The Card Counter: Schrader, la soledad y el trauma

The Card Counter (2021) es un drama escrito y dirigido por Paul Schrader. Tuvo su estreno en la  78ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia donde formó parte de la sección oficial y luego se presentó en diversos festivales entre los que destaca su participación en el Festival de Valladolid donde fue consagrada en la categoría de mejor guion. 

La película narra la historia de William Tell, un apostador profesional que aprendió a contar cartas durante su tiempo en una cárcel militar, lugar donde estuvo encerrado 8 años tras ser condenado por ejercer la tortura durante su tiempo apostado en Irak. La monótona y solitaria vida de William cambia de modo radical al conocer a La Linda, una financista que le ofrece pasar a las grandes ligas, y a Cirk, un misterioso joven que trae a flote recuerdos de su pasado.

Si no juegas por dinero, ¿para qué juegas?

Tras salir de la cárcel, el protagonista se dedica a recorrer casinos de ciudad en ciudad mientras se hospeda en los clásicos moteles estadounidenses, de cuyas habitaciones retira todo tipo de decoración y, con mucha dedicación, cubre la totalidad del mobiliario con sábanas grises, generando un espacio monótono al extremo (sí, logra que una habitación de hotel rutero sea más deprimente de lo que suele ser) donde parece sentirse cómodo.

Similar a su vida en la ruta, el sistema de juego que ejerce el protagonista –que consiste en apostar poco y retirarse con tiempo ganando sumas moderadas-sorprende a La Linda, quien le pregunta acerca de la razón por la cual dedica su vida a las apuestas si no es por el dinero, a lo que William responde: “para pasar el tiempo”. Al igual que otros personajes schraderianos, William Tell es un hombre de pocos hábitos, a los cuales se avoca por completo para olvidar un trauma pasado.

The Card Counter remite al resto de la filmografía del director/guionista, principalmente a Taxi Driver y First Reformed, en diversos aspectos. Es fácil trazar un paralelismo entre los conflictuados Travis Bickle, Ernst Toller y William Tell. Si bien el primero y el último son excombatientes con un claro trastorno de estrés postraumático y el segundo un pastor luterano, los tres son hombres en conflicto con las instituciones que los formaron y que, ya sea por motivación propia o por impulso de una fuerza autodestructiva, se rebelan contra ellas de forma violenta, dejando lugar, a veces, a un tipo extraño de redención.

En cuanto al apartado audiovisual, Schrader pone a conversar a sus personajes de manera continua enmarcados en un plano y contraplano pausado y prolijo. Toda conversación es significativa y nos revela aspectos de los personajes, ya sea por lo que dicen o callan, sin que casi ninguna escena dé la sensación de estar de más. La mayoría de la acción se da a través del diálogo, el cual se elige filmar con planos fijos, reservando los movimientos de cámara a los momentos de mayor tensión o  donde ocurren revelaciones significativas. Al igual que en otras de sus películas, Schrader utiliza la voz en off para dar a conocer los pensamientos más íntimos del personaje. El tono de voz elegido para la narración en off aporta a la creación de una atmósfera un tanto depresiva. 

Tengo que ser honesto, la película cuenta con un ritmo lento, y el hecho de que no haya un conflicto claro (en el sentido clásico del término), puede provocar que para algunos espectadores su visionado se vuelva un poco tedioso. Sin embargo, hay que reconocer que se está ante una gran historia de estudio de personaje con un alto nivel en cuanto a dirección, fotografía, montaje y música, y un reparto que realiza un excelente trabajo, con un Oscar Isaac en estado de gracia, acompañado por Tye Sheridan, Tiffany Haddish y Willem Dafoe bien posicionados como personajes de reparto.

En conclusión: hay que ver The Card Counter sabiendo que es una historia que se cocina a fuego lento y que, si bien no se encuentra entre los mejores trabajos de Schrader (en opinión de quien escribe, el final decae un poco en relación al planteo inicial), suma un nuevo e interesante capítulo en la filmografía del director y su retrato del lobo solitario estadounidense.