nada, ya que la TV de mi casa tiene, a lo sumo, 12 puntos de rango, con lo que no puede despegar la diferencia que se propone. Empasta todos los negros en la zona baja, porque la TV sube su pedestal mínimo (su cero) para competir en brillo.

En cuanto a estética, lo que hace la serie es arriesgado, más allá del resultado técnico y es optar por una clave baja permanente, aún de día. Todo es una penumbra. La noche no tiene claro de luna (ese color azulado tan común, por ejemplo, en El Señor de los Anillos), tampoco se caracteriza por los candelabros omnipresentes. Se eligió una representación lumínica cuasi realista, para una serie con dragones. En los interiores día tenemos una influencia de los pintores del claroscuro (Rembrandt, Caravaggio) muy notable. Haces de luz cortantes que entran a los ambientes. Son un remanso en la oscuridad. La casa del Dragón es difícil de ver. Su clima es ominoso. Se nota que detrás de la pátina de oscuridad ocre de la imagen hay bellos diseños, objetos y decorados, pero están afeados adrede. 

Marcaderiva, antes que nada, es un capítulo que nos permite adentrarnos un poco más en una de las grandes familias que quedó relegada a un papel mínimo en la saga de Juego de Tronos. Casi todo el capítulo sucede en la casa de los Velaryon, en el “entierro” de su hija Laena, que se inmoló en Pentos. 

Como si fuera un misterio inglés, las cuestiones se dirimen en cuatro escenas clave, de alto dramatismo y baja adrenalina. La primera es la recepción luego de las exequias, en la que todos los personajes orbitan y se evitan, con el viejo Rey debilitado y hecho a un lado. 

La segunda es el diálogo entre Rhaenys y su marido Corlys. Este diálogo es el que plantea los grandes temas de la serie y es el equivalente a aquel entre Varys y Meñique (el caos como pozo o como escalera). Rhaenys y Corlys discuten el significado de legado, de sangre y de nombre. La historia no recuerda la sangre, según Corlys, sino los nombres. No importa, para él, si sus nietos son hijos de su hijo o no. Lo importante es que lleven su nombre. Para Rhaenys, en cambio, la sangre no es agua.

La tercera es la caminata por la playa de Daemon y su sobrina Rhaenyra, en la que se define el futuro de los Targaryen rojos, y el cambio de parentesco, de sobrina a esposa. 

Finalmente, la escena con todos los protagonistas de la historia, verdes y rojos, sentando posiciones, declarándose la guerra, con el Rey incapaz de evitar el conflicto. Su hijo Aemond perdió un ojo y consiguió su dragón. Aegon se definió como el verdadero hermano tonto. Los hijos de Rhaenyra, Jacarys y Lucerys dispuestos a defender su posición a puñal limpio y la Reina Alicent lanzada con furia al juego de tronos, con la decisión de ganar o morir, como señala la Otto Hightower, la Mano (en su segundo mandato), y responsable principal (como una vez fue Meñique) de este desaguisado. 

Por los costados hay cientos de cosas destacables. Cómo fueron plantando a Helaena, la magnitud de Vhagar y el cómo entrenar a un dragón, por parte de Aemond. El mythos de los dragones es algo importante en esta era y en este relato que se cuenta. Todo momento que se invierta en contarlo, es valioso. Este mundo es el de los Targaryen poderosos, jinetes de dragones. Por algo doblegaron, no hace tanto, a todos los señores de los siete reinos. No puede contarse esta historia soslayando la importancia de su única (hasta ahora) pata mágica, que es el poder de la sangre Targaryen por sobre estas bestias.  

Además hay tiempo de una muestra más de debilidad por parte de Viserys hacia su hermano Daemon, y hasta esa línea increíble, en la que el pequeño Luke le espeta a su abuelo Corlys que no le interesa heredar Marcaderiva, ya que eso significaría que sus abuelos y padres han muerto. Alguien empieza a tener en claro de que se trata todo esto. 

Marcaderiva es un capítulo clásico del juego de tronos. Hay intriga política, un poco de acción, engaños, incesto, dragones y una revelación final. 

Mientras nos acercamos a la muerte de Viserys, que no debería sorprender a nadie, la serie llega a establecer su ritmo – momentos densificados entre saltos temporales –  y narrativa. Este relato es sobre una familia tan poderosa que es un peligro para sí misma. Para un Targaryen no hay nadie peor que otro Targaryen.