Delirio de pasiones: el thriller psicológico

Introducción
Bajaremos al subsuelo de los géneros cinematográficos. Bajaremos a ese piso que no visitamos seguido, y podremos encontrarnos sorpresas desagradables.
El thriller, como se verá a lo largo de este ejemplar, consiste en la generación constante de suspenso. El suspenso es, en esencia, desconcierto, no saber qué va a ocurrir. Ese desconcierto se genera a partir de un conflicto que necesita resolverse. Ese conflicto puede ser un juicio, una persecución policial. A veces, ese conflicto está dado por el propio personaje, por su propia psiquis.
También conocido como “suspenso psicológico”, el thriller psicológico está basado en los estados emocionales de los personajes para generar un vínculo cercano con el espectador y crear ansiedad e incertidumbre para así mantener la tensión y atención.
Entramos a la mente y desde ahí percibimos, a través de algún vicio o virtud, cómo avanza un personaje. Siempre indagando en los torrentes más oscuros del ser humano. Cuando el peor enemigo es el que está frente al espejo. A través del misterio, las bipolaridades, los malos impulsos y temores serán, por lo general, el hilo conductor del relato. Entre ambientes de altos contrastes y escenas “low key”, se generará el suspense y la incertidumbre, tanto para el personaje que tenemos enfrente y como para nosotros como espectadores. Bajo tensiones y arrebatos que cuestan la vida, nos adentramos en uno de los tantos subgéneros del thriller, tan bien utilizado hace varias décadas por Alfred Hitchcock.
En el cine, la focalización responde a la pregunta quién narra, es decir, quién nos da la información sobre la trama, quién nos cuenta y quién nos lleva a lo largo del relato cinematográfico. La focalización no siempre es estática, puede ser dinámica. Podemos conocer todo a través de un personaje o de varios. Podemos saber lo que saben los personajes o más. El suspense hitchcockiano se articula sobre la base de esos niveles de desconocimiento. Si el espectador sabe que alguien está ingresando con un cuchillo al baño en el que se está duchando Marion Crane, tendrá un impulso irrefrenable por gritarle y advertirle que salga de allí; querrá, vanamente, ayudarla. Ahora, el suspense también es no saberlo todo, introduce, incluso de forma contraria a lo que menciona el propio Hitchcock, algún tipo de revelación sorpresiva e inevitable al mismo tiempo; por ejemplo, que Norma Bates, la mamá de Norman, en realidad, está cadavérica y que su hijo padece un trastorno psicótico que lo hace interactuar con ella asumiendo su personalidad.
Observando y tratando de entender a los personajes creados en las distintas ficciones que iré nombrando, nos encontraremos con sujetos que sobresalen de la cotidianidad. Humanos que, debido a un suceso drástico y dramático, cambian toda su vida. Tendremos desde extrañas patologías que se padecen desde la niñez o producto del exceso de trabajo, hasta manipulaciones genéticas, pasando por accidentes y diversos traumas. Seres humanos que mantienen una guerra interna, a la que no saben cómo dar término, y que manipula y altera su realidad. Narradores no fiables que hacen dudar al espectador y a los otros personajes cada segundo que transcurre.
Algunos antecedentes
El thriller es el resultado de la amalgama de varios géneros que confluyen para la generación de suspenso y misterio. En particular, el film noir y el cine de terror. En los distintos subgéneros del thriller el balance entre las fórmulas va cambiando. En el caso del thriller psicológico el terror y su estética son predominantes.
Entre las posibles razones para ello, está el hecho de la construcción arquetípica y patologizante de los padecimientos de la salud mental. El loco es un enfermo peligroso, que no comprende las reglas de este mundo y que, debido a ello, puede hacer las cosas más temibles. Esa construcción encuentra cierta idea reconfortante en la sociedad. Quienes cometen los crímenes más atroces, están enfermos, son degenerados no pueden caminar entre nosotros.
De ese terror el thriller psicológico toma ciertas ideas y climas: lo que no se muestra y oculta es tan o más importante que lo que se ve. El alto contraste, las sombras, la música y los ruidos de la banda sonora son elementos que enrarecen las situaciones que atraviesan los personajes y que nos adelantan que algo no está bien y nos insinúan que existe un peligro.
Si bien el thriller vivió su apogeo en la década de los 80 y 90, sus inicios se remontan a varios años antes. Quien desarrolló casi todas sus vertientes fue Alfred Hitchcock. Jugó con la psiquis de James Stewart en Rear Window (La ventana indiscreta, 1954) y Vértigo (1958), pero redefinió todo con Psycho (Psicosis, 1960), cuando mató al personaje de Janet Leigh al final del primer acto, y convirtió en protagonista a su conflictuado asesino. Psicosis inventó todo, hasta el spoiler.

