Masculino, Femenino: Los 60 en su estado puro

Luego de ser presentada en 2016, durante la apertura de Cannes Classics, Masculino, Femenino, el reconocido film del director francés Jean-Luc Godard, volvió a reestrenarse en un selecto grupo de salas de cine. Esta vez en Argentina y con una versión restaurada, generando un momento ideal para mirar hacia atrás y recordar al clásico de la nouvelle vague.

Basada en una obra del escritor y poeta Guy de Maupassant, Masculino, Femenino presenta a Paul (Jean-Pierre Leaud), un joven idealista de la década de los 60, que luego de salir del servicio militar conocerá a Madeleine (Chantal Goya), una muchacha que aspira a ser cantante pop. Paul intentará a toda costa entablar un amorío con la joven, a la vez que también conformará una particular relación con Elisabeth (Marlene Jobert) y Catherine (Catherine Duport), amigas de su mencionado interés romántico.

“No se puede vivir sin ternura, sería un suicidio”, expresa el protagonista de esta historia, desesperado por el amor de la muchacha. Lo que a simple vista parece una sinopsis simplona y bastante convencional, se trata en realidad de un retrato muy interesante y profundo sobre la juventud parisina de la época, que debate acerca del amor, la política y el arte. A ella le encanta la idea de estar juntos y también se siente atraída por Paul, pero no quiere someterse a las normas que él le impone para la relación. Godard expone así que, a pesar del acusado machismo que se le atribuye en más de una de sus películas, este no es uno de esos casos. La protagonista de Masculino, Femenino es decidida, valiente y, si bien poco a poco va dando el brazo a torcer frente a la torpe seducción de Paul, desde el primer momento es ella la que pone las reglas del juego.

Para el plano político, es menester recalcar que la película fue filmada en 1966, años antes de las multitudinarias olas de protestas estudiantiles que más tarde fueron arropadas bajo el nombre de Mayo Francés. Sin embargo, el film no deja de funcionar como una antesala a dichos sucesos, representando mediante el protagonista a la rebeldía juvenil de la época frente a las autoridades, siendo de lo más memorable la escena en la cual Paul distrae al chófer de un auto de la Embajada de los Estados Unidos preguntándole: “¿Todo bien en Vietnam?”, mientras su amigo Michel pinta el auto con mensajes antibélicos. A su vez, al personaje de Jean-Pierre Leaud también lo vemos criticar en reiteradas ocasiones la monotonía del trabajo industrial, comparándolo con la rigidez y la exigencia que hay en el servicio militar.

Para aquel entonces Godard daba una vez más muestras de su dinamismo detrás de la cámara. Después de adoptar una estética más viva y colorinche en Pierrot Lefou, el cineasta volvía a filmar en blanco y negro, priorizando los ambientes urbanos, las calles y cafeterías de la ciudad francesa. Lo que a esta altura ya era una asentada elección para los cineastas de la nouvelle vague, que preferían las locaciones reales, a los grandes estudios, es llevado a su máxima expresión en esta película. Además está a la vista el típico estilo godardiano de unir a forma de collage distintos fragmentos relativamente independientes de historia, separados por sonidos disruptivos y placas de textos, entre los cuales aparecen algunas frases memorables como: “Filósofos y cineastas ven al mundo del mismo modo”, o “los hijos de Marx y de la Coca Cola”, en referencia a la juventud que retrata en su film.

Otra particularidad que compartían los cineastas que pertenecían a la nouvelle vague, era su rechazo hacia el cine comercial francés y hollywoodense que dominaba las taquillas en aquellos años. Godard no puede evitar dejar algún rastro de su forma de ver ese tipo de películas. Mediante otra maravillosa escena, en la cual la voz de Paul se presenta mientras los personajes asisten al cine, el director hace la siguiente reflexión: “La pantalla se enciende y sentimos una emoción. Pero habitualmente nos sentimos defraudados. Las imágenes están fechadas y son desparejas. Nos sentimos tristes. No era la película de nuestros sueños. No era la película total que llevamos dentro de nosotros. La película que quisiéramos hacer, o mejor dicho, la película que queremos vivir”.

A pesar de no haber envejecido de la mejor manera, Masculino, Femenino es sin duda un clásico irrepetible. No solo por su protagonismo dentro de la filmografía de su autor, sino también por el que tuvo dentro de toda la extensa e irruptora obra de la nouvelle vague. Pocas películas de aquella época, y también de la actualidad, retratan con tanta frescura a la juventud de la década de los 60. Hija de la Coca Cola y de Marx, como dice el director, pero también hermana de Los Beatles, de Bob Dylan y de muchos otros, que seguramente también hayan alimentado aquel espíritu vivaz y rebelde que Godard representa en su obra.