WeCrashed: leviatanes vs. unicornios

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Al terminar de ver WeCrashed, me resultó muy llamativo que se tratara de un proyecto financiado por Apple TV+. Parecía que los de la manzanita mordida se estaban pegando un tiro en el pie con esta historia. En efecto, WeCrashed propone una crítica a la figura del self-made man, la figura arquetípica que el propio Steve Jobs encarna. Algo así como que, de repente, el Vaticano saliera a bendecir La última tentación de Cristo. Sin embargo, investigando un poco más sobre el tema no tardé en hallar una nueva peculiaridad. La serie se inspira en WeCrashed: The Rise and Fall of WeWork, un podcast de seis partes emitido por Wondery en enero de 2020. ¿Y qué es Wondery? Una cadena de podcast cuya propietaria es Amazon. Tomando en cuenta estos detalles, uno podría suponer que tal coincidencia no es resultado de la casualidad. En el breve intervalo de dos años, dos de los depredadores mejor posicionados en la cadena alimentaria del capitalismo global salieron a mostrar los dientes ante una misma circunstancia. Ahora bien, la gran pregunta sería la siguiente: ¿cuál sería el motivo que impulsaría a estos leviatanes del mercado a dinamitar el mito del self-made man al que ambos recurren para relatar su origen? ¿Qué justificaría esta actitud paradójica?

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WeCrashed es una serie de ocho episodios. A grandes rasgos, WeCrashed cuenta cómo, en 2011, Adam Neumann (Jared Leto) —carismático emprendedor nacido en Israel y establecido en Nueva York— y Miguel McKelvey (Kyle Marvin) —un arquitecto tímido y bonachón— cofundaron WeWork, emprendimiento dedicado al alquiler de espacios de trabajo compartidos para empresas emergentes. A ellos se sumó Rebekah Palthrow (Anne Hathaway), esposa de Adam, para revestir el proyecto financiero con una pátina de espiritualidad new age. En menos de una década, Miguel, Adam y Rebekah lograron que WeWork se instalara en las principales ciudades de los Estados Unidos e incluso llegara a expandirse a más de treinta países. En 2019, la cotización de WeWork alcanzó los 47 mil millones de dólares. Sin embargo, una serie de irregularidades que involucraron a Adam y Rebekah desencadenaron la caída de esa cifra a 10 mil millones y la inmediata separación de Adam del directorio de la compañía.

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Por una parte, WeCrashed cuenta la historia de sus protagonistas siguiendo el patrón clásico del triunfo del héroe. Pone el acento en el empeño individual, la persistencia para sortear los obstáculos, la concreción de las aspiraciones personales. En otras palabras, sigue la típica formula que, en los últimos años, ha asumido la historia de muchos de los campeones del capitalismo tecnológico surgido hacia fines de los 70. En el siglo XIX, los patrones de las fábricas se hacían retratar en cuadros de gran formato como defensores de la honradez. En el siglo XXI, los patrones de las multinacionales se hacen retratar en el cine y la televisión como paladines de la meritocracia. Por otra parte, WeCrashed compone también un estudio de personajes. En este aspecto, pone el acento en sus excesos, sus debilidades, sus ambigüedades, sus vicios. Por este costado crítico se infiltra la paradoja que convierte a los campeones del capitalismo en héroes decadentes. Desde ya que esta operación no es nueva. Un excelente trabajo de este tipo se efectúa, por ejemplo, en The Social Network (2010) de David Fincher. Lo interesante en el caso de WeCrashed es comprender el contexto en el que este fenómeno ocurre (WeWork) y la ponderación que recibe por parte de otros miembros que ocupan un espacio de privilegio en ese ámbito (Apple y Amazon).

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Hagamos un poquito de historia. La catástrofe de 2008 hizo temblar los cimientos del capitalismo financiero. No lo derrumbó, pero dejó sus cicatrices. Los leviatanes sobrevivientes se reagruparon y, por intermedio de los funcionarios que operaban dentro de los ministerios gubernamentales como agentes a su servicio, consiguieron que la timba se convirtiera en deuda de los estados nacionales. De este modo, por más que los noticieros insistan en lo contrario, su figura como defensores de la honradez quedó mancillada. Su estatura de paladines de la meritocracia se vio bastante disminuida. Ahora bien, WeWork surgió con posterioridad a la debacle de 2008. Integró una oleada de empresas emergentes llamadas unicornios por su rareza, por su capacidad para crecer y expandirse a pesar de la crisis. A diferencia de los viejos leviatanes, los unicornios no podían recurrir al Estado para financiar sus proyectos. Básicamente, porque el Estado estaba ocupado en pagar las deudas de los leviatanes. Tuvieron que ingeniárselas para prosperar en la lucha por la supervivencia del más apto. WeWork fue parte de esa lucha. Para sobrevivir, el unicornio aplicó con eficacia dos procedimientos que aprendió de los viejos leviatanes: conseguir financiamiento y abarcar espacio. La astucia del unicornio WeWork consistió en fomentar el exceso rondas de financiamiento para expandirse lo más rápido posible y, de este modo, incrementar la cotización de la firma. Hasta ahí, nada que objetar. El problema surgió cuando los inversores comenzaron a notar que los gastos de expansión superaban los beneficios. Se dieron cuenta de que estaban financiando un proyecto ambicioso, disruptivo, con altos valores espirituales, pero que no era rentable. En otras palabras, estaban inflando una burbuja que costaba miles de millones de dólares. La astucia de WeWork fue aplicar los preceptos del capitalismo financiero en contra de sus propios predicadores. Si los leviatanes consiguieron estatizar su deuda, WeWork logró tercerizar la suya. Y no solo eso. Los propios financistas cayeron en su propia trampa. Quedaron expuestos como imberbes. Adam Neumann, un advenedizo con pinta de hippie, fue capaz de convencer a popes como los de JP Morgan —reptiles capaces de doblegar la voluntad de países y de gobiernos— para que les financiara sus extravagancias.

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Desde esta perspectiva, se puede entender por qué Amazon y Apple salen a poner la cabeza de WeWork en la punta de una pica. WeCrashed representa, en gran medida, una advertencia de leviatanes para unicornios. Sin embargo, al asumir una actitud paradójica respecto del mito del self-made man, el meritócrata por excelencia, WeCrashed es también un signo de senilidad. Aquí más que nunca le cabe a nuestro presente histórico el nombre de capitalismo tardío: un sistema envejecido, que comienza a dar señales de consumirse, de devorarse a sí mismo.