23° BAFICI: Telma, el cine y el soldado

Si bien desde su génesis el cine documental ha jugado y explorado en la zona de frontera con la ficción, durante los últimos 30 años, gracias a la aparición del video, ha abrazado esta idea de una forma más natural y con menos tapujos. La novedad que se evidencia por estos tiempos viene dada desde el abordaje cada vez más profundo y notorio en la incorporación directa de los géneros tradicionales al campo de la no ficción.

En esa senda camina la ópera prima de Brenda Taubin, Telma, el cine y el soldado, un documental de comedia hecho y derecho que narra la búsqueda de una señora de Villa Dominico por encontrar a un excombatiente de Malvinas con quien se carteó su hija durante el transcurso de la guerra en 1982.

Telma es una señora de 74 años que disfruta de ir al cine con sus amigas jubiladas. Taubin le propone ponerse del otro lado, pasar a ser la protagonista de su propia película de enredos y misterios, una de esas que tanto disfruta de ver en las salas.

La excusa del film es la búsqueda del Tano, un joven que estuvo en Malvinas y con quien su hija se escribió algunas cartas durante el desarrollo de la guerra. Para Telma y su familia ese joven sigue siendo una presencia habitual: recuerdan los detalles que describía en su texto, su fecha de cumpleaños y fantasean con saber qué fue de su vida luego de Malvinas. Pero la película no es sobre eso. En línea a lo que podría ser El agente topo, el documental de Taubin es una amorosa reflexión sobre cómo abordar la vejez desde una perspectiva lúdica, con alegría y vitalidad.

El único reparo que tengo con el film es que por momentos los hilos de la manipulación en la narración y el juego con la ficción se dejan ver demasiado y algunos recursos suelen repetirse un poco. Más allá de eso, se trata de un documental hermoso, que vale mucho la pena ver y disfrutar en una sala de cine que estalla de la risa al escuchar las ocurrencias de los personajes que aparecen en pantalla.