La casa del dragón – La Princesa y la Reina

He retornado, para que no olviden que estos recaps existen. Me tomé dos episodios seguidos de franco. El cuarto, llamado El rey del mar angosto en el cuál Daemon retorna de su aventura y lleva a su sobrina a un prostíbulo con intenciones aun peores que las enunciadas en esta frase. Y el quinto, llamado Ilumínamos el camino, en el cual tenemos una nueva Boda roja.
En estos dos capítulos se desarrollan varias minitramas: el pasaje de Ser Criston Cole de amante de Rhaenyra a espada juramentada de Alicent. El cambio de gestión en la oficina de la Mano del Rey, de Otto Hightower a Lyonel Strong, la alianza entre los Targaryen y los Velaryon, con el casamiento de Rhaenyra y Laenor, y el surgimiento de Alicent Hightower como una protagonista en el juego de tronos.
En el medio, el rey Viserys, cada vez más viejo, dubitativo y débil. Nunca al punto de la zoncera, siempre con una debilidad conciliadora y bonhomica.
La construcción de la primera tanda de capítulos es a fuego lento. Reemplaza al antagonista aparente (Daemon), por la antagonista verdadera (Alicent) y los Hightower en general. El plan de Otto, lejos de parecer un cálculo frío, puso en peligro a toda su familia. Al meter a su hija en la cama del rey, y hacerla engendrar sus hijos, la convirtió en un blanco móvil y la obligó a pararse de frente a la heredera del trono.
Y así empieza el capítulo más importante (hasta ahora) de La casa del dragón. Se llama La princesa y la reina. Con astucia y pericia, evita contar con diálogos lo que ocurre y opta por hacerlo a través de acciones y de la puesta en escena. Rhaenyra está pariendo a su tercer hijo. En cuanto lo tiene en sus brazos, una criada le informa que la reina quiere ver al bebé inmediatamente. La princesa, mientras despide la placenta, se pone de pie y lleva ella misma al infante a la reina. Sangra. Recorre largos pasillos. Sube una escalera. Cumple la orden.
Han pasado diez años, y el equilibrio de poderes cambió, así como lo hicieron también las actrices que interpretan a Rhaenyra y Alicent. La Reina logró equilibrar la tabla. Su hijo Aegon tiene un dragón. Ella se sienta en la mesa del consejo privado. Tiene una espada juramentada propia (Ser Criston) y un hombre para consejos y asuntos oscuros, Larys Strong, el hijo rengo de la Mano del Rey.
Rhaenyra está casada con Laenor Velaryon, que en la serie es negro y delgado. Sus hijos son blancos y corpulentos. Se parecen bastante a Ser Harwin Strong, hijo de la Mano del Rey y Capitán de la Guardia de la Ciudad (los infames Capas doradas). Laenor es gay y hace poco para ocultarlo. El arreglo con Rhaenyra es que cada uno por su lado y todos contentos. Todo el mundo parece saberlo, lo cual le quitó poder y legitimidad a la heredera del trono de hierro.

