Watcher: (No)Debes Creer en todo lo que ves

Mudarse es un proceso que aterra. Debes iniciar una nueva vida en un lugar que se te hace ajeno, acompañado por una población de la que te separa una barrera (cultural o lingüística). Solo te tienes a ti mismo, mientras comienza tu búsqueda por romper esa soledad.
Ya varios cineastas han planteado esa sensación desde el terror, la trilogía de los apartamentos de Polanski sería el mayor ejemplo: historias de personas perdiendo la cordura en lugares hostiles y aterradores. Y hace poco, Edgar Wright, nos compartía su pequeña y genial aportación a este ¿subgénero? con Last Night in Soho. Ambos directores toman sus películas como relatos para exponer el peso de ser mujer en entornos machistas, pasando por la incertidumbre de la migración, teniendo que sufrir por el gaslighting de sus seres cercanos y por el miedo a no estar a la expectativa social de cumplir con el rol de su género. Son relatos de fuerte carga social, pero también de imágenes horribles y tensas.

Explico esto porque se me hace súper necesario para comprender de dónde nace Watcher, debut escrito y dirigido por la cineasta Chloe Okuno, una película bañada en las preocupaciones atemporales del día a día de las mujeres. Leí mucho respecto a que hay mucho Hitchcock en el film, difiero en eso, siento que hay más de Polanski (irónico nombrarlo como influencia sabiendo su historial de violador) porque comparte el nexo del acoso que tuvo Repulsion (1965) y la paranoia urbana de Rosemary’s Baby (1968). Aunque Okuno sabe darle su propia identidad, por lo que nos entrega una buenísima experiencia en el que la realidad y la ilusión parecen deformarse, e incluso mezclarse, creándole dudas al espectador sobre si nuestra protagonista es realmente de fiar.
El recorrido de Watcher ya lo hemos visto muchas veces para saber por dónde van los tiros, por eso me pareció inteligente que la mayor proeza de Chloe haya sido prescindir de darle demasiada importancia al misterio principal para preocuparse en construir secuencias muy geniales de pánico absoluto. Me provocó miedo de verdad en tres momentos que destellan maestría pura, Okuno traza delicadamente las imágenes (¡la escena del tren!, ¡las vistas de las ventanas!, ¡el supermercado!), y las acompaña con un uso de los sonidos y los silencios que juegan con tus nervios. Sin embargo, también es gracias a lo comprometida que está la actriz Maika Monroe, protagonista del film. Su hermetismo se va resquebrajando cuando la situación le supera, sumado a que su personaje toma decisiones razonables, haciendo fácil empatizar con ella. Soy muy fan de lo que hizo aquí.

Por ponerles un par de «peros» a la obra debería marcar su tendencia por seguir los patrones del slow burn, lo que implica que se alargue de más el prólogo, reiterando varias veces el plot point y el contexto de la pareja protagonista sin muchas novedades. De último, y sin cometer el pecado de develar su carta final, el giro de tuerca que amarra el conjunto no es tan interesante como el build up.
Pero como dije, siento que la película está consciente de su trillado punto de partida, que sirve como una más que válida actualización de sus tropos para darle una mirada femenina acerca de los temas actuales (desapariciones, violencia de género y feminicidios). En ese sentido, Watcher busca aprovechar lo más que puede ese subtexto para tejer una pesadilla febril sobre una mujer en apuros y acorralada por un entorno de micromachismos, creando imágenes tétricas desde la ficción para retratar una realidad que resulta aún más perturbadora.
Ya nos lo decía Brian De Palma en varias de sus películas: no hay hombre más peligroso que aquel quien te vigila desde la lejanía.