Si las bases ya estaban sentadas y afianzadas con Hitchcock, Sam Fuller las llevó hacia su estadio definitivo con Shock Corridor (Delirio de pasiones, 1963). El film muestra el descenso a la locura de Johnny Barrett, un periodista ambicioso que decide hacerse pasar por un enfermo psiquiátrico para infiltrarse en un manicomio y resolver el asesinato de un paciente fallecido en la institución. Fuller toma toda una serie decisiones de puesta en escena para exponer y mostrar la transformación del protagonista a través de las imágenes y el sonido que hasta el día de hoy siguen siendo una lección de cine.
De allí en adelante, la mayoría de las películas que existieron durante el apogeo del thriller, y las que todavía se producen, han tomado muchísimos de esos elementos. Veamos entonces cómo identificar este subgénero. Bajemos la pelota al piso y deshilachemos actos y personajes, para así tener presente varios de los antecedentes en cuestión.
Ansiedad y atención
Al ir viendo cada una de las películas que decidí analizar, traté de ir entendiendo a cada uno de los personajes y su involución, segundo a segundo. A ratos los films mismos me hacían sentir que yo me estaba volviendo loco. Con sus giros de trama y elipsis repentinas, me cuestionaba por qué no entendía. ¿Pestañeé más de la cuenta?
Todo es producto de no ir entendiendo mucho sobre qué sucedía con el personaje. Me sentía como el protagonista que tenía en frente, en la pantalla. Uno de los factores en el reconocimiento de este tipo de género es que uno de los protagonistas sufre trastornos que amagan hasta al más pendiente espectador. Son, como ya mencioné, narradores no fiables. La información que nos revelan puede ser falsa o estar contaminada. Nunca terminamos de saber si lo que nos muestran es real o no.
Sin asco a la muerte
Prestemos atención a una pequeña secuencia de la película chilena Malta con huevo (2007), del director Cristóbal Valderrama. Vladimir, uno de los personajes principales del film, está con Jorge, su mejor amigo. En confianza, Vladimir le pregunta si puede hablarle, si de verdad ambos son amigos. Jorge responde afirmativamente. Acto seguido, Vladimir explota y vocifera: “¡Me estoy volviendo loco, hueón! ¿No sé qué está pasando con el tiempo?”.
La secuencia concluye con Vladimir y un almanaque, con el que intenta explicarle a Jorge que existe un lapso perdido en su vida. Él se acostó un día y lo próximo que recuerda es despertarse muchos días después. “Algo muy raro está pasando desde que nos cambiamos a esta casa. El tiempo… está desordenaó”, concluye.

La escena nos demuestra la extraña situación que vive Vladimir, uno de los personajes principales del largometraje, quien ha sido manipulado genéticamente a través de una bebida popular. No está de más decir que esa bebida es la que otorga el título al film, elaborada con malta, azúcar y un huevo crudo. La pieza habla sobre la obsesión de Jorge en querer saber qué se siente asesinar a alguien, y claro, para él, Vladimir es la persona indicada: vago, detestable y un hijo de yuta. Nadie lo echará de menos ni se percatará de su ausencia. Valderrama, a su vez, intenta poner en duda al mismo espectador. Porque al igual que Vladimir, nosotros también viajamos y nos sentimos como él: extraviados en el tiempo, lo que genera un misterio que no tiene conexión alguna.
Por cierto, dar término a la vida de alguien no debe ser para nada fácil, menos un trabajo grato. Por suerte, la ficción se atreve a ir más allá, o eso es lo que intenta parecer. La muerte producida por un crimen es otro personaje en cada película del género del que les he hablado.
Locura y ambición
Nos vamos ahora unos tres años atrás con Alex de la Iglesia y Crimen Ferpecto (2004). Allí, Rafael, el protagonista, habla consigo, alucinando y perdiéndose durante algunos lapsos… Se cuestiona su realidad, ya que está sumido en una depresión, producto de un crimen cometido por su ambición. Se autodiagnostica a través de su voz interna, la que resuena en su mente y oímos que dice: “llega un momento en que la cordura desaparece y da paso a la depresión. La depresión también se agota y comienza la neurosis. Por último, solo en casos gravísimos, como en la guerra o en campos de exterminio, el sujeto cae en un estado próximo a la locura, su mente se disgrega y ya no es capaz de diferenciar lo que es real, de lo que no lo es”.

