23° BAFICI: Pequeña flor

La nueva película de Santiago Mitre fue la elegida para abrir la 23° edición del BAFICI. En esta ocasión, el director de El estudiante, La patota y La cordillera, sorprende con una peculiar comedia negra basada en la novela homónima del escritor Iosi Havilio.

La historia transcurre en Francia, más precisamente en Clermont-Ferrand, cuidad a la que José (Daniel Hendler), un ilustrador rosarino, se muda con su pareja francesa Lucie (Vimala Pons), con quien ha tenido una hija recientemente. Apenas pasados dos meses desde su llegada, José se queda sin trabajo, por lo que Lucie no tarda en decidir que será ella quien salga a trabajar y él quien se quede a cargo de la casa y de cuidar al bebé. Para sorpresa de todos, José logra salir airoso del reto impuesto por Lucie y llevar a cabo una rutina en perfecta armonía… Hasta que conoce a su excéntrico vecino.

Con la aparición de Jean-Claude (Melvil Poupad), el tan adorable como irritante dandy fanático del jazz, la comedia ácida regida por los desencuentros entre la pareja que no parecía entenderse (un poco por sus diferencias culturales y otro poco por sus personalidades disímiles), da un giro inesperado para volverse truculenta y desopilante. El mejor momento: una divertidísima secuencia de montaje protagonizada por Hendler y Poupad, en la que la sangre y las más variadas formas de muerte hacen estallar a la sala de risa.

Una de las mayores bondades de Pequeña flor, es su capacidad de reinventarse constantemente. Colmada de amagues narrativos, avanza siempre en una dirección imprevisible, sin caer en lugares comunes o fórmulas efectistas. Uno tiene la sensación de que la película se va construyendo a sí misma a medida que avanza. Esta libertad narrativa, acompañada de un espíritu lúdico, hacen de este film, una película fresca y desenfadada que no parece querer agradar a nadie, y que resulta agradable de ver, en especial en un festival de cine.