The Northman, otro pleno de Eggers.

Robert Eggers dio que hablar con su ópera prima The Witch (2015) y con su segundo film, The Lighthouse (2019), reafirmó que su nombre y apellido debe tenerse en cuenta en las tertulias cinéfilas de estudiantes y profesionales. Con The Northman, mete un pleno y nos acerca a un mundo vikingo que quizás muches creían sobreexplotado entre series y películas, pero que, con un argumento sólido, grandes actuaciones y una maestría técnica en todas las áreas, hace, quizás, la mejor de sus primeras tres películas.

Te vengaré, padre. Te salvaré, madre. Te mataré Fjölnir, con ese mantra escapa en una barca sobre el helado Mar del Norte nuestro protagonista Amleth, un niño de unos 11 años que presencia la muerte de su padre, el Rey Aurvandil (Ethan Hawke) a manos de su tío Fjölnir (Claes Bang), quien también, se queda con la Reina Gudrún (Nicole Kidman). Pasan los años y Amleth ya grande (Alexander Skarsgârd) mantiene su sed venganza intacta esperando el momento para ir en búsqueda de su tío, quien ahora está en Islandia por perder las tierras jutas a manos del Rey de Dinamarca. Infiltrado entre esclavos, nuestro protagonista llega a Islandia, pero aparece el amor en la figura de Olga (Anya Taylor-Joy) a combatir con el deseo de cumplir con su destino: vengar a su padre, salvar a su madre y matar a Fjölnir.

Eggers pareciera recurrir a los artilugios de una historia de venganza de Shakespeariana, como Hamlet, y es notorio la existencias ciertas similitudes porque el inglés se inspiró en esta leyenda escandinava para dar vida a su Príncipe de Dinamarca.

La forma en la que nos introducen en ese universo escandinavo, desde el vestuario y el diseño de producción, detallan un estudio pormenorizado de la época vikinga, de difícil adaptación debido a que fue una cultura que no dejó material escrito, sino que su fuerte fue la transferencia oral de todas sus leyendas, mitos y costumbres.

La primera película de estudio de Eggers, a priori, dejaba alguna que otra duda, pero al ver el resultado es claro que no perdió su toque autoral. Una fiesta a los sentidos donde no solo es poderosa la imagen que compone en el cuadro, sino que el acompañamiento de la fotografía y el sonido hacen que une quiera poner pausa en el cine para apreciar cada detalle y analizar cada toma. Es para verla en casa e ir en googleando para encontrar las obras de arte en las que el director dice inspirarse para hacer la puesta en cuadro y la composición los planos. Las escenas de los ritos religiosos, con las luces, los colores y el sonido diegético y extradiegético son de una gran expresividad, que nos transmite la importancia de esas costumbres para esta cultura.

Las actuaciones están en un nivel superlativo, y al ver las dos películas anteriores del bueno de Robert, ya tenemos el perfil de un director que maneja muy bien a les interpretes. Alexander Skarsgard se desenvuelve con una sobriedad exquisita y una brutalidad desmedida, lo que resulta en una combinación perfecta para aquello que intenta transmitir su personaje. Claes Bang nos da un antagonista frío, pero con el correr del relato lo entendemos, y es eso lo que da más importancia a su performance. Lo mismo sucede con el escaso tiempo en pantalla de Ethan Hawke.

Las mujeres, sencillamente la rompen. Nicole Kidman se roba la escena en cada intervención, en especial (no voy a spoilear) en el segundo punto de giro. Anya Taylor-Joy, no la voy a descubrir yo, ya es una realidad. Cada intervención suya es suprema, y si les debo marca una, diría la escena en la que por momentos quiebra la cuarta pared cuando está en la embarcación hablando en dialecto escandinavo. Esta escena es de las más bellas, una lección de cine.

Para quejarme, solo para buscar algo, destaco el poco tiempo de metraje de Willem Defoe. Cada aparición suya es importante para el relato y reveladora.

Algo más a destacar es el manejo de los diálogos. Por momentos pareciera una obra teatral, pero en la dosis justa para que no nos olvidemos que es una obra cinematográfica. Se nota la atención en los detalles y en no “dañar” la cultura nórdica. El guion fue escrito por el propio Eggers junto con el islandés Sjón (Lamb, 2021).

Influenciado por las películas Conan, el bárbaro (John Miluis, 1982) y Andrei Rublev (Andrei Tarkovsky, 1966), Robert Eggers declaraba en una entrevista “mis dos películas anteriores no son nada entretenidas. Es algo a donde no van mis instintos”, en referencia a su cine autoral y las dudas respecto a su primera película de estudio y los rumores de que le aterraba no tener la supervisión sobre el montaje final y la post producción. Por suerte, aclaró que contó con muchísimo control y que tener otras manos en el montaje ayudó a “hacer la más entretenida de mis películas”.

Seguí así Robert, que metés un pleno atrás del otro.