Rafael está fuera de sí, producto del chantaje ejercido por Lourdes, una colega del centro comercial donde este trabaja. Lourdes, con tal de manipular y quedarse con el amor de Rafael, va volviendo loco al protagonista. Y este busca la manera de separarse y deshacerse de ella. Toda esta situación lleva a Rafael hasta lo más bajo de la cordura, que lo hace comenzar a entablar una conversación imaginaria con el cadáver del hombre que asesinó.
No todos los personajes de la película presentan síntomas de inmediato. Esto va surgiendo poco a poco dentro de ellos, como la grasa. Un pequeño choque de pies sobre un viaje de tren. Una investigación para finalizar la tesis. Dos amigos que se mudan a vivir juntos. Unas vacaciones en el Caribe, en una nueva relación sentimental. Cualquier situación o encuentro con otro par puede ser el inicio del fin. Hablando desde el punto de vista del personaje, por cierto, tratando de entender qué piensa y cómo lo piensa.
Fórmulas
Según indican las normas del género, el montaje de este tipo de películas suele ser deliberadamente disruptivo. Los lapsos se traducen en saltos para adelante o para atrás (flashbacks y flashforwards). Como espectadores, eso nos ayuda a recapitular y, también, a experimentar la locura que atraviesan los personajes.
Como ejemplo de este fragmento de texto, dejo fijada la película Memento (2000), de Christopher Nolan. El film narra la historia de Leonard, un hombre que tiene un trauma que le produce lo que se conoce como “amnesia anterógrada”, un tipo de amnesia que le impide generar nuevos recuerdos sin borrar las cosas que han pasado, la ausencia total de una memoria a corto plazo. Para Leonard cada día es un día nuevo, en el mayor de los sentidos. Para recordar Leonard crea un sistema de registro utilizando fotos instantáneas. Imaginen todo eso en la vida de un tipo que está buscando al violador y asesino de su mujer. Nolan articula la película de atrás para adelante, las líneas temporales son confusas y Leonard, por supuesto, no es un narrador creíble. Quien no la haya visto, corra a hacerlo, porque es un peliculón.

Denis Villeneuve en Enemy (2013) nos descoloca completamente al presentarnos una especie de doppelgänger del personaje principal, interpretado por Jake Gyllenhaal. La premisa, para nosotros y para el protagonista parece irreal, pero dentro del film funciona con creces. La cosa va así: ¿Te imaginás un día ver una película y darte cuenta de que el protagonista sos vos? Bueno, por ahí va el asunto de Enemy. Un profesor de historia se da cuenta de que en realidad hay otro igual a él, y que a la vez ese otro, es un actor un tanto popular. Esto provoca unas pesadillas espeluznantes al protagonista, con tarántulas gigantes. “La peli” juega un poco con que todo es una alucinación, y que no puede ser real. Pero poco a poco al ir avanzando en la trama, nos damos cuenta de que todo es más real de lo que creemos.
Involución
Nos paramos desde el punto de vista del protagonista, sintiendo al mismo tiempo la incertidumbre y el miedo al continuar con la trama. No sabemos para dónde corre cada segundo. Usualmente se centra en la relación compleja entre personajes y eso lo podemos ver en Strangers on a Train (1951), de Alfred Hitchcock. En el film un tenista es manipulado y chantajeado por un sujeto que no tiene miedo a cumplir sus objetivos para verse beneficiado, aunque todo se trate de matar a otro ser humano. A través del clásico suspense, el director va llevando la trama al ritmo que le plazca. Hitchcock da mucha información a los espectadores, no así a los personajes. Me explico. Nosotros conocemos el plan malvado y sabemos cómo, quién y cuándo ocurrió el crimen, no así el resto de los protagonistas. Entonces, en pleno juicio moral, donde todo apunta a que el joven tenista asesinó a su exmujer para conseguir el divorcio y así casarse nuevamente con la hija de un senador, el relato funciona, ya que ante los ojos de la ley –y el resto de los personajes– él es el único sospechoso. Solo nosotros sabemos lo que ocurrió. Suspenso y conocimiento, otra vez elementos fundamentales en este tipo de relatos.

Hay un último ejemplo que me gustaría comentar para culminar, pero su primera regla es: no hablar del club…Como hemos visto, en términos generales, el thriller psicológico navega con los vicios, las enfermedades mentales y la muerte. El miedo es parte de cada ser viviente en este planeta y es por donde hace hincapié este subgénero, con su oscuridad y sus cortes disruptivos que nos descolocan creando esa incertidumbre que nos hace querer saber qué hay más allá.
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