En un extraño espejo, los guionistas deciden usar el mismo truco dos veces y en capítulos seguidos. En el quinto episodio, en la escena de la recepción previa a la boda entre Rhaenyra y Laenor, el amante de Laenor provoca a Ser Corlys, ya que piensa que es una buena idea hacerle saber que conoce su secreto: es el amante de la princesa. Corlys le pega tantos golpes que, literalmente, le pulveriza el rostro y el cráneo (en cámara).
En el capítulo seis, es Corlys quien le sugiere a Ser Harwyn Strong – conocido por ser el hombre más fuerte de su tiempo -, que sabe que los hijos de Rhaenyra son sus bastardos, lo que provoca una reacción similar, sin la pulverización de cabezas, pero por poco. Con este hecho, Ser Harwyn debe abandonar su cargo y la corte. Su padre, la Mano del Rey, ofrece su renuncia, que no es aceptada por Visverso.
Ya sabemos que en el universo de George R. R. Martin son todos expertos en ADN y, por supuesto, que los vástagos de la princesa no salgan morochos ni con el pelo blanco, da para dudar. De hecho, el conflicto de Canción de Hielo y Fuego empieza así. Recordemos: Jon Arryn, mano del Rey Robert, comienza a dudar que Joffrey, Myrcella y Tommen sean hijos del Rey, ya que todos los bastardos de Robert Baratheon (y son un montón) son morochos, mientras que sus hijos “oficiales” con Cersei son rubios tipo “Lannister”. El sólo hecho que la Mano del Rey esté indagando, enciende la imaginación de Meñique, el amante de Lady Lysa, esposa de Jon Arryn, que conspira para generar el caos que le permitirá trepar por la escalera. Ese caos es la guerra entre los Stark y los Lannister.
El emblema extraoficial de Meñique es una calandria. El emblema extraoficial de Larys es una abeja. Ninguno tiene aptitudes para el combate cuerpo a cuerpo. Y ambos heredan Harrenhall en un punto. Meñique, por favor de los Lannister; Larys, por su lado, viendo que Visverso no le acepta la renuncia a su propio padre, decide una solución más definitiva para el problema, abriendo la puerta al retorno de Otto Hightower, quien deberá recompensarlo con un cargo importante, cosa que, al parecer, era imposible con su padre.

Por último, los dragones y algunos spoilers probables. Los hijos de Rhaenyra, Jacaerys y Lucerys ya tienen dragones propios. El recién nacido Joffrey tiene un huevo esperando eclosionar. Alicent tiene tres hijos: Aegon, Aemond y Helaena (la niña de los insectos). El primero ya tiene a su dragón, llamado Fuegosol, mientras que el huevo asignado a Aemond no logró eclosionar. Helaena apareció en solo una escena de la serie. Al parecer, tiene el don de la premonición, como su abuelo Viserys.
Aemond es víctima de las chanzas de su hermano mayor y sus sobrinos. Es el único de ellos que no posee un dragón. Frustrado, se interna en el Pozo de Dragones, topándose con uno de gran tamaño. Y aquí enlacemos y spoileemos: el dragón que montará Aemond en el futuro, según el canon, es Vhagar, una bestia enorme que supera los 150 años y que fue uno de los cinco originales que trajo la familia Targaryen en la época de la conquista.
Vhagar, en este capítulo, es el dragón que monta Laena Velaryon, actual esposa de Daemon Targaryen. Daemon y Laena se encuentran en la ciudad libre de Pentos, lugar que tiene vínculos históricos, hasta se diría de fanatismo y admiración por los Targaryen y los dragones. Doscientos años después, será un comerciante de Pentos quien obsequie a Daenerys Targaryen, exiliada allí, sus tres huevos de dragón.

El parto de la tercera hija de Laena y Daemon falla. El infante y la madre van a morir. Laena con las últimas fuerzas se arrastra hacia Vhagar y le ordena que le de muerte por fuego. Es así como Vhagar quedará sin jinete.
Finalmente, hay algunas anotaciones. La primera es la necesidad que sienten los responsables de La casa del dragón de tener una escena por capítulo de violencia gráfica y explicita. Ya sea un parto fallido, una mutilación, un desmembramiento o una curación de una herida espantosa, al menos una vez por episodio, se pone en cámara. Es como si los directores estuvieran pensando que La casa del dragón es muy cerebral y necesitase de agitar con un poco de asco.
Otro gesto notable es la necesidad de mencionar siempre cuantos años pasaron, que contrasta con las explicaciones indirectas de otras cuestiones. Un recurso muy utilizado es “las escuchas” detrás de la puerta.

Por último, la fotografía, que se debate entre la fineza sublime, y una sensación dual. Sé que es increíble, pero cada vez me cuesta más ver. Es oscura en extremo.
La casa del dragón tomó nota de algunos de los males que más se le criticaban a Juego de tronos y los hizo carne. Ritmo lento. Tramas que se cocinan, paso del tiempo explicado. Al mismo tiempo, nos falta alguien con quien empatizar, aunque lo liquiden. De hecho, el gran problema es que falta un noble Stark, un astuto Lannister o un justicialista Varys.
Seis capítulos y seguimos sin